Beowulf - El compromiso entre los reyes


Ante las tristes palabras de Beowulf, el protector de los scyldinga exclamó:

__Vuestras expresiones apenan profundamente a mi corazón, mi buen y leal amigo Beowulf. Si hoy os encontráis aquí es por vuestras hazañas pasadas, que han hecho que los Ancianos de vuestra tribu os eligieran para esta arriesgada misión. Así que id y preparaos para ella de la mejor forma posible. Vuestro padre construyó uno de los feudos más grandes a partir de haber ultimado a un monstruo similar al que en este momento nos hostiga, ya que fue él quién venció a Heatholaf, uno de los más sangrientos e inmisericordes jefes de los wyldinga. A pesar de su reconocido valor, sus camaradas de armas se negaron a combatir contra aquel asesino prácticamente invencible, así que su rey cabalgó sobre las olas, al igual que vos lo habéis hecho, para buscar la ayuda de los daneses del sur.

"Por aquel entonces, yo era muy joven aún y regía por primera vez este extenso reino, esta maravillosa ciudad de héroes. Hasta ella llegó vuestro padre en busca de ayuda. En aquella batalla - lo recuerdo como si fuera hoy- murió mi hermano mayor Heregar, hijo de Healfdane, a manos de Healtholaf, pero poco después éste fue muerto por vuestro padre, de modo que mi agradecimiento perdurará por siempre. Era a Heregar a quien le correspondía el trono; sin embargo, a pesar de ser mucho más apto que yo, no pudo ser coronado por su prematura muerte.

"Mi gratitud por haber dado muerte al asesino de mi hermano me hizo sentir la necesidad de ayudarlo con mis féods a consolidar su feudo, que había quedado muy empobrecido por las invasiones vikingas. Entonces envié a los wyldinga sobrevivientes __que se habían convertido en mis vasallos en busca de tesoros allende los mares, de donde regresaron con naves enteras cargadas de oro, plata y piedras preciosas, que yo destiné directamente a vuestro padre.

"Hoy ya anciano y gastado por los avatares de la vida, siento que mi corazón sangra cuando relato a cualquier hombre que sea, las perversidades de Grendl: las sangrientas incursiones en Heorot y los hostiles y generalmente fatales ataques sorpresivos a mis guerreros en el Mead Hall, motivados por el inexplicable odio del monstruo, que han diezmado y aterrorizado a mis hombres, a tal punto que los han convertido en una guarnición pusilánime e incapaz de defender su plaza.

"Tampoco dejo de pensar - continuó el abatido anciano- que los dioses podrían detener fácilmente los desquiciantes ataques. Cuántas veces mis hombres, cómodamente sentados en sus sitiales de festín, se vanagloriaron sobre sus jarros de mead deque estaban ansiosos de encontrarse con el engendro para hacerle sentir el agudo filo de sus espadas!

"Pero al rayar el alba, cuando el Lucero anunciaba la llegada del astro rey, el Salón volvía a encontrarse empapado en sangre, y los sitiales de los nobles se veían vacíos, excepto por los cuajarones negros esparcidos sobre las mesas y los barcos. Y yo contaba con algunos camaradas y amigos menos, que la diosa Wyrd había arrastrado a sus destinos finales.

"!Peros sentaos ahora, gloriosos guerreros - arengó el monarca a sus huestes-, tanto scyldinga como geata, para festejar y liberar de ataduras vuestros corazones os lo indican!"

De inmediato, los guerreros extranjeros fueron invitados a ingresar al Salón, y se habilitó para ellos un banco de festejos, se les proporcionó jarros adecuados y uno de los soldados daneses se ocupó de que la provisión de mead fuera respuesta cada vez que era consumida por alguno de ellos. Cuando Hrothgar vio a todos sus guerreros nuevamente reunidos y festejando la legada de su héroe, se sentó en su trono y se hizo servir una generosa porción de mead en la copa reservada exclusivamente para él, escuchando con placer las canciones del bardo, y soñando con el día en que terminarán sus tribulaciones.

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