Sigfrido- WAGNER

Richard Wagner ( Leipzip 1813 - Venecia 1883) utilizó las leyendas medievales del Edda y del Nibelungenenlied como fuente de inspiración para su obra más emblemática El Anillo del Nibelungo (Der Ring des Nibelungen) una tetralogía que en sus manos, se transformó en una de las creaciones más paradigmáticas del espíritu germánico y la más extensa historia unitaria de la ópera.
El Anillo lo componen cuatro obras; un prólogo y tres jornadas tituladas El Oro del Rhin, La Walkyria, Sigfrido y El Ocaso de los Dioses. Su gestación duró 28 años, desde 1848 con los primeros esbozos hasta la representación completa de las cuatro obras en 1876 en el teatro creador por el compositor en Bayreuth.
Wagner comenzó a esbozar Sigfrido, tercera y penúltima parte de la tetralogía, en 1857, dejándola más o menos terminada hacia 1869; pero no completó su orquestación hasta 1871. Se estrenó en el Festspielhaus de Bayreuth, dentro del ciclo completo de la tetralogía, el 16 de agosto de 1876.
En el preludio de la obra se hayan los temas fundamentales en los que descansa el tejido musical de toda la obra; el tema de la forja, de la espada y de la meditación.


Libreto

SIGFRIDO
Segunda Jornada del Anillo del Nibelungo

Personajes


SIGFRIDO-Huérfano Welsungo, enamorado de Brunilda-Tenor
MIME-Nibelungo, padre adoptivo de Sigfrido-Barítono
EL CAMINANTE-Wotan, Dios supremo, disfrazado de Humano-Bajo
ALBERICO-Nibelungo, Hermano de Mime-Bajo
FAFNER- Gigante convertido en Dragón, guardián del Tesoro -Bajo
ERDA-Diosa, depositaria del Conocimiento Universal-Soprano
BRUNILDA-Walkyria, enamorada de Sigfrido-Soprano
PÁJARO DEL BOSQUE-Conduce a Sigfrido a través del Bosque-Soprano



ACTO I


(Interior de una caverna. Dos
aberturas naturales conducen al
bosque: A la izquierda se ve una
gran fragua de herrero tallada a
pico en la roca; un fuelle primitivo,
un yunque y demás útiles de
herrería.)

Escena Primera

(Mime, sentado junto al yunque,
martillea una espada. Abandonando
desalentado su trabajo...)

MIME
¡Penosa tarea!
¡Fatiga estéril!
La mejor espada
que hasta hoy forjé,
resistiría firme
en el puño de los gigantes;
pero a quien la destiné,
despreciable mozuelo,
la quiebra y tira en dos pedazos
como si le forjara juguetes.

(Desalentado, tira la espada sobre
el yunque, se pone en jarras y mira
pensativamente al suelo)

Existe una espada
que él no rompería.
Los trozos de Notung resistirían,
si pudiese soldar
los fuertes fragmentos,
pero mi arte es insuficiente
para unirlos.
¡Si se los pudiera
forjar a ese temerario,
mis afrentas quedarían saldadas!
Fafner, el dragón feroz
se alberga en la selva
como un ogro salvaje;
con el enorme peso
de su cuerpo guarda allí,
celoso, el tesoro de los nibelungos.
La fuerza juvenil de Sigfrido,
podría abatir el cuerpo de Fafner
y conseguiría conquistar
el anillo de los nibelungos.
Tan sólo una espada
podría realizar tal proeza,
únicamente Notung
sería útil a mi ambición
si Sigfrido la esgrime, filosa.
¡Y yo no puedo forjar
a Notung, la espada!

(Ha vuelto a coger la espada y
continúa martilleando en ella de
muy mal humor)

¡Penosa tarea!
¡Fatiga estéril!
¡La mejor espada
que forjé hasta ahora
jamás serviría para
este único fin!
¡Si golpeo y martilleo
es porque el mozo me lo exige,
y aunque la rompe y
la quiebra en pedazos,
me riñe si no se la he forjado!

(Deja caer el martillo. Sigfrido
llega con ímpetu del bosque;
conduce un oso adulto embridado
con una cuerda de piel. Con
picardía dirige al animal para que
ataque a Mime)

SIGFRIDO
¡Hoiho! ¡Hoiho!
¡Muérdelo!
¡Devóralo!
¡Devora a ese forjador chapucero!

(riendo)

¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja,...!

(Mime, asustado deja caer la
espada, trata de escapar
escondiéndose tras el hornillo.
Sigfrido lo persigue riendo)

MIME
¡Llévate a ese animal!
¿De qué me sirve ese oso?

SIGFRIDO
Vengo en su compañía
para zamarrearte mejor.
¡Oso! ¡Pregúntale por la espada!

MIME
¡Eh! deja el animal.
Ahí está el arma,
hoy terminaré de pulirla.

SIGFRIDO
¡Entonces, por hoy te salvarás!

(Pone en libertad al oso, quitándole
las bridas y le da con ellas un
golpe en los lomos)

¡Vete, pardo,
que ya no te necesito!

(El oso huye rápidamente al bosque.
Mime reaparece detrás del hornillo)

MIME
Me parece bien
que mates osos, pero...
¿por qué los traes
vivos a casa?

SIGFRIDO
Buscaba mejor compañero
que el que habita aquí conmigo;
hice resonar mi cuerno
en lo espeso de la selva:
para ver si me hacía
alegre compañía un buen amigo.
¡Así busqué
con mis alegres sones!
De entre la espesura
salió gruñendo un oso
que me había oído,
y aunque hubiese
preferido algo mejor,
me gustó más que tú.
Lo sujeté con esas
resistentes bridas para
que te pidiese la espada, bribón.

(Se levanta con rapidez y va hacia
el yunque)

MIME
(Toma la espada y se la entrega
a Sigfrido)
Te hice una espada filosa,
quedarás conforme con su hoja.

(Tiene agarrada fuertemente,
aunque asustado, la espada, que
Sigfrido le arrebata violentamente)

SIGFRIDO
¿De qué me sirve el luciente filo
si el acero no es duro y sólido?

(Probando la espada)

¡Ah! ¿Pero qué es esto?
¡Qué inútil baratija es esta!
¿A este débil clavito
le llamas espada?

(La quiebra contra el yunque)

Ahí tienes los pedazos,
miserable chapucero.
¡Habría debido
romperlos sobre tu cabeza!
¿Hasta cuando vas a engañarme,
fanfarrón?
Me hablas de gigantes
y de violentos combates,
de arduas hazañas
y poderosas defensas;
quieres fundirme armas
y forjarme espadas;
alabas tu arte como
si lo conocieras a fondo;
y en cuanto empuño
lo que has forjado,
con un simple apretón,
vuela en pedazos.
Si este gnomo viejo y necio
no fuera tan repugnante,
lo derretiría en su fragua.
¡Así acabaría mi enojo!

(Se sienta furioso sobre un banco de
piedra. Mime lo ha evitado siempre
con prudencia)

MIME
De nuevo te enfureces como un loco:
¡Qué grande es tu ingratitud!
¡Si a este niño perverso no le hago
todo al momento y bien,
olvida en seguida
los beneficios obtenidos!
¿No quieres recordar
mis lecciones sobre la gratitud,
y que debes obedecer de buen grado
a tu consecuente bienhechor?
Esto no quieres oírlo

(Va a la cocina junto al hornillo)

Pero, en cambio querrás comer.
Llevaré la carne del asador:
¿no te gustaría probar
el caldo que cociné para ti?

(Presenta los alimentos a Sigfrido,
quien sin volver el rostro, le
arroja la marmita con el asado por
el aire)

SIGFRIDO
El asado ya me lo hice yo mismo:
¡esa bazofia bébela tú!

MIME
¡Este es el triste
premio de mi cariño!
¡El pago vergonzoso
de mis desvelos!
Desde débil infante te crié.
Abrigué y vestí
al pequeño gusanillo;
te procuré
sustento y bebida.
Te procuré
cuidados como a mi
propio pellejo.
Una vez crecido te serví,
disponiendo un lecho para que
durmieras plácidamente.
Te forjé juguetes y
un cuerno sonoro:
porque me esmeraba
alegre en recrearte:
te aconsejé razonable
con sabios preceptos,
mi claro saber
instruyó a tu ingenio.
Mientras yo en casa
me fatigo trabajando,
tú vagas en busca de placer.
Mortificándome por ti,
apenándome por ti,
me consumo yo,
¡viejo y pobre enano!

(Sollozando)

Para que por tantos desvelos,
este impulsivo mozuelo,
como única recompensa
me atormente y odie!

(Sigfrido se ha vuelto de nuevo
y fija su mirada tranquilamente
en Mime, quien al reparar en ello,
trata de evitarla)

SIGFRIDO
Me has instruido mucho,
y mucho aprendí de ti;
pero nunca logré aprender
lo que me enseñaste
con más empeño,
y es, cómo quererte.
Si me ofreces de beber
o de comer,
me harta sólo el asco.
Si me preparas un blando
lecho para descansar,
el sueño
se me hace difícil.
Quieres enseñarme
a ser diestro y yo
preferiría quedarme
sordo y torpe.
Desde que te observo,
veo la mala intención
en todo lo que haces.
Si te veo quieto o
marchar cojeando
encorvado y gibado,
guiñando los ojos,
incitas a tomarte del cuello,
contrahecho,
y darte un empujón.
Así aprendí a tolerarte, Mime.
Pero ya que eres tan sagaz,
ayúdame a interpretar
lo que he meditado en vano.
¿Por qué huyo sin cesar
al bosque para apartarme
de ti y no obstante regreso,
a pesar mío?
Todos los animales
me son más gratos que tú:
los árboles y pájaros,
y los peces del río
me agradan mucho más
y los prefiero a ti.
¿Cómo, entonces, vuelvo?
Ya que eres tan listo,
explícamelo.

MIME
(Se aproxima con familiaridad)
Eso te prueba, hijo mío,
qué grato soy a tu corazón.

SIGFRIDO
¡Pero sabes que no puedo soportarte,
no lo olvides tan fácilmente!

MIME
(Se aleja de nuevo, sentándose
frente a Sigfrido)
Tu fogosidad tiene la culpa,
y debes dominar tus arrebatos.
Quejumbrosos reclaman
los pequeños el nido de los padres;
ese ansia es amor,
por eso acudes en mi busca,
por eso quieres a tu Mime
y debes amarlo.
Lo que al pichón es el pájaro,
cuando lo nutre en el nido
antes que pueda volar,
eso es para ti, vástago juvenil,
el experimentado y cuidadoso Mime,
y eso es lo que debe ser.

SIGFRIDO
Oye Mime, ya que eres tan ingenioso,
explícame algo más aún.
Los pajarillos cantan
alegres en primavera
y el uno llama al otro;
cuando te pregunté
tú mismo me dijiste
que eran macho y hembra.
¡Se tratan con tanto amor
y no quieren separarse!
Construyen un nido allí incuban
y cuando los pequeñuelos
baten las alas,
ambos cuidan de la prole.
Así descansan en la espesura,
emparejados,
los ciervos y hasta los
mismos zorros y lobos salvajes.
Mientras el macho trae
sustento a la guarida
la hembra amamanta a los lobeznos.
Allí aprendí bien lo que es amar.
Por eso jamás robé
a la madre sus hijuelos.
¿Donde tienes pues,
Mime, a tu adorable mujercita
para que yo la pueda llamar madre?

MIME
(De mal humor)
¿Qué dices? ¿Estás loco?
¡Qué tonto eres!
¿Acaso eres pájaro o zorro?

SIGFRIDO
Desde débil infante
me criaste,
abrigaste y vestiste
al pequeño gusanillo.
Pero, ¿de dónde salió
el pequeño gusanillo?
¿Podré haber nacido
sin madre?

MIME
Debes creer
lo que te digo,
yo soy a la vez
tu padre y tu madre.

SIGFRIDO
¡Mientes, búho repugnante!
Los hijos se parecen
a los padres;
lo he descubierto felizmente
al acercarme al arroyo cristalino
y ver allí en su espejo
árboles y animales.
En su reflejo resplandecieron
fielmente sol y nubes
tal cual son.
Allí también contemplé
mi propia imagen.
Me pareció verme
enteramente distinto de ti,
tan parecido como
un sapo a un pez reluciente.
Pero jamás nació un pez de un sapo.

MIME
¡Vaya un modo increíble
de decir disparates!

SIGFRIDO
Mira, ahora empiezo a comprender
lo que antes medité en vano.
Ahora entiendo por qué,
al huir al bosque para
abandonarte,
siento necesidad de volver.
Solo tú puedes informarme
quienes son mi padre y mi madre.

MIME
(dando evasivas).
¡Qué padre ni qué madre!
¡Qué pregunta inútil!

SIGFRIDO
(salta sobre Mime y lo agarra por
el cuello)
Para saber algo,
tendré que emplear la fuerza,
de buen grado
no consigo nada.
He de arrancártelo
todo con amenazas.
¡Apenas hubiese
aprendido a hablar de
no habértelo exigido
por la fuerza, pillo!
Responde en seguida,
bribón repugnante:
¿quienes son mis padres?
MIME
¡Por poco me matas! ¡Suéltame!
Lo que anhelas saber
lo escucharás tal cual lo sé.
¡Oh, desagradecido!
¡Malhumorado niño!
¡Ahora oye bien
por qué me aborreces!
¡No soy ni tu padre ni tu pariente,
pero a pesar de eso me debes mucho!
Eres totalmente extraño
a tu único amigo.
Te di albergue aquí sólo por lástima.
¿Y esa es tu cariñosa recompensa?
¡Imbécil de mí que
esperaba agradecimiento!
Hace tiempo, una mujer
allá, en la espesa selva, gimiendo;
la conduje aquí, a mi gruta,
para cuidarla al calor del hogar.
Llevaba un niño en sus entrañas,
dio a luz aquí, tristemente;
su agitación era constante y
la socorrí como pude.
Su angustia era muy grande,
y al fin murió, salvándose Sigfrido.

SIGFRIDO
¿De modo que yo causé
la muerte de mi madre?

MIME
Ella te confió a mi cuidado...
y acepté gustoso el encargo.
¡Cuánto se fatigó Mime por ti!
¡Cuántas penas pasó el pobre!
"Desde débil infante
te crié..."

SIGFRIDO
¡Creo que eso ya me lo has recordado!
Ahora dime:
¿por qué me llamo Sigfrido?

MIME
Así me encomendó tu
madre que te llamase;
"Sigfrido" sería presagio
de fuerza y hermosura.
"Abrigué y vestí al
pequeño gusanillo..."

SIGFRIDO
Ahora dime:
¿cómo se llamaba mi madre?

MIME
En verdad,
ya casi no acuerdo...
"te procuré sustento y bebida..."

SIGFRIDO
¡Su nombre, dime su nombre!

MIME
¿Se me habrá olvidado?
¡Espera!
Creo que la que te confió a mí
en su desgracia,
se llamaba Sieglinde.

SIGFRIDO
Y ahora dime:
¿cómo se llamaba mi padre?

MIME
A él no lo vi jamás.

SIGFRIDO
¿Pero acaso mi madre no lo nombró?

MIME
Sólo me dijo que
murió en un combate,
mientras me encomendaba
al huérfano.
"Una vez crecido te
serví arreglándote
un lecho para que
durmieras plácidamente..."

SIGFRIDO
¡Deja esa vieja cantinela!
Si quieres que crea
en lo que narras
y piense que no has mentido,
dame un testimonio de lo que afirmas

MIME
¿Cómo podré probártelo?

SIGFRIDO
No te creo por lo que oigo,
te creo por lo que veo.
¿Qué prueba puedes darme?

MIME
(Tras un momento de reflexión trae
los dos fragmentos de una espada
rota.)
Por mis afanes, desvelos y cuidados
tu madre me dio esto.
Como mísera retribución
me dejó esta espada rota
que aquí ves.
La empuñaba tu padre, me dijo,
cuando murió en su postrera lucha.

SIGFRIDO
(Con entusiasmo.)
¡Esos son los trozos
que debes forjarme
para que esgrima mi
verdadera espada!
¡Pronto! ¡Date prisa,
Mime! Si eres diestro,
muestra ahora tu arte
y no vuelvas a engañarme con
despreciables bagatelas.
¡Sólo puedo confiar
en esos pedazos!
¡Si te encuentro ocioso
o los unes mal,
rehaciendo con flojedad
el fuerte acero,
te vapulearé como a un cobarde
y aprenderás a pulirlo de mí!
Porque te juro que
hoy mismo quiero la espada;
he de poseer el arma
hoy sin falta.

MIME
(Receloso)
¿Qué pretendes hacer
hoy mismo con la espada?

SIGFRIDO
Quiero salir al bosque
y recorrer el mundo,
para no regresar más.
¡Qué alegre estoy
de saberme libre,
nada me obliga,
nada me ata!
Tú no eres mi padre,
mi patria está en la lejanía,
si tu casa no es mi hogar,
tu techo no debe ser mi morada.
Como el pez alegre
nada en la corriente,
como la libre alondra
se aleja volando,
así huiré y volaré de aquí.
Me iré lejos,
como el viento
entre las frondas,
para no volverte a ver.
(Corre al bosque)

MIME
¡Detente! ¡Alto! ¿Dónde vas?
¡Eh! ¡Sigfrido!
¡Sigfrido! ¡Eh!

(Sigue por unos instantes con la
mirada, al que corre por la
floresta; después regresa a la
fragua y se sienta tras del yunque)

Partió corriendo
mientras yo me quedo aquí.
A mi antigua angustia se agrega
esta nueva y me encuentro
completamente atontado.
¿Quién podría prestarme ayuda?
¿Cómo podré retenerlo aquí?
¿Cómo conducir al rebelde
a la guarida de Fafner?
¿Cómo soldar los fragmentos
del noble acero?
La llama de ninguna
fragua podrá ablandar su potencia.
Ningún martillo de enano
podrá vencer su dureza.
La envidia del nibelungo,
la ambición y la fatiga
no valen para rehacer a Notung.
¡No podré soldar totalmente
esta espada!

Escena Segunda

Escena Segunda

(El Caminante (Wotan) entra.
Lleva un largo manto azul oscuro,
como báculo una lanza.
Se cubre la cabeza
con un ancho sombrero redondo
de ala gacha)

CAMINANTE
¡Salud, hábil herrero!
Dígnate conceder un sitio
en tu hogar
al fatigado viajero.

MIME
(Que se ha incorporado asustado)
¿Quién me busca en el bravío bosque?
¿Quién me persigue
en la espesa floresta?

CAMINANTE
(Acercándose muy lentamente ,dando
siempre un sólo paso.)
El mundo me llama "Caminante";
he vagado por caminos lejanos:
he viajado mucho
sobre la corteza terrestre.

MIME
Ya que el mundo
te llama "Caminante",
vete entonces, y no descanses aquí.

CAMINANTE
Los buenos me dieron hospitalidad.
Muchos me colmaron de regalos,
pues teme el infortunio
quien me recibe hostil.

MIME
La desgracia siempre
vivió conmigo,
¿quieres agravarla aún?

CAMINANTE
(Aproximándose más.)
Mucho he indagado y
he aprendido mucho.
A más de uno he revelado
conocimientos importantes.
A no pocos alivié
de preocupaciones y
penas que los torturaban.

MIME
Aunque hayas observado
y averiguado mucho,
no necesito espías ni consejeros.
Quiero estar solo
y solo estaré,
a los entrometidos
les pido que sigan su camino.

CAMINANTE
(Dando unos pasos más.)
Más de uno que se creyó sabio
ignoraba lo que más
necesitaba saber;
dejé que me preguntase
cuanto anhelaba
y mi respuesta
le dio la solución.

MIME
(Cada vez más alarmado al ver
acercarse al Caminante.)
Muchos adquieren
conocimientos innecesarios;
yo sé cuanto me es útil;

(El Caminante llega finalmente a
la altura de la fragua)

me basta con mi astucia
y no necesito más, por lo tanto, sabio,
sigue tu camino.

CAMINANTE
(Llega hasta el fogón y se sienta.)
Aquí me siento junto a tu hogar
y empeño mi cabeza,
dándola en prenda de mi respuesta.
Será tuya si no te contesto
lo que te interesa,
la habrás conquistado.
Sólo dejándote enseñanzas
obtendré su rescate.

MIME
¿Cómo me libraré de este importuno?
Le haré preguntas capciosas...
Apuesto mi hornillo
contra tu cabeza;
cuida de rescatarla
contestando bien.
Voy a hacerte tres preguntas.

CAMINANTE
Tendré que acertar tres veces.

MIME
Ya que tanto has vagado
sobre la superficie del globo,
y tanto has viajado por el mundo,
respóndeme con certeza:
¿qué raza habita
en las profundidades de la tierra?

CAMINANTE
En la profundidad de la tierra
moran los nibelungos,
cuya patria es el Nibelheim.
Son gnomos tenebrosos.
El sombrío Alberico
en un tiempo fue su soberano.
Con un misterioso anillo
de mágico poder,
subyugó a su laborioso pueblo,
haciendo que le acumulasen
un valioso tesoro de inmensas riquezas;
con ellas soñaba
conquistar el mundo.
¿Cuál es tu segunda pregunta, gnomo?

MIME
Mucho sabes de las
entrañas de la tierra,
Caminante.
Ahora dime sin rodeos:
¿qué estirpe habita
sobre la corteza terrestre?

CAMINANTE
Sobre la corteza terrestre
impera la raza de los gigantes;
su patria es el Riesenheim.
Fasolt y Fafner fueron
los rudos príncipes
que envidiaron el poder
del nibelungo.
Lograron para sí el cuantioso tesoro,
y con él conquistaron el anillo.
Esto ocasionó la discordia
entre los hermanos
y la muerte de Fasolt.
Ahora Fafner cuida el
tesoro cual fiero dragón.
Pasemos a la tercer pregunta.

MIME
Mucho sabes
de la áspera corteza terrestre,
Caminante.
Ahora, dime con exactitud,
¿qué especie habita
en las cimas nebulosas?

CAMINANTE
Sobre las cimas nebulosas
viven los dioses:
su morada se llama Walhalla.
Son genios de luz.
El luminoso Wotan
rige esa falange.
Cortó una rama sagrada
del fresno del mundo
y se hizo una lanza.
El tronco murió
pero la lanza está verde.
Wotan domina al mundo
con su punta.
Grabó en su asta pactos divinos
y runas de fidelidad.
Quien empuñe la lanza
tiene en su mano
el imperio del mundo;
Wotan la esgrime
en su puño.
La falange de los nibelungos
se inclinó ante él.
Los indomables gigantes
acataron sus dictámenes
y todos obedecen para siempre
al poderoso señor de la lanza.

(Involuntariamente da con la lanza
un golpe en el suelo, y se escucha
un trueno que asusta mucho a Mime)

Ahora dime, sabio enano,
si respondí tus preguntas
y he rescatado mi cabeza.

MIME
Satisfechas las preguntas,
has salvado tu cabeza.
Prosigue tu camino, Caminante.

CAMINANTE
Se te ocurrió preguntar
todo lo que sabías
y de ello respondí
con mi cabeza.
Ahora te apuesto,
con la tuya en prenda,
a que ignoras
lo que más te interesa.
Tu acogida no fue hospitalaria,
y para poder gozar de tu albergue,
debí poner mi cabeza en tus manos.
Ahora, según las leyes de la apuesta,
si no contestas bien
a mis tres preguntas,
me pertenece la tuya.
Aguza pues tu ingenio, Mime.

MIME
Hace mucho tiempo
que abandoné mi suelo natal
y me aparté de su maternal regazo.
Desde que la mirada
de Wotan brilla,
atisbando en mi caverna,
siento flaquear el ingenio
de mi estirpe.
Pero si debo
mostrar prudencia,
interrógame, Caminante.
Quizá logre, obligado,
rescatar mi cabeza de enano.

CAMINANTE
Contesta, pues, buen enano,
a mi primera pregunta:
¿cuál es la raza a la que Wotan
se mostró contrario y que
dio la vida al que más quiere?

MIME
Poco he oído hablar
de esa raza de héroes,
pero puedo contestar a tu pregunta.
Los welsungos son la estirpe
preferida que Wotan engendró
y que ama con ternura,
aunque al parecer la aborrezca.
Siegmund y Sieglinde,
descendientes de Welsa,
fue una desdichada y valiente pareja
de gemelos que engendró a Sigfrido,
el más vigoroso vástago
de los welsungos.
¿Salvo mi cabeza
con esta respuesta,
Caminante?

CAMINANTE
Conoces esa estirpe
con mucha exactitud;
por eso veo que eres muy sagaz.
Te has librado
de la primera pregunta.
Contesta, enano, la segunda.
Un astuto nibelungo
vela sobre Sigfrido,
quien ha de abatir a Fafner
para apoderarse del anillo
y pasar a ser el dueño del tesoro.
¿Cuál es la espada que deberá
blandir Sigfrido para conseguir
exterminar a Fafner?

MIME
Nothung es el nombre
de la envidiable espada.
Wotan la hundió
en el tronco de un fresno
destinándola a quien
la arrancase del árbol.
Los más fuertes lo intentaron
pero nadie lo logró.
Sólo Siegmund, el intrépido,
pudo realizarlo.
Con ella peleó en el combate
hasta que fue destrozada
por la lanza de Wotan.
Ahora un hábil herrero
guarda los fragmentos y sabe que sólo
con la espada de Wotan,
un niño ingenuo y osado
como Sigfrido puede vencer al dragón.
¿He salvado mi cabeza
por segunda vez?

CAMINANTE
(Riendo.)
Eres el más ingenioso
entre los sabios.
¿Quién puede igualarte
en sagacidad?
Pero ya que eres tan avisado
y pretendes utilizar
al héroe juvenil
para tus ambiciones de enano,
voy a formularte
la tercer pregunta:
dime sutil forjador de armas,
¿quién podrá
forjar la espada
con los fuertes trozos de Nothung?

MIME
(Se levanta con el mayor sobresalto.)
¡Los trozos!
¡La espada!
¡Qué desdicha!
¡Siento vértigo!
¿Qué hacer? ¿Qué decir?
¡Maldito acero del que
me apropié y que me ha colmado
de pena y angustia!
Resiste a mis esfuerzos
y al poder de mi martillo
soldarlo y moldearlo
me pone en aprietos.

(Tira sus herramientas por el
aire, como loco, y estalla en
violenta desesperación.)

Si el más hábil artífice
no sabe hacerlo,
¿quién soldará la espada
si yo no lo hago?
¿Cómo acertar con este enigma?

CAMINANTE
Tres veces debías preguntarme,
y tres veces te respondí:
me interrogaste sobre
lejanos y vagos asuntos,
pero no se te ocurrió
lo que te toca más de cerca
y que podía interesarte.
Al indagarlo yo perdiste el juicio
y por lo tanto has perdido
tu astuta cabeza.
Ahora, como quieres, audaz,
vencer a Fafner, escucha,
gnomo caduco: "Sólo quien no sepa
lo que es el miedo,
podrá forjar de nuevo a Nothung."

(el Caminante se dispone a partir.)

Por hoy, conserva
tu ingeniosa cabeza,
pues se la cedo a quien
aún ignora lo que es el miedo.

(Se vuelve, riendo y desaparece
por el bosque. Mime cae rendido,
como anonadado, sobre el taburete
que hay detrás del yunque.)

Escena Tercera

MIME
(Que mira fijamente hacia el bosque
iluminado por el sol)
¡Maldita luz! ¿Qué inflama el aire?
¿Qué oscila y se agita,
brilla y chisporrotea allá,
en destellos,
tejiendo en torno ondulaciones?
¿Qué reluce y relampaguea
en el ardiente sol?
¿Qué cruje, zumba y
crepita en el ambiente?
¿Qué estridencias y
estallidos extienden su
fragor hacia aquí?
¿Quién se abre paso en
el bosque y viene hacia mí?

(Se levanta lleno de terror.)

Unas fauces espantosas
se abren ante mí;
es el dragón que me quiere apresar.
¡Fafner! ¡Fafner!

(Grita y se esconde detrás del
yunque)

SIGFRIDO
(Surgiendo de entre la maleza del
bosque. Se aprecia su llegada por
el crujir del ramaje de los
matorrales. Gritando todavía
fuera de escena)
¡Eh, holgazán!
¿Ya has acabado?
¡Pronto!
¿Qué hiciste con mi espada?

(Entra y se detiene asombrado.)

¿Dónde está el herrero?
¿Se habrá escapado?
¡Eh! Mime, haragán!
¿Dónde estás? ¿Dónde te escondes?

MIME
(Con voz apagada, detrás del
yunque.)
¿Eres tú, hijo mío?
¿Vienes solo?

SIGFRIDO
(Riendo.)
Di, ¿qué haces ahí
detrás del yunque?
¿Me estás afilando la espada?

MIME
Consternado y confundido.
¿La espada? ¿La espada?
¿Cómo podría soldarla?
"Sólo quien no sepa
lo que es el miedo,
podrá forjar de nuevo
a Nothung."
Quise ser demasiado ambicioso
para realizar tal obra.

SIGFRIDO
¿Hablarás de una vez?
¿Tendré que obligarte?

MIME
¿Qué discreta respuesta dar ahora?
Mi sesuda cabeza fue
empeñada y perdida,
conquistándola aquel
"que no conoce el miedo."

SIGFRIDO
¿Murmuras contra mí?
¿Quieres huir?

MIME
Huiría con agrado de
quien no supo temer.
Es lo que justamente
no le enseñé al niño.
¡Imbécil! Haber olvidado
lo único que me sería útil.
Si no he logrado ni a medias
enseñarle a quererme
¿cómo conseguiré
enseñarle a temer?

SIGFRIDO
¡Eh! ¿Quieres que te ayude?
¿Qué has hecho hoy?

MIME
Preocupado por ti,
he estado meditando
cómo enseñarte algo muy importante.

SIGFRIDO
(Riendo.)
Te escondiste debajo del asiento:
¿Descubriste algo de interés
tendido allí en el suelo?

MIME
Pensaba en el miedo
para enseñártelo a ti, tonto.

SIGFRIDO
¿Y qué es el miedo?

MIME
¿Todavía no lo has experimentado
y quieres abandonar el bosque
para recorrer el mundo?
¿De qué te serviría la firme espada
si no sabes lo que es temer?

SIGFRIDO
¿Estás ideando
algún mal consejo?

MIME
Tu madre ha de aconsejarte por mi
intermedio, he de cumplir
cuanto le prometí;
no debes ir a exponerte
al artero mundo
mientras no sepas
lo que es el miedo.

SIGFRIDO
¿Es algún arte que no conozco?
Responde,
¿qué es el miedo, entonces?

MIME
¿No has sentido nunca
al caer la tarde
en la selva oscura,
cuando a lo lejos
un murmullo vibra y zumba
en los sitios sombríos
y se acerca bramando
con fragor salvaje,
cuando luces confusas
crepitan a tu alrededor
y su crujir se eleva
en torno de tu cuerpo?

(Temblando)

¿No has sentido un escalofrío
de terror paralizar tus extremidades?

(Balbuciente)

¿Y luego un repentino temblor
sacudir tus miembros,
mientras en tu pecho oprimido
se agitaba palpitando tu corazón?
Si aún no lo has experimentado,
no sabes lo que es el miedo.

SIGFRIDO
¡Eso debe ser extraño y singular!
Mi corazón late siempre
fuerte y tranquilo.
Quisiera gustoso experimentar
el temblor y la turbación,
la languidez y el escalofrío,
la emoción y la flaqueza,
la agitación y la zozobra,
¡me lo haces desear como un placer!
Pero ¿Cómo harás
para enseñármelo, Mime?
Torpe, ¿cómo quieres ser mi maestro?

MIME
Sígueme, sabré guiarte.
A fuerza de pensar
he encontrado el medio.
Conozco un funesto dragón
que aplastó e hizo muchas víctimas.
Fafner seguramente te enseñará el miedo
si me sigues a su guarida.

SIGFRIDO
¿Dónde está su escondite?

MIME
Es llamada la caverna de la envidia,
y está al este,
en el fondo del bosque.

SIGFRIDO
¿Entonces no estará lejos del mundo?

MIME
Es vecino del antro de la envidia.

SIGFRIDO
Allí deberás llevarme
y una vez sabido lo que es el miedo,
me iré a recorrer el mundo.
¡Vamos, rápido! Hazme la espada
que deseo blandir en el mundo.

MIME
¿La espada? ¡Qué apuro!

SIGFRIDO
¡Pronto, al yunque!
Veamos lo que has hecho.

MIME
¡Maldito acero!
No sé cómo soldarlo.
Contra su extraño encanto
no puede el vigor de ningún enano.
Quien no sepa temer encontrará
el arte de realizarlo.

SIGFRIDO
Te vales de buenas tretas, holgazán.
Eres un chapucero
y no lo confiesas.
Quieres salir del paso
con embustes.
Dame los fragmentos y sal de ahí,
remendón.

(Yendo a zancadas hacia la fragua)

El acero de mi padre
he de saberlo moldear:
yo mismo forjaré la espada.

(Se pone manos a la obra con
entusiasmo, utilizando al tuntún
las herramientas de Mime)

MIME
Si hubieses cultivado
este arte con aplicación,
ahora te sería utilísimo;
pero fuiste indolente en aprender.
¿Cómo quieres que te
salga algo bien?

SIGFRIDO
Si el maestro no pudo conseguirlo
¿podrá hacerlo el aprendiz,
aunque siempre lo escuchó dócilmente?
¡Ahora déjame hacer
y no te entrometas,
que te arrojaré al fuego!

(Amontona una cantidad de carbón
y aviva el fuego, luego coloca
los trozos de la espada en el
torno, los aprieta y comienza a
limarlos para transformarlos en
limalla)

MIME
¿Qué estás haciendo?
Coge la soldadura;
hace rato que dejé lista la pasta.

SIGFRIDO
Nada de estaño,
no hace falta.
No he de pegar la espada con cola.

MIME
Estás estropeando la lima,
así se gasta su filo,
¿cómo quieres
desmenuzar el acero?

SIGFRIDO
Quiero desgastarlo
y verlo reducido a viruta,
por fragmentos no se une lo roto.

(Continúa limando entusiasmado.)

MIME
(Para sí.)
Aquí no sirven
los consejos del experto,
bien lo veo,
aquí sólo su torpeza guía al tonto.
¡Con qué afán lo toma
y cómo se entusiasma!
El acero va desapareciendo
pero él no desmaya.

(Bajo el cuidado de Sigfrido, la
fragua arroja vivas llamas.)

Soy tan viejo
como la cueva y el bosque
pero nunca vi algo igual.

(Mientras Sigfrido sigue limando
con violencia los pedazos de la
espada, Mime se sienta aún
más lejos)

Logrará rehacer la espada,
bien lo entiendo;
como no conoce el miedo
la terminará.
El Caminante tenía razón.
¿Cómo salvo ahora
mi cabeza temerosa?
Si Fafner no le enseña el miedo
caerá en poder del atrevido muchacho.
Pero, ¡infeliz de mí!
¿Cómo ha de matar al dragón
si experimenta temor ante él?
Y ¿cómo he de conseguir el anillo?
¡Maldito dilema!
Si no encuentro una solución
satisfactoria para vencer
yo mismo al temerario, estoy perdido.

SIGFRIDO
(Ha limado los fragmentos y los ha
puesto en un crisol, que coloca
ahora sobre las ascuas)
¡Eh, Mime! Dime pronto.
¿cómo se llamaba la espada
que desgasté y reduje a astillas?

MIME
Nothung era el nombre
del envidiable acero:
tu madre me lo dijo.

SIGFRIDO
(aviva el fuego con el fuelle
y canta lo que sigue.)
¡Nothung! ¡Nothung!
¡Envidiable acero!
¿Por qué te has roto?
Tu espléndido filo reduje a polvo
y en el crisol las limaduras.
¡Hoho! ¡Hoho!
¡Sopla, fuelle!
¡Aviva las ascuas!
Una encina crecía agreste
en el bosque,
la talé en la espesura
y de su pardo tronco
hice el carbón
que está apilado ahora
en el hornillo.
¡Hoho! ¡Hoho!
¡Sopla, fuelle!
¡Aviva las ascuas!
¡Con cuánta lumbre arde
el carbón del árbol!
¡qué claro y reluciente se abrasa!
Sus chisporroteantes chispas
se elevan:
hohei, hoho, hohei,
y derriten el polvo del acero.
¡Hoho! ¡Hoho!
¡Hohei! ¡Hoho!
¡Sopla, fuelle!
¡Aviva las ascuas!

MIME
(hablando consigo mismo.)
Forjará la espada
y vencerá a Fafner,
lo preveo con seguridad.
Conquistará en la lucha
tesoro y anillo.
¿Cómo asegurarme el botín?
Lograré ambos
con ingenio y astucia
y pondré a salvo mi cabeza.

SIGFRIDO
(Siempre en la fragua.)
¡Hoho! ¡Hoho! ¡Hoho!

MIME
(hablando consigo mismo.)
Cuando esté cansado
de luchar con el dragón,
un brebaje lo reconfortará
de sus afanes.
Coceré para que beba
jugosas raíces que recogí.
Bastará que beba unas gotas
y sin sentirlo
se sumirá en profundo sueño.
Con la propia arma
que ha forjado
lo quitaré fácilmente
de mi camino
y ganaré tesoro y anillo.
¡Eh, sabio caminante,
¿me tenías por tonto?
¿Qué te parece mi sutil ingenio?
¿Pude encontrar consejo y sosiego?

SIGFRIDO
¡Nothung! ¡Nothung!
¡Envidiable espada!
Tu polvo acerado se ha licuado...
...y ahora nadas
en tu propia mezcla.

(Vierte el acero derretido en un
molde que ha preparado y que
sostiene en alto.)

Pronto he de blandir
mi propia espada.

(Coloca la forja en un recipiente
con agua. Se oye el ruido del vapor
que se origina.)

Un río de fuego
corrió dentro del agua,
avanzó silbando
con su furioso flujo;
extendiéndose devorador,
pero la corriente del agua
dominó su impulso.
Ya se ha tornado
firme y rígido,
transformándose en duro acero
que hará fluir ardiente sangre.

(Mete el acero entre las ascuas y lo
lleva de nuevo al rojo. Mirando a
Mime que coloca su vasija en el fuego)

Ahora, Nothung, envidiable espada,
enrojece de nuevo para
que pueda templarte.

(Mime se levanta muy satisfecho,
y de un recipiente saca unas raíces
que coloca en un puchero que se
dispone a colocar sobre el fuego
del hogar; Sigfrido lo observa)

¿Qué hace allí aquel
tarambana con su vasija?
¿Qué potaje cueces tú,
mientras yo forjo el acero?

MIME
Avergonzado se ha quedado
el herrero a quien
enseñó su aprendiz.
El viejo ya renunció al arte
y le sirve al mozo como cocinero.
Ahora mientras tú fundes
el acero,
el viejo te cuece
una sopa con huevos.

SIGFRIDO
Ahora Mime, el artífice,
aprende a guisar.
Forjar ya no es de su agrado.
He destruido
cuantas espadas me hizo
y cuanto cocina
no me apetece.
Quiere llevarme
a conocer el miedo
y será preciso que otro
me lo enseñe.
Ni lo que sabe mejor
me pudo enseñar:
¡su estupidez
se revela en todo!
¡Hoho! ¡Hoho! ¡Hohei!
Forja una sólida espada,
martillo mío.
¡Hoho! ¡Hahei!
Cierta vez la sangre
tiñó tu color azulado;
su rojo manar
te enrojeció.
La acogiste con frialdad,
su calor disipó tu frescura.
¡Heiaho! ¡Haha!
Ahora la lumbre
te ha abrasado al rojo;
el martillo doma
tu dureza tenaz, y
me arrojas chispas,
irritada porque doblegué
a la indomable.
¡Heiaho! ¡Heiaho!
¡Heiahohohohoho! ¡Hahei!
¡Hahei! ¡Hahei!

MIME
(para sí)
Mientras él se fabrica
una aguda espada para
abatir a Fafner,
el enemigo de los enanos,
yo preparo un brebaje traicionero
para rendir a Sigfrido,
el vencedor.
Mi astucia tendrá éxito y
me sonreirá el triunfo.

SIGFRIDO
¡Hoho!
¡Hoho! ¡Hoho! ¡Hahei!
¡Forja una sólida espada,
martillo mío!
¡Hoho! ¡Hahei!
¡Cómo me regocijan
sus alegres chispas!
El iracundo ardor con
que alegre me sonríes,
halaga al intrépido
aunque simules
enojo y rencor.
Heiaho, haha,
¡Hoho! ¡Haei!
triunfé con las ascuas
y el martillo;
te di forma
con fuertes golpes,
deja ahora tu rojizo rubor;
sé dura y fría,
tú puedes.
¡Heiaho! ¡Heiaho!
¡Heiahohoho! ¡Heiah!

(Blande el acero y lo mete en un
cubo de agua)

MIME
Mi hermano creó
el resplandeciente anillo
que proporciona
una mágica fuerza
invencible.
He conquistado
su noble oro
que torna omnipotente.
Será mío.
El mismo Alberico que
otrora me esclavizara,
ahora será
vasallo del enano.
Me convertiré
en el príncipe
de los nibelungos.
Todos deberán
prestarme obediencia.
Tributarán homenaje
al despreciable enano.
El tesoro ocasionará
la opresión de dioses y héroes.
El mundo se humillará
ante mi gesto y
temblará ante mi ira.
Entonces las fatigas de Mime
cesarán para siempre.
...ya trabajarán otros
para enriquecerme.
Mime el intrépido,
Mime será rey,
¡Príncipe de los enanos!
Dominador del mundo!
¡Quién lo hubiera supuesto!

SIGFRIDO
(cogiendo la espada)
¡Nothung! ¡Nothung!
Envidiable espada,
estás de nuevo en tu empuñadura.
Te encontré en fragmentos,
pero te compuse de modo
que ningún golpe pueda romperte.
Al padre moribundo
se le rompió el acero
pero al vivir el hijo
lo creó de nuevo
y ahora su claro resplandor
reluce y de nuevo
su acerado filo es cortante.

(Blandiendo la espada ante si)

¡Nothung! ¡Nothung!
Envidiable espada.
Rejuvenecida, te llamo a nueva vida.
Yacías hecha pedazos,
abandonada;
ahora refulges poderosa y sublime.
¡Ay, Mime! ¡Qué suerte tienes!
Muestra el brillo de tu hoja
a los malvados.
Hiere a los falsos,
abate a los bribones.
¡Mira, herrero Mime,
cómo corta la espada de Sigfrido!

(Golpea el yunque, que se parte en
dos de arriba abajo, de manera que
ambos trozos caen a cada lado con
gran estrépito. Mime, que en el
colmo del entusiasmo se había subido
a un taburete, se cae al suelo del
susto y allí queda sentado. Sigfrido
blande jubilosamente la espada en
alto)


Acto II

ACTO II

Escena Primera

(Interior de un bosque. En el fondo
se ve la entrada de una cueva.
El suelo se va elevando hasta la
mitad del escenario, donde forma
un pequeño llano; desde allí
declina hacia el fondo en dirección
a la cueva, de modo que de ésta
sólo se divisa la parte superior.
Hacia el lado izquierdo se distingue,
a través de los árboles del bosque,
una pared rocosa llena de grietas.
Noche oscura, aún más en la parte del
foro, donde la mirada del espectador
no puede distinguir nada)

ALBERICO
De noche, en el bosque
vigilo el antro de la envidia;
mi oído atisba con atención
y mis ojos cansados acechan...
¿Estará por clarear
el día?
¿Amanecerá ya
a través de la penumbra?

(De la derecha del bosque sopla un
viento borrascoso y surgen azules
resplandores)

¿Qué resplandor titila allá abajo?
Se va acercando un claro
fulgor que corre como
un corcel luminoso
y atraviesa el bosque,
fogoso, hacia aquí.
¿Se acercará el matador del dragón?
¿Perecerá Fafner por fin?

(El viento cesa, el resplandor se
extingue)

La luz se extingue,
mi vista ya no percibe su brillo.
Vuelve a ser de noche.

(El Caminante sale del bosque y se
detiene junto a Alberico)

¿Quién se acerca
destacándose en la sombra?

CAMINANTE
En la noche dirijo mis pasos
hacia la cueva de la envidia,
¿a quién veo allí, en la oscuridad?

(La luna aparece como si de pronto
se hubiese rasgado una nube que la
cubría, e ilumina al Caminante.)

ALBERICO
(Reconoce al Caminante y retrocede
al principio asustado, pero de
inmediato estalla enfurecido con
furiosa rabia)
¿Te atreves a venir tú en persona?
¿Qué quieres aquí?
¡Fuera de este lugar!
¡Vete, desvergonzado ladrón!

CAMINANTE
Tenebroso Alberico,
¿por qué rondas aquí?
¿Acaso vigilas el antro de Fafner?

ALBERICO
¿Fraguas nuevas infamias?
No sigas aquí.
¡Vete!
Tu perfidia trajo
bastantes desdichas a
este sitio.
Por eso, déjame solo,
traidor.

CAMINANTE
Sólo vine a ver y no a obrar.
¿Quién impedirá
mis andanzas de caminante?

ALBERICO
¡Consejero de intrigas!
Tendría que ser tan tonto
como antes para complacerte,
cuando por necio me ataste,
y te sería fácil
volverme a robar el anillo.
Ten cuidado que
conozco tus artimañas
como tus debilidades,
que no me pasaron inadvertidas.
Mis tesoros pagaron
tus deudas y mi anillo
premió el trabajo de los gigantes
que edificaron tu castillo.
Aquello que pactaste
con esos toscos,
está garantizado aún por las runas
de la empuñadura
de tu lanza dominadora.
El tributo pagado
a los gigantes
te está vedado arrebatar;
así tú mismo quebrarías
el asta de tu lanza.
Y tu fuerte bastón de mando
se convertiría
en polvo en tus manos.

CAMINANTE
Ni pactos ni runas sagradas
me ligan a ti, malvado,
sólo la fuerza de mi lanza
te sometió y por ello
la conservo en la disputa.

ALBERICO
Con qué orgullo me amenazas
y haces alarde de tu poder
mientras albergas íntimo temor.
El que guarda el tesoro
está condenado a muerte
por mi maldición,
¿quién lo heredará?
¿Volverán esas envidiables riquezas
a pertenecer a los nibelungos?
Esta preocupación eterna te tortura
Porque si llega a estar
de nuevo en mis manos, aprovecharía
el poder del anillo de otro modo
que los torpes gigantes.
Entonces temblarás,
augusto guardián de los héroes.
Con el ejército de Hella
asaltaré las cimas del Walhalla
y dominaré el mundo.

CAMINANTE
Conozco tus proyectos
pero no me alarman.
Que disponga del anillo
quien lo conquiste.

ALBERICO
Con cuánto misterio hablas
de lo que para mí es tan claro.
Confías en la arrogancia
de hijos de héroes,
que nacieron amorosos de tu sangre.
Criaste con esmero un mancebo
para que te alcance el fruto
que no puedes tocar.

CAMINANTE
Disputa con Mime, no conmigo,
el que te amenaza es tu hermano;
traerá aquí al adolescente
que ha de matar a Fafner.
Nada sabe de mí,
el nibelungo lo utiliza para sí;
por eso te prevengo, camarada,
que obres libremente
según más te convenga.
Escúchame y ponte en guardia:
El joven ignora
la existencia del anillo,
Mime le informará.

ALBERICO
¿Y tú no tocarás el tesoro?

CAMINANTE
Dejaré que obre a voluntad
aquel a quien amo;
será dueño de sus actos
triunfe o sucumba.
Sólo como héroe me interesa.

ALBERICO
¿Únicamente con Mime
lucharé por el anillo?

CAMINANTE
Aparte de ti,
sólo él desea el oro.

ALBERICO
¿Y a pesar de ello no lo conseguiré?

CAMINANTE
Un héroe se acerca
a rescatar el tesoro.
Dos nibelungos ambicionan el oro.
Al sucumbir Fafner,
que guarda el anillo,
lo ganará quien se apodere de él.
¿Quieres más aún?
Allí reposa el monstruo...

(Se vuelve hacia la caverna)

Adviértele del peligro que corre
y con gusto te cederá el anillo.
Yo mismo voy a despertarle.

(Se coloca en la altura cerca del
antro y llama.)

¡Fafner! ¡Fafner!
¡Despierta, dragón!

ALBERICO
(hablando consigo mismo)
¿Qué hace este osado?
¿Estará a favor mío?

VOZ DE FAFNER
¿Quién turba mi sueño?

CAMINANTE
(vuelto hacia la cueva)
Ha llegado alguien
que quiere prevenirte
y salvarte la existencia,
pero exige por tu vida
el tesoro que guardas.

VOZ DE FAFNER
¿Qué quiere?

ALBERICO
(grita hacia la caverna.)
¡Alerta, Fafner!
¡Alerta, dragón!
Un fuerte héroe se acerca
y quiere atacarte...

VOZ DE FAFNER
Siento hambre de él.

CAMINANTE
El joven es fuerte y osado,
su espada corta filosa.

ALBERICO
Sólo anhela conquistar
el anillo de oro;
déjame en premio la sortija,
y yo evitaré el combate.
Te quedarás con el tesoro
y siempre vivirás en paz.

VOZ DE FAFNER
Estoy reposando y lo
poseo, déjame...

(Bostezando)

...¡dormir!

CAMINANTE
(Ríe con fuerza y se da vuelta
hacia Alberico)
Bien, Alberico, la treta
no surtió efecto,
y para que no me tildes de desleal,
quiero darte otro consejo,
atiéndeme bien:
como todo sigue las leyes naturales,
que son inmutables,
te dejo en este lugar y debes
quedarte en él.
Compite con tu hermano Mime
y trata de ser más hábil que nadie.
Si tengo razón
has de saberlo pronto.

(El Caminante desaparece en el
bosque; se levanta un viento de
borrasca y aparece una luz extraña.
Luego, ambos fenómenos desaparecen)

ALBERICO
Se aleja cabalgando
en su luminoso corcel
y me deja angustiado
y burlado.
Vosotros, irreflexivos,
livianos y fatuos dioses
seguid riendo.
Os veré perecer a todos.
Mientras el oro
brille a la luz,
velará un ser precavido...
¡cuya perseverancia
os engañará!

(Amanece, Alberico se esconde
entre las rocas)

Escena Segunda

(Llegan Mime y Sigfrido, éste con
su espada pendiendo de un cinturón
de tiras de cuero. Mime examina
el lugar con detención. Mientras
se ilumina la altura en el centro
del proscenio al rayar el alba,
con creciente claridad. El fondo
permanece sumido en profunda
oscuridad)

MIME
¡Hemos llegado!
¡Detengámonos!

SIGFRIDO
(Se sienta bajo un gran tilo y
observa en torno)
¿Aquí sabré
lo que es el miedo?
Me has traído muy lejos:
hemos caminado
juntos por el bosque
toda una noche.
Ahora deberás dejarme, Mime.
Si aquí no aprendo lo que debo,
seguiré andando solo y al fin
me libraré de ti.

MIME
(Se sienta junto a Sigfrido pero
sin perder de vista la entrada
de la cueva)
Créeme, querido;
si no aprendes
lo que es el miedo
hoy, aquí,
en otra ocasión y otro lugar
difícilmente lo aprenderás.
Mira allí esa oscura boca
de la cueva.
En ella vive un fiero
y atroz dragón,
terriblemente feroz
y enorme;
el monstruo,
abre sus fauces horribles y,
de una dentellada,
es capaz de engullirte
con piel y pelos.

SIGFRIDO
Buen hocico
para cerrarlo de una vez,
pero sin ofrecerme
a su dentadura.

MIME
Cuando arroja
la secreción de su baba,
exhala un ponzoñoso veneno
que al que alcanza
le corroe
carne y huesos.

SIGFRIDO
Para que su baba ponzoñosa
no me queme he de esquivarla
a un costado del dragón.

MIME
Su cola es de serpiente,
a quien con ella enrosque
y oprima estrechamente,
se le quiebran los miembros
como vidrios.

SIGFRIDO
No perderé de vista al monstruo
para librarme
de los golpes de la cola.
Pero dime,
¿el dragón tiene corazón?

MIME
Un corazón fiero y cruel.

SIGFRIDO
Pero ¿lo tiene donde
a todos le late,
sea hombre o bestia?

MIME
Ciertamente, muchacho,
allí lo lleva el dragón.
Y bien,
¿comienzas a sentir temor?

SIGFRIDO
(se sienta rápidamente)
Pienso clavar a Notung
en el corazón del vanidoso.
¿Eso puede llamarse miedo?
¡Eh! ¡Viejo!
¿es todo lo que tu astucia
logra enseñarme?
Puedes continuar tu camino
que no será aquí
donde aprenderé a temer.

MIME
Espera y verás.
Cuanto te digo
te parecen pamplinas;
tú mismo tienes
que verlo y oírlo
y entonces
se te extraviarán los sentidos.
Cuando se te ofusque la mirada
y el corazón te palpite
agitado en el pecho,

(En tono cariñoso.)

me agradecerás que te haya traído
y recordarás cuánto te ama Mime.

SIGFRIDO
No necesito de tu afecto,
ya te lo dije.
Retírate de mi vista
y déjame solo.
No puedo soportar más
tu odioso cariño,
tus repulsivas reverencias
y el guiño de tus ojos.
¡Cuándo dejaré
de verte por fin!
¿Cuándo me libraré de ti?
¡Necio!

MIME
Ya te dejo.
Voy a tenderme junto a la fuente;
quédate y cuando el sol
esté alto, verás al dragón,
que saldrá de la cueva
arrastrándose
y pasará por aquí, girando,
para ir a beber, luego,
a la fuente.

SIGFRIDO
(Riendo.)
Mime, si permaneces
junto a la fuente,
dejaré que el dragón
vaya hacia ella y le clavaré
a Notung en los riñones,
pero después que te haya devorado.
Por ello oye mi consejo:
no te detengas en la fuente,
vete y apártate
tan lejos como puedas
y no vuelvas jamás
a mi encuentro.

MIME
¿Acaso querrás privarme
de refrescarte
después de tan ruda lucha?

(Sigfrido lo rechaza con
violencia)

Si necesitas algún
consejo llámame... o si el miedo
te domina llámame también.

MIME
(hablando consigo mismo)
Fafner y Sigfrido,
Sigfrido y Fafner
¡Si pudiesen matarse mutuamente!

(Desaparece en el bosque)

SIGFRIDO
(Se sienta relajadamente bajo
el tilo, mientras mira alejarse
a Mime)
¡Cuánta alegría me causa
el saber que no es mi padre!
Ahora empiezo a gozar
de la frescura del bosque
y me es grata la luz del día,
desde que aquel enano
se ha separado de mí para siempre
y no lo volveré a ver.

(Se queda un rato meditando
en silencio)

¿Cómo sería mi padre?
Sin duda como yo mismo.
Porque si Mime
tuviese un hijo,
¿no se le parecería
por completo?
Sería feo, moreno,
repulsivo, enano,
torcido, giboso y cojo;
tendría orejas colgantes
y ojos llorosos.
¡Basta con el monstruo!
No quiero volverlo a ver.
Y mi madre,
¿cómo podría llegar
a imaginármela?
Sus claros y luminosos ojos,
de seguro brillarían
como los de una corza,
pero mucho más bellos.
Aunque con dolor
me dio a luz,
¿por qué debió morir?
¿Morirán así las madres
de todos los hombres
al generar a sus hijos?
¡Qué triste sería suponerlo!
¡Ay, si hubiera podido
conocer a mi madre!
¡Oh, madre mía!
¡Mujer al fin!

(Suspira suavemente y se echa
hacia atrás. Largo silencio.
El canto de los pájaros atrae
su atención. Escucha un pajarillo
que está posado sobre una rama
encima de él)

Gracioso pajarillo,
jamás te escuché hasta hoy:
¿Tienes tu morada en este bosque?
¡Ay, si entendiese
su dulce parloteo!
Tal vez me hablase
de mi madre amada.
Un enano gruñón me relató que
el piar de los pájaros
podía llegarse a entender.
¿Será posible?
¡Ah, ya sé cómo probarlo,
seguiré su canto
y con esta caña
imitaré sus sonidos.
Aunque le falte la palabra,
acertando la melodía
cantaré en su lenguaje
y quizá llegue a entender
lo que dice.

(Salta hacia el cercano manantial,
corta con la espada una caña y a
toda prisa talla con ella una
flauta. Durante el trabajo vuelve
a escuchar)

Calla y escucha,
¡que ahora te hablaré!

(Procura imitar con la caña el
canto del pájaro. Se interrumpe,
talla de nuevo y corrige, pero
viendo que no puede lograrlo
se enfada, mueve la cabeza y
la deja caer con desgana. Se
detiene, riendo)

No suena bien;
con esta flauta
no logro imitar esa dulce melodía.
¡Ah, pajarillo,
me parece que soy torpe
y no podré remedarte con facilidad!

(Mira y escucha de nuevo al
pájaro)

Me avergüenza ese picarón
que me escucha y acecha
sin poderle entender.
¡Ah, mejor es que oiga
mi cuerno!

(Sacude la caña y la arroja
lejos)

Con esa grosera caña
no lograré nada.
Podrás escuchar,
alegre,
una agreste melodía
de las que yo me sé.
Con ella siempre busqué
buena compañía,
pero sólo conseguí
la de lobos y osos.
Veamos quién vendrá ahora,
quizás un buen camarada.

(Toca una alegre melodía con su
cuerno de plata, cada vez que
lo hace interroga con la mirada al
alado huésped del follaje.
Algo se mueve mientras en el fondo,
Fafner en forma de un gran
reptil, ha salido de la cueva, ha
atravesado los matorrales y se
alcanza a ver su cabeza en la parte
elevada de la escena. Al ver a
Sigfrido se detiene y lanza un
sonoro bostezo)

¡Haha! Vaya quien acude
a mi melodioso reclamo:
todo un robusto compañero.

FAFNER
¿Quién está ahí?

SIGFRIDO
¡Ah! Como eres un animal
que sabe hablar,
tal vez podría aprender algo de ti.
Aquí tienes a quien
no conoce el miedo,
¿podrías enseñármelo tú?

FAFNER
Eres un temerario.

SIGFRIDO
Qué sé yo si es
temeridad o entereza,
pero ten cuidado de tu pellejo
si no me enseñas lo que es el miedo.

FAFNER
(Riendo)
Quería beber
y también encuentro qué comer.

(Abre sus fauces y muestra los
dientes)

SIGFRIDO
Qué magnífico gaznate
me muestras,
y qué dientes blancos
veo en tus fauces golosas.
Sería bueno cerrarte esa bocaza,
pues se te ve
demasiado la garganta.

FAFNER
Mal hecha
para palabras vanas,
pero perfecta
para engullirte.

SIGFRIDO
¡Jojo!
Feroz y cruel animalejo.
No me gustaría que me devorases,
por eso me parece prudente
y oportuno que revientes
sin tardanza.

FAFNER
(Rugiendo.)
¡Pruh! Ven,
joven fanfarrón.

SIGFRIDO
¡En guardia, gruñón,
que ahí va el fanfarrón!

(Sigfrido empuña su espada y se
lanza sobre Fafner desafiante.
Éste se desenrosca completamente
y asciende la pendiente arrojando
baba por las narices. Sigfrido
evita la saliva, salta hacia un
lado para evitarla y se coloca a
un lado. Fafner busca alcanzarlo
con la cola, Sigfrido da un salto
y se sitúa tras él, hiendo al
dragón en la cola. Fafner la
recoge violentamente, ruge y se
abalanza erguido, para aplastarlo
con el peso de su cuerpo; al
ofrecer el pecho, Sigfrido le
hunde la espada hasta la
empuñadura, en el corazón.
Fafner, se alza aún más, impelido
por el dolor y cae mortalmente
herido. Sigfrido salta a un lado)

Muere, bicho odioso.
Ya tienes a Notung en el corazón.

FAFNER
¿Quién eres, joven intrépido,
que así traspasaste mi corazón?
¿Quién animó tu valor infantil
para cumplir esta mortal acción?
Tu frente no pergeñó
lo que has realizado.

SIGFRIDO
Ignoro mucho todavía,
ni siquiera sé quién soy,
pero al luchar a muerte contigo,
tú mismo excitaste mi valor.

FAFNER
Joven de ojos luminosos,
ignorante de ti mismo,
te diré a quién diste muerte.
De la prominente raza
de los gigantes,
quedaban los hermanos
Fasolt y Fafner, ambos han caído.
Yo di muerte a Fasolt
por el oro maldito
regalo de los dioses.
Convertido en dragón,
yo, Fafner, el último gigante,
cuidaba el tesoro.
Tú me abatiste, héroe sonrosado.
¿Ves claro ahora,
mancebo floreciente?
El cobarde que te incitó a matarme
ahora medita
tu temprana muerte.
¡Mira cómo se acaba!

(Expirando.)

¡Piensa en mí!

SIGFRIDO
Dime cuál es mi origen, ogro,
puesto que la muerte
parece haberte vuelto sabio,
dedúcelo de mi nombre:
me llaman:
¡Sigfrido!

FAFNER
¡Sigfrido!...

(Se yergue y muere)

SIGFRIDO
Los muertos no responden.
¡Sígueme guiando,
vívida espada mía!

(Fafner, al morir, se ha vuelto
sobre el dorso. Sigfrido le arranca
la espada del pecho; al hacer esto,
su mano se tiñe de sangre y él,
al notarlo, la sacude con fuerza)

¡Esta sangre abrasa como el fuego!

(Lleva involuntariamente la mano a
la boca. Se queda pensativo y oye
los susurros de la fronda)

Casi podría asegurar
que las avecillas me hablan.
¿Será por virtud
de la sangre que he bebido?
¡Atención!
¿Qué me canta ese pajarillo?

VOZ DE UN PÁJARO
DEL BOSQUE
(Desde lo alto del tilo.)
El tesoro de los nibelungos
ahora pertenece a Sigfrido.
¡Oh, si va al antro
en su busca!
Si se apodera del yelmo,
podrá servirle para
grandes empresas,
pero si elige el anillo,
lo hará dueño del mundo.

SIGFRIDO
Gracias, por tu consejo,
amable pajarillo.
Voy a seguirlo con agrado.

(Desciende la pendiente, penetra
en el antro y desaparece)


Escena Tercera

Escena Tercera

(Mime entra. Al mismo tiempo y
del otro lado, Alberico sale de
entre las rocas)

ALBERICO
¿Hacia dónde te deslizas
tan de prisa y astuto,
ruin compañero?

MIME
¿Acaso te necesito aquí,
maldito hermano?
¿Qué te trae a este sitio?

ALBERICO
¿Ambicionas el oro mío,
pillo?
¿Codicias mis bienes?

MIME
¡Vete de este sitio!
El lugar me pertenece:
¿qué buscas aquí?

ALBERICO
¿Es que te estorbo
en tu tranquilo plan
de venir a robar?


MIME
No he de perder
lo que logré
tras muchos afanes.

ALBERICO
¿Acaso tú despojaste al Rhin
del oro para hacer el anillo
y le infundiste
su perdurable encanto?

MIME
¿Quién creó el yelmo mágico
que trueca las formas?
¿Acaso lo inventó
quien más lo necesitaba?

ALBERICO
¿Qué entendías
del arte de forjar, remendón?
El anillo mágico confirió
al enano su ciencia de artífice.

MIME
¿Ahora dónde lo tienes?
Los gigantes te lo quitaron.
Mi astucia me proporcionará
aquello que tu perdiste.

ALBERICO
Mísero, ¿quieres beneficiarte
de la proeza del joven?
El rubio mancebo es su dueño,
a ti no te pertenece.

MIME
Yo lo eduqué;
ahora me paga su crianza,
hace tiempo espero el premio
a los cuidados y desvelos.

ALBERICO
Mísero y vil siervo,
ambicioso y astuto,
¿por la educación del joven
te atreves a pretender
ser rey?
El perro más sarnoso
merecería el anillo
más que tú.
Jamás conquistarás
el aro del poder, ¡zopenco!

MIME
Conquístalo y quédate
con el aro luminoso,
sé su dueño
pero considérame
como un hermano.
Te lo cambio
por la bagatela
de mi yelmo:
nos pertenece a ambos,
compartamos el botín.

(Se frota las manos con
confianza.)

ALBERICO
(Con una risa burlona)
¿Repartirlo contigo
y darte precisamente el yelmo?
¡Qué astuto!
Jamás podría dormir tranquilo
temiendo tu traición.

MIME
(Fuera de sí)
¿Ni cambiar?
¿Ni repartir?
¿Debo irme con las manos vacías?
¿Sin recompensa alguna?
¿No quieres cederme nada?

ALBERICO
¡Nada de nada!
No te llevarás
ni siquiera un clavo.

MIME
(Furioso.)
Ya que no consientes
en repartir,
no dejaré que te apropies
ni del anillo ni del yelmo.
Pediré la ayuda de Sigfrido
en tu contra
y la potente espada del héroe
será la que juzgará, hermano.

(Sigfrido aparece en el fondo de
la escena)

ALBERICO
¡Vuélvete que ya!
¡Ahí sale del antro!

MIME
(Mirando.)
Seguramente habrá escogido
chucherías infantiles.

ALBERICO
¡Trae el yelmo!

MIME
¡Y también el anillo!

ALBERICO
¡Maldición! también el anillo.

MIME
(Riendo maliciosamente.)
Haz que te lo entregue,
Yo ya quiero ganármelo.

(Desaparece en la espesura del
bosque con las últimas palabras)

ALBERICO
No obstante tan sólo
ha de pertenecer a su dueño.

(Sigfrido, que ha salido del antro,
con el anillo y el yelmo, se para
en la altura observando los objetos
que trae consigo)

SIGFRIDO
No sé de qué me servirán,
pero los tomé
del oro amontonado
en el tesoro, porque así
me lo advirtió
un buen consejero.
Que vuestro brillo sea
testimonio de este día
y recuerdo de mi hazaña
en la que vencí luchando
a Fafner, sin aprender a temer.

VOZ DE UN PÁJARO
DEL BOSQUE
¡Eh! El yelmo y el anillo
ahora pertenecen a Sigfrido.
¡Oh! que no se fíe de Mime,
el traidor.
Si Sigfrido escucha atento
las falsas palabras del pillo,
podrá comprender a su antojo
los propósitos de Mime,
por virtud de la sangre que probó.

(Ve acercarse a Mime)

MIME
(Para sí)
Medita y calcula
el valor del botín.
Si cierto sabio viajero
pasara por aquí
rondando por las cercanías,
quizás engañaría al muchacho
con los astutos consejos
de las runas.
El enano debe ser
doblemente listo;
ahora le tenderé
el lazo más artero;
embaucaré al terco mozuelo
con frases amistosas y falsas.

(lo saluda con cumplido gesto)

¡Bienvenido, Sigfrido!
Dime, intrépido,
¿ya has aprendido a temer?

SIGFRIDO
Aún no encontré al maestro.

MIME
Pero diste muerte
al viperino monstruo.
¿Te resultó
un contrincante peligroso?

SIGFRIDO
Por feroz y huraño que fuese,
su muerte me afligió
pues peores malvados viven aún
sin ser castigados.
Detesto a quien me impulsó
a matarlo, más que al dragón.

MIME
(Muy afectuoso)
¡Poco a poco!
No me verás por mucho tiempo;
un sueño eterno

(Empalagoso)

cerrará pronto tus ojos.
Ya me has servido para

(Como alabándolo)

lo que te necesitaba,
ahora sólo me queda
despojarte del botín.
Me parece que lo lograré
porque es muy fácil engañarte.

SIGFRIDO
¿De modo que tramas
para hacerme daño?

MIME
(Sorprendido)
¿Quién dijo eso?

(Se adelanta y dice con ternura.)

Sigfrido, óyeme,
hijo mío:
A ti y a tu raza siempre odié
de todo corazón;
no fue por cariño
que te cuidé;
Fafner guardaba un tesoro
y mi afán fue su oro;

(Como si le dijera algo muy
agradable)

de modo que si no me lo entregas
de buen grado,
Sigfrido, hijo mío,
tú mismo podrás figurártelo,
tendrás que dejarme tu vida.

SIGFRIDO
Oigo gozoso
que me odias,
¿pero habré de darte
mi vida?

MIME
(Contrariado)
Me entiendes mal,
no he dicho eso.

(Saca la botella que traía oculta)

Mira, debes estar cansado
de la ruda lucha;
los labios deben arderte, febriles:
tengo una agradable bebida
para apagar tu sed.
No perdí el tiempo
y mientras forjabas la espada,
te preparé este cordial.
Si lo bebes, habré ganado
tu fuerte acero y con él,
yelmo y tesoro.

(Ríe con risa forzada)

¡Ji, ji, ji, ji, ji, ji,!

SIGFRIDO
¿Conque quieres robarme
mi espada, el anillo
y todo el botín que he ganado?

MIME
O tú me entiendes mal
o yo me embrollo...
Trato penosamente
de disimular mis
secretos pensamientos y tú,
muchacho torpe,
todo lo interpretas al revés.
Abre los oídos y óyeme bien;
escucha lo que Mime
quiere decir:
Toma, bebe y refréscate.
Mis bebidas
te reconfortaron a menudo,
les hacías asco
y te ponías malhumorado,
pero siempre
aunque disgustado,
aceptaste cuanto te ofrecí.

SIGFRIDO
Me agradaría
una buena bebida,
¿cómo has preparado ésta?

MIME
(Con alegría juguetona)
¡Ah! bébela
y fía en mi habilidad.
Oscuridad y confusión
embotarán tus sentidos:
Dejarás caer los miembros,
aletargado e inconsciente.
Cuando estés así,
postrado,
podré quitarte el botín
y esconderlo fácilmente.
Como en ninguna parte
estaría seguro de ti,
aún en posesión
de la sortija,
te cortaré la cabeza
con tu misma espada,
que tan filosa templaste,
y así disfrutaré
del anillo sin inquietud.
¡Ji, ji, ji, ji, ji, ji!

SIGFRIDO
¿Quieres asesinarme
mientras duermo?

MIME
(Muy contrariado)
¿Que pretendo eso?
¿Eso he dicho?

(Se esfuerza en hablar con dulzura)

Hijo mío,
tan sólo quiero...
¡Cortarte la cabeza!
Aunque no te odiase tanto
y no tuviese que vengar
tantos agravios de ofensas
y de vergonzosas imposiciones;
no puedo ya dejar
de apartarte del camino.
¿En qué otra forma
llegaría yo al botín,
cuando Alberico
también lo ansía?

(Vacía el recipiente en un cuerno
que ofrece con insistencia a
Sigfrido)

Bebe, mi welsungo,
hijo de lobo;
traga y muere de una vez,
que jamás volverás a beber.
¡Ji, ji, ji, ji, ji, ji!

(Sigfrido esgrime su espada)

SIGFRIDO
¡Y tú, charlatán repugnante,
prueba mi espada!

(con un rápido golpe lo mata)

VOZ DE ALBERICO
¡Ja, ja, ja, ja, ja!

SIGFRIDO
Notung saldó mi deuda
de odio,
para eso la forjé.

(Levanta el cadáver de Mime, lo
lleva hacia la caverna y lo arroja
dentro)

Aquí, en el antro,
reposa sobre el tesoro
que con obstinada astucia
quisiste alcanzar.
Ya puedes gozar de tu deseo.
Ahora te proporcionaré
un buen guardián
que te proteja de ladrones.

(Arrastra y hace rodar el cuerpo
del dragón muerto, hasta la boca
de la cueva, de modo que obstruye
con él su entrada)

Reposa también ahí,
dragón sombrío.
Guarda el brillante tesoro
en compañía de
tu ambicioso enemigo.
Por fin ambos hallasteis paz.
Labor tan pesada
me ha causado calor.
Mi sangre circula
acalorada, hirviendo;
la frente quema mi mano.
Ya está el sol en lo alto,
su luminosa pupila
lanza sus rayos sobre mi cabeza,
desde el claro azul.
La sombra del tilo
me prestará fresco alivio.

(Se acuesta bajo el tilo y mira
de nuevo hacia el follaje.
Larga pausa)

Amable pajarillo,
después de esta larga pausa,
escucharía con placer
tu grato canto una vez más.
Te veo contento mecerte
sobre las ramas
aleteando y gorjeando,
mientras tus hermanos y hermanas
revolotean en torno,
alegres y tiernos.
En cambio yo...estoy tan solo...
no tengo hermanos ni hermanas;
mi madre no existe;
mi padre sucumbió;
el hijo jamás pudo verlos.
Mi único compañero
fue un enano pérfido;
no supo inspirarme
ni bondad ni amor;
el pillo me tendió arteros lazos
y hasta tuve que matarlo.
Oh, pájaro amigo,
ahora quiero interrogarte:
¿No podrías procurarme
un buen compañero?
Lo he buscado muchas veces
pero siempre en vano;
tú, mi leal amigo,
darías mejor con él
y podrías aconsejarme bien.
Entonces canta,
que te escucho ansioso.

VOZ DE UN PÁJARO DEL BOSQUE
¡Ah, Sigfrido ya mató
al enano malvado!
Conozco para él
una mujer sublime que duerme
sobre una elevada roca;
el fuego circunda su lecho.
Quien logre franquear las llamas
despertará a la virgen
y Brunilda será suya.

SIGFRIDO
¡Oh, canto divino,
dulce acento!
¡Cómo abrasa mis sentidos
e inflama mi pecho!
¡Cómo se agita mi corazón
y late ardoroso!
¿Qué será lo que siento
embargar mis sentidos?
Dímelo tú, buen amigo.

VOZ DE UN PÁJARO DEL BOSQUE
Mi canto de amor
he tejido
con delicias y penas.
Sólo quien anhela esa pasión
puede interpretarlo.

SIGFRIDO
Con jubilosos impulsos
quiero marchar de aquí
para salir del bosque
y llegar a la roca.
Dime una vez más, cantor amigo,
¿lograré atravesar el fuego?
¿podré despertar a la novia?

VOZ DE UN PÁJARO DEL BOSQUE
Jamás ningún cobarde
despertará a la novia
ni conquistará a Brunilda,
pero sí, sólo quien no sepa temer.

SIGFRIDO
Pajarillo, ese muchacho torpe
que no sabe lo que es el miedo...
¡Ese soy yo!
Aún hoy mismo me afané en vano
para que me lo enseñara Fafner.
Ahora ardo en deseo de saberlo
por mediación de Brunilda.
¿Mas cómo encontrar
el camino a esa roca?

(El pájaro emprende vuelo,
revolotea sobre Sigfrido y luego
parte sin vacilar hacia la izquierda)

SIGFRIDO
Tú me enseñarás la senda.
¡Seguiré tu vuelo
hacia donde te encamines!

(Sale corriendo tras el pájaro)



Acto III

ACTO III


(Es de noche; viento, rayos y
violentos truenos. Hace su entrada
el Caminante y con paso resuelto
se encamina hacia una hendidura
de la roca, donde apoyado en su
lanza en solemne actitud, dice
lo que sigue)

CAMINANTE
¡Alerta, Wala!
¡Wala, despierta!
Te saco de tu largo sueño,
disipando tu sopor.
Te llamo.
¡Surge! ¡Ven!
Asciende del abismo sombrío
de tu nebulosa gruta.
¡Erda! ¡Erda!
¡Mujer eterna!
Surge hacia la altura
desde tu profunda morada.
Hago oír
mi exclamación de alerta
para que despiertes,
cantando te saco de
tus meditabundos sueños.
¡Omnisciente!
¡Vidente original!
¡Erda! ¡Erda!
¡Eterna mujer!
¡Vela! ¡Despierta!
¡Wala! ¡Despierta!

(La gruta ha empezado a
iluminarse; envuelta en una nube
azul asciende Erda. Parece estar
cubierta de escarcha)

ERDA
Me invocan con fuerza,
el hechizo me atrae poderoso.
He despertado de
mi sopor de vidente;
¿quién disipó mi letargo?

CAMINANTE
Soy yo quien te invoca.
Te conjuro para que
aquella a quien domina
profundo sueño,
surja despierta.
He recorrido el mundo
y he vagado sin cesar
buscando la ciencia
para obtener
la sabiduría original.
No existe otra sapiente como tú;
cuanto alberga la profundidad
y cuanto cumbre y valle,
aire y agua circundan,
te es conocido.
Donde hay vida
alcanza tu hálito.
Cuanto la mente medita
no escapa a tu reflexión:
se dice que todo lo sabes.
Te despierto de tu sueño
para beber en tu ciencia.

ERDA
Mi dormir es soñar,
mi soñar meditar,
y mi pensar domina el saber.
Mientras duermo velan las parcas.
Ellas tejen la cuerda
e hilan cuidadosamente cuanto sé.
¿Por qué no interrogas
a las Nornas?

CAMINANTE
Las parcas, hilan sujetas
a las leyes del mundo,
ellas nada pueden decidir ni mudar.
En cambio, reclamo agradecido
de tu sapiencia,
el medio de detener
el giro de la rueca.

ERDA
Las acciones humanas
oscurecen mi ánimo.
Vidente cual soy,
otrora me dominó un poderoso.
Le di a Wotan
una criatura celestial;
ella le escogía
los héroes muertos
para consagrarlos a él.
Es heroica y también sabia.
¿Por qué me despiertas
en lugar de interrogar
a la hija de Erda y Wotan?

CAMINANTE
¿Te refieres a la walkyria,
a la virginal Brunilda?
Osó desafiar
al dominador de la tempestad,
cuando sostenía una lucha interior,
cumpliendo aquello
que el conductor de la victoria
anhelaba que se hiciese
pero tuvo que prohibirlo
en perjuicio de sí mismo.
La rebelde, fiando en ella,
se atrevió a realizarlo
por cuenta propia;
tal hizo Brunilda en plena la lucha.
El padre de los combates
castigó a la doncella;
cerró sus ojos en profundo letargo
y duerme ahora sobre árida roca.
Sólo despertará para consagrarse
y ser la esposa de un mortal.
¿De qué me serviría interrogarla?

ERDA
Desde que desperté
me encuentro aturdida.
El mundo rueda torpe y confuso.
La hija de Wala, la walkyria,
expía su culpa en los lazos
del sueño mientras
su sabia madre duerme?
¿Castiga su rebeldía aquel
que le enseñó a ser arrogante?
¿Castiga la acción aquel
que promovió el hecho?
¿Castiga lo razonable y
domina con el perjurio aquel que
protege los derechos
y hace mantener los juramentos?
¡Déjame descender al abismo
para sepultarme
en mi sueño de vidente!

CAMINANTE
Madre; no te dejaré partir;
para evitarlo conozco el conjuro.
Cierta vez,
con tu ancestral sabiduría,
clavaste el aguijón de la angustia
en el animoso corazón de Wotan.
Con el temor de un
infamante y vergonzoso fin
le agobió tu saber
y la flaqueza turbó su valor.
Si eres la más sabia del mundo,
entonces dime:
¿cómo puede vencer el dios
sus temores?

ERDA
Tú no eres aquello que finges ser.
¿Por qué viniste,
turbulento e implacable
a turbar el sueño de Wala?

CAMINANTE
Tampoco tú eres lo que piensas.
La sabiduría de la madre original
toca a su fin;
tu saber se esfuma
por mi voluntad.
¿Sabes lo que quiere Wotan?
Ya que lo ignoras,
te lo diré al oído
para que duermas sin
temor eternamente:
desde que mi voluntad
así lo quiere ya no me angustia
el fin de los dioses.
Todo cuanto decidí en otro tiempo,
con profundo dolor,
desesperado, en la discordia,
ahora lo ejecutaré
con alegría y placer.
Si arrojé con gran repugnancia
la codicia de los nibelungos
sobre el mundo, ahora
lego mi herencia al más hermoso
de los welsungos.
Mi elegido, joven valeroso,
que nunca me conoció,
conquistó sin mi protección
el anillo de los nibelungos.
Deseoso de amar,
ajeno a la envidia,
su nobleza anula
la maldición de Alberico,
puesto que desconoce el miedo.
El héroe despertará, cariñoso,
a quien me diste a luz,
a Brunilda.
Tu hija, una vez despierta,
cumplirá, consciente,
la acción redentora del mundo.
Entonces, vete a dormir,
cierra tus ojos
y soñando contempla mi fin.
Su inmortalidad cede
con placer al dios en
aras de la liberación.
Desciende, pues, Erda.
Madre agorera
de temores e infortunios.
¡Abísmate! Desciende
y reanuda tu eterno sueño.

(Erda desaparece en la profundidad.
La escena queda tan solo iluminada
por la luna. El Caminante se apoya
en la roca de donde surgió, mirando
hacia el frente)

Escena Segunda

(El Caminante permanece en la
misma posición. El pájaro llega
volando de aquí para allá y
desaparece veloz hacia el fondo)

CAMINANTE
Allí veo acercarse a Sigfrido...

SIGFRIDO
Mi pajarito
se perdió a lo lejos.
Alegre me mostró el camino
con cauto vuelo
y melodioso canto;
ahora ha huido distante.
Será mejor que yo mismo
busque la roca
que mi guía me señaló,
seguiré por ahí adelante.

CAMINANTE
¿Hacia dónde diriges
tus pasos, joven?

SIGFRIDO
Alguien habla ahí,
quizá sepa decirme el camino...

(Se aproxima al Caminante)

Busco un peñón
que está cercado de fuego;
allí duerme una virgen
a quien deseo despertar.

CAMINANTE
¿Quién te dijo
que buscases el peñón?
¿Quién, que ambicionaras a esa joven?

SIGFRIDO
El canto de un pajarillo del bosque
me sugirió tan feliz idea.

CAMINANTE
Mucho dicen
los pajarillos en su lengua
pero ningún hombre puede entenderla.
¿Cómo lograste
el sentido de sus trinos?

SIGFRIDO
Fue la maravilla que obró
la sangre de un fiero dragón
que abatí frente
al antro de la envidia;
apenas su calor humedeció mis labios
comencé a comprender
la canción del pajarillo.

CAMINANTE
Si diste muerte al gigante, di,
¿quién te animó a luchar
contra el poderoso dragón?

SIGFRIDO
Mime me condujo hacia él,
un enano traidor que
quiso enseñarme a temer,
pero el mismo dragón,
abriendo sus fauces amenazador,
me incitó a esgrimir la espada
que lo mató.

CAMINANTE
Mas ¿quién forjó la espada
tan dura y bien templada
que mató a tan poderoso enemigo?

SIGFRIDO
Yo mismo la forjé
pues el herrero no fue capaz;
de lo contrario aún estaría desarmado.

CAMINANTE
Pero...
¿quién hizo
los fuertes trozos
con que forjaste la espada?

SIGFRIDO
Lo ignoro.
Sólo sé que
de no haberla forjado de nuevo
de nada me habrían servido.

CAMINANTE
(riendo)
¡Eso ya me lo figuro!

SIGFRIDO
¿Por qué te mofas de mí,
viejo curioso?
Acaba de una vez
y no me hagas perder tiempo,
aquí con tu charla.
Si sabes indicarme el camino,
¡habla!
pero si no eres capaz,
sujeta tu lengua.

CAMINANTE
Calma, mozuelo.
Me debes respeto,
puesto que te parezco viejo.

SIGFRIDO
Era lo que me faltaba.
Desde que vivo,
siempre se me atraviesa
un viejo en el camino;
al primero ya lo eliminé.
Si te plantas con esa arrogancia
frente a mí por más tiempo,
te prevengo que tengas cuidado,
no corras la suerte de Mime.

(Se acerca y observa detenidamente
al Caminante)

¿Qué pareces?
¡Vaya un sombrero que usas!
¿Por qué lo llevas
cubriendo tanto el rostro?

CAMINANTE
Es la costumbre de los viajeros
cuando marchan contra el viento.

SIGFRIDO
Pero debajo ocultas
la ausencia de un ojo.
Con seguridad
te lo habrá vaciado
alguno a quien pretendías detener
en su camino con terquedad.
Ahora vete y no te expongas
a perder también el otro.

CAMINANTE
Hijo mío, veo que
cuando no sabes algo
sales del paso con ingenio.
Pero es con el ojo que perdí
por otra causa,
que tú observas el único
que me queda para la visión.

SIGFRIDO
(Después de reflexionar un
momento, ríe a grandes
carcajadas)
¡Ja, ja, ja, ja, ja!
Eres ocurrente y me haces reír.
Pero óyeme,
basta ya de conversación;
enséñame el camino enseguida
y luego prosigue el tuyo;
es para lo único que
puedes serme útil.
¡Habla o yo mismo
te quito de ahí!

CAMINANTE
(Con dulzura)
Si me conocieses,
no me ofenderías de ese modo,
intrépido retoño.
Me duelen tus amenazas,
confiando tanto en ti.
Siempre amé tu
luminosa estirpe
pero mi furor implacable
la agobió de horror.
Quien es para mí
tan grato y sublime
no despierte hoy el rencor:
¡que nos aniquilaría a ambos!

SIGFRIDO
¿No me darás respuesta,
molesto entrometido?
Apártate de la ruta;
yo sé que por aquí
se va hacia la virgen dormida.
Así me lo indicó mi pajarillo,
el que huyó con rapidez al llegar.

CAMINANTE
(Profundamente enojado y con
imperioso gesto)
Te abandonó para ponerse a salvo
pues aquí está
el señor de los cuervos,
¡pobre de él si lo alcanzan!
No has de seguir
el camino que te enseñó.

SIGFRIDO
¡Ah! ¡Me lo prohíbes!
¿Quién eres tú
para pretender impedírmelo?

CAMINANTE
Teme al guardián de la roca.
Mi influjo mantiene
encerrada a la virgen dormida;
quien la despierte
y quien la posea
me arrebatará para siempre
el poder.
Un mar de fuego
rodea a la virgen;
ardientes llamas lamen la roca
y a quien la codicie para novia
se le opondrá el calor del fuego.

(Señalando con la lanza hacia el
peñón)

Mira a lo alto. ¿Percibes la luz?
Su brillo aumenta
y las ascuas se inflaman.
Nubes abrasadoras se extienden
de la crepitante hoguera
y serpentean hacia abajo;
un mar resplandeciente
circunda tu cabeza;

(Aparece en el peñón una claridad
creciente con resplandor rojizo de
incendio)

un fuego abrasador
pronto te devorará
y consumirá.
¡Atrás pues,
joven insensato!

SIGFRIDO
Atrás tú, fanfarrón.
¡He de ir allá, donde
arden las llamas y duerme Brunilda!

(Sigfrido avanza decidido, el
Caminante le cierra el paso)

CAMINANTE
Si el fuego no te atemoriza,
mi lanza te cerrará el paso.
Mi mano aún empuña
el símbolo del poder;
la espada que tú blandes
un día se rompió contra su asta,
bajo la lanza eterna caerá rota
una vez más.

(Extiende su lanza)

SIGFRIDO
(Esgrimiendo la espada)
Por fin encuentro
al enemigo de mi padre.
Magnífica ocasión
para vengarlo.
Esgrimes tu lanza en vano,
mi espada la reducirá a pedazos.

(Parte en dos la lanza del Caminante
de un solo golpe en dos pedazos,
éste los recoge con tranquilidad)

CAMINANTE
Avanza, entonces.
¡No puedo detenerte!

(Retrocede y desaparece en la
oscuridad)

SIGFRIDO
El cobarde huyó
con el arma rota.
¡Oh, delicioso fuego!
¡Deslumbrante resplandor!
Tu lumbre me ha dejado
abierto el camino.
¡Bañarme en fuego!
¡Encontrar a la novia entre llamas!
¡Hoho! ¡Hahei!
¡Por fin hallaré
una compañera amorosa!

(Lleva a sus labios el cuerno y
se arroja decididamente a las
llamas)

Escena Tercera

(La escena es exactamente igual que
el final del tercer acto de
"La Walkyria". En primer
plano, bajo un frondoso pino,
está acostada Brunilda, que duerme
profundamente su largo sueño,
protegida por la brillante
armadura y el casco, y cubierta
por el ancho escudo)

SIGFRIDO
Sublime soledad
la de estas soleadas alturas.
¿A quién veo reposar
en el sombrío pinar?
Es un corcel sumido
en profundo letargo.

(Avanza lentamente y se detiene
asombrado al percibir el cuerpo
yacente de Brunilda a corta
distancia)

¿Qué resplandece ante mí?
¡Qué vivos reflejos acerados!
¿Todavía me deslumbran
las llamas?
Relucientes armas...
Si las levantase...

(Levanta el escudo y ve el rostro
de Brunilda cubierto por el yelmo)

¡Ah! Un hombre armado.
Cómo me regocija esta aparición.
Quizás el yelmo
le oprima su augusta cabeza.
Si le quito estos arreos,
sin duda la sentirá más liviana.

(Desata con cuidado el yelmo,
dejando libre la cabeza de la
doncella, cuya rizada cabellera se
esparce en derredor)

¡Ah! Qué hermoso es.
Veo el astro luminoso
de su sonriente imagen
resplandecer cual irisadas nubes
que se esparcen ondulantes
sobre los luminosos espacios
del claro lago del cielo.

(Se inclina absorto sobre la
dormida)

Su pecho se levanta
henchido por su aliento;
quitémosle la ceñida coraza.

(Lo intenta con cuidado)

Ven espada mía,
corta el acero.

(Va cortando con anhelante
precaución, poco a poco, los anillos
que ciñen la coraza y levantando la
mitad anterior de la misma,
descubre la delicada vestimenta
femenina de Brunilda)

¡No es un hombre!
Abrasador encanto
conmueve mi corazón.
Anhelo ardiente se
apodera de mis ojos;
mis sentidos se
enturbian y desfallecen.
¿A quién llamo en mi
socorro para que me ayude?
¡Madre! (Madre!
¡Acuérdate de mí!

(Reclina la cabeza como sin fuerza
sobre el seno de Brunilda. Luego se
yergue suspirando)

¿Cómo despertar a la virgen
para contemplar sus ojos?
¿No me deslumbrará su mirada
al abrir sus pupilas?
¿Bastará mi osadía
para soportar su influjo?
En torno mío todo gira
vacilante e irreal.
Un insaciable anhelo
embarga mis sentidos;
el corazón palpita,
mis manos tiemblan.
¿También soy un timorato?
¿Acaso esto será el miedo?
¡Oh, madre! ¡Madre!
A tu animoso hijo
una mujer dormida
le enseñó lo que es temer.
¿Cómo vencer el miedo?
¿Cómo recobrar el valor?
Tendré que despertar a la doncella
para reanimarme yo mismo.

(Se inclina cada vez más sobre ella)

Qué dulces se agitan
sus florecientes labios.
Cómo me acongoja
su tierna sonrisa.
¡Ah! Su delicioso aliento
tibio y perfumado.
¡Despierta! ¡Despierta!
¡Mujer divina!
Aún no me oye.
Quisiera aspirar la vida
de esos dulcísimos labios,
¡aunque en ello me fuera la vida!

(Se inclina con los ojos cerrados,
como desmayado, sobre la walkyria.
Posa sus labios en su boca. Brunilda
se despierta y se va incorporando
poco a poco hasta sentarse. Con los
brazos abiertos saluda a la tierra
y al cielo tomando conciencia de
su regreso a la vida)

BRUNILDA
¡Salve, oh sol!
¡Salve, oh luz!
¡Salve, oh resplandeciente día!
Largo fue el sueño
del que desperté.
¿Quién es el héroe
que disipa mi letargo?

SIGFRIDO
Atravesé el fuego
que cercaba el peñón;
te quité el fuerte yelmo.
Sigfrido se llama
quien te despertó.

BRUNILDA
¡Salve, oh dioses!
¡Salve, oh mundo!
Te saludo, tierra floreciente.
Mi sueño al fin se acabó;
y despierta puedo
contemplar que Sigfrido
es quien me despertó.

SIGFRIDO
¡Gloria a la madre
que me engendró!

BRUNILDA
¡Gloria a la madre
que te engendró!

SIGFRIDO
¡Salve a la tierra
que me nutrió!

BRUNILDA
¡Salve a la tierra
que te nutrió!

SIGFRIDO
Porque puedo contemplar dichoso
tus ojos, que ahora me sonríen

BRUNILDA
¡Sólo debían verme tus ojos!
¡Sólo por ti podía despertar!
¡Oh, Sigfrido! ¡Sigfrido!
¡Héroe divino!
Tú, luz victoriosa,
me devolviste a la vida.
¡Oh, alegría del mundo,
si supieses cuánto te he amado!
Tuyos fueron mis pensamientos
tuyos mis afanes.
Presté apoyo a tu debilidad
antes de que fueras concebido.
Mi escudo te protegió
antes de haber nacido.
¡Hace tanto que te amo, Sigfrido!

SIGFRIDO
¿De modo que mi madre no ha muerto
y sólo dormitaba amorosamente?

BRUNILDA
¡Oh, tierno hijo!
Tu madre no volverá más.
Pero si para dicha mía me amas,
yo lo seré para ti.
Lo que tú ignoras
yo lo sé por ti,
pero el origen de mi ciencia
proviene de que te amo.
¡Oh, Sigfrido! ¡Sigfrido!
¡Luz victoriosa!
Siempre te amé a ti.
Pues sólo yo adiviné
el pensamiento de Wotan,
presentí su propósito
que nunca pude expresar
ni precisar,
por él me batí,
luché y combatí,
por él hice frente
a quien lo concibió;
por él fui castigada
y debí expiar la pena.
Aquello que no concebí
y tan sólo adiviné,
si supieras descifrar
ese recóndito propósito
encontrarías que sólo
fue amor hacia ti.

SIGFRIDO
Las delicias que dices
resuenan como mágico canto,
pero su sentido me es oscuro.
Veo con claridad
el fulgor de tus ojos,
percibo el cálido hálito
de tu aliento
y oigo el dulce acento
de tu voz;
pero lo que me dices cantando,
admirado, no alcanzo a entender.
No puedo meditar
a conciencia nada remoto
porque todos mis sentidos
están absortos y fijos en ti.
Me has aprisionado
con las angustias del miedo.
Tan sólo tú
me has enseñado a temer.
Has atado para siempre,
con fuertes cadenas,
el ánimo que abrigaba mi pecho.

BRUNILDA
(dirige su mirada al bosque)
Allí veo a Grane mi noble corcel,
paciendo alegremente,
él dormía, como yo.
Sigfrido lo despertó
al despertarme.

SIGFRIDO
Mis ojos se regocijan en tu boca,
mas mis labios arden
en abrasadora sed
ya que no encuentran
el placer de los ojos.

BRUNILDA
Ve sus armas y las señala con la
mano)
Ahí veo el escudo que
protegió a tantos héroes...
Y el yelmo que...
cubrió mi cabeza.
Ya no me protegerán ni
cubrirán más.

SIGFRIDO
Una celestial doncella
abrasó mi corazón;
una mujer hirió mi alma con saña;
vine indefenso,
sin yelmo ni escudo.

BRUNILDA
(Con tristeza)
Veo el brillante
acero de mi coraza,
la partió en dos
una filosa espada;
quitó la protección
del cuerpo virginal.
Estoy sin escudo ni amparo,
indefensa y débil mujer.

SIGFRIDO
Llegué hacia ti
atravesando ardiente fuego;
ni malla ni coraza
protegían mi cuerpo,
entonces el fuego invadió mi pecho.
Y ahora mi sangre
hierve con abrasador ardor.
Un fuego devorador
se encendió en mí.
La hoguera que ardía
rodeando la roca de Brunilda,
ahora está abrasando mi pecho.
¡Oh, mujer!
Extingue ahora el fuego,
aplaca la llama devoradora.

(La estrecha entre sus brazos,
Brunilda se desprende de ellos
y huye al otro lado de la escena)

BRUNILDA
Nunca osó tocarme un dios.
Los héroes se inclinaban
tímidos ante la doncella;
me despedí pura del Walhalla.
¡Oh dolor! ¡Desdicha!
Doloroso vejamen
el de esta denigrante pena
que me ha inferido
quien me despertó.
Me rompió coraza y yelmo.
¡Ya no soy más Brunilda!

SIGFRIDO
Aún eres para mí
la doncella dormida;
todavía no he turbado
el sueño de Brunilda.
¡Despierta! ¡Sé mía!

BRUNILDA
Mis sentidos se extravían,
mi mente se ofusca;
¿será que se esfuma mi saber?

SIGFRIDO
¿No me dijiste que
tu ciencia era tan sólo
un reflejo de tu amor hacia mí?

BRUNILDA
Funesta oscuridad
enturbia mi mirada;
mis ojos se nublan,
la luz se extingue
y la noche me rodea.
Espantosas tinieblas
me envuelven con furia
en confusa angustia.
Un inmenso terror me invade
y se yergue sobre mí.

(Angustiada se cubre los ojos
con las manos)

SIGFRIDO
(Apartándole dulcemente las manos
de los ojos)
La noche rodea a los ojos vendados.
Las tétricas sombras
desaparecen al caer las vendas.
Aparta las tinieblas
y mira que el día resplandece
con fúlgido sol.

BRUNILDA
(con emoción)
El día de mi afrenta
reluce con fúlgido sol.
¡Oh Sigfrido! ¡Sigfrido!
Contempla mi pesar.
Eterna fui,
eterna soy,
eterna en el dulce
anhelo de delicias.
¡Eterna para tu gloria!
¡Oh Sigfrido! ¡Espléndido!
¡Tesoro del mundo!
Vitalidad del orbe.
Héroe sonriente.
¡Déjame! ¡Oh, déjame!
Apártate de mí.
No te me acerques,
no te aproximes ardoroso.
No me oprimas con
ese apremio abrasador;
no aniquiles a quien más te ama.
¿No viste alguna vez
tu imagen en el límpido arroyo?
¿No te causó regocijo?
¿No viste desaparecer
la límpida superficie del arroyo
y borrarse tu imagen
quedando tan sólo
el agitado movimiento de las ondas,
al agitar el agua tranquila
formando olas?
Así, no me toques,
ni me enturbies.
De mí te llegará
luz eterna y ventura sonriente,
alegre y augusto héroe.
¡Oh, Sigfrido!
¡Vástago esplendoroso!
No aniquiles a tu propio bien,
por cariño a ti mismo.

SIGFRIDO
¡Cuánto te amo!
¡Si tú me quisieras!
Ya no soy dueño de mí mismo.
¡Oh, si fueras mía!
Ante mí fluye
un torrente avasallador.
Todos mis sentidos
son atraídos hacia él.
Quiero refrescarme
en esa corriente
de oleadas de delicias
que destruyó mi clara imagen,
encendiéndola de deseo
y en ardor que me devora.
Yo mismo, tal cual soy
deseo arrojarme a su caudal.
¡Oh, si sus ondas me
cubriesen placenteras
y su corriente aplacara mi deseo!
¡Despierta, Brunilda!
¡Animo, amada!
Vive y sonríe al dulcísimo amor.
¡Sé mía! ¡Sé mía! ¡Sé mía!

BRUNILDA
¡Oh, Sigfrido!
¡Siempre fui tuya!

SIGFRIDO
Si siempre lo fuiste, entonces...
¿por qué no serlo ahora?

BRUNILDA
¡Seré eternamente tuya!

SIGFRIDO
Sé desde ahora
lo que siempre serás.
Cuando mis brazos
te enlacen estrechamente
y mi pecho ardoroso
palpite contra el tuyo,
encendidas las miradas,
confundidos los alientos,
unidos en mutua contemplación,
labio sobre labio,
entonces serás para mí
aquello que tímida
dices que fuiste y deberás ser.
Entonces concluirá la angustiosa
duda de saber si Brunilda ya es mía.

BRUNILDA
¿Que si soy tuya?
Una paz celestial
me inunda
con su arrullo,
casto frenesí
me invade con ardor.
La ciencia divina
que me atormentaba,
huyó lejos
ante el júbilo del amor.
¿Si soy tuya?
¡Sigfrido!
¡Sigfrido!
¿No me ves?
¿No te ciega
mi ardiente mirada?
¿No te quema mi abrazo?
Mi sangre corre hacia ti
como río tumultuoso...
¿No sientes un ímpetu de fuego?
¿No temes, Sigfrido,
a la mujer
de frenesí abrasador?

(Lo abraza apasionadamente)

SIGFRIDO
¡Ah!
Cómo hierve la sangre,
abrasan las miradas,
queman los brazos
al enlazarse!
¡Que renazca mi valor!
El miedo que no conocí antes,
el temor que tú,
hace apenas un instante
me infundiste,
ya lo he olvidado
en mi torpeza.

BRUNILDA
(Riendo salvajemente)
¡Héroe infantil!
¡Joven sublime!
Ingenuo tesoro
de hazañas supremas.
Riendo he de amarte,
risueña, me ciega el amor,
riéndonos caeremos
en el mortal abismo.

(Cantando al unísono)

BRUNILDA
Adiós, Walhalla,
mundo resplandeciente!
¡Derrúmbate en polvo,
castillo orgulloso!

SIGFRIDO
Riendo despiertas
deliciosamente para mí.
¡Brunilda vive!
¡Brunilda ríe!

BRUNILDA
¡Adiós,
resplandores divinos!
¡Perece en delicias,
divina estirpe!

SIGFRIDO
¡Salve,
oh día que nos alumbras!
¡Gloria al sol
que nos da su esplendor!

BRUNILDA
Romped el hilo de las runas,
oh Nornas!
¡Desciende en sombra,
ocaso de los dioses!

SIGFRIDO
¡Salve a la luz
que emergió de las tinieblas!
¡Gloria al mundo en
que vive Brunilda!

BRUNILDA
¡Avanza, noche perpetua,
extiende tus tinieblas!
¡Ahora me ilumina
la estrella de Sigfrido!

SIGFRIDO
¡Despierta! ¡Vive!
¡Me sonríe!
¡Brilla para mi la
estrella de Brunilda!
¡Es mía eternamente,
es mía para siempre,
mi herencia y mi bien!
¡Una y todo!

BRUNILDA
¡Es mío eternamente,
es mío para siempre,
mi herencia y mi bien!
¡Uno y todo!
¡Fulgente amor!
¡Risueña muerte!
¡Fulgente amor!
¡Risueña muerte!

SIGFRIDO
¡Fulgente amor!
¡Risueña muerte!
¡Fulgente amor!
¡Risueña muerte!

(Brunilda cae en brazos de
Sigfrido)



Escaneado y Traducido por:
Mónica Zaioniz 1999

KAREOL

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