Beowulf - Sobre envidias e intrigas cortesanas



Sin embargo en una corte donde se reunían tantos guerreros, eran inevitables los rencores y envidias de unos a otros, y esto es lo que sucedió entre Uferth – hijo de Edgelaf – y beowulf, el paladín recién llegado de lejanas tierras. Es que la valentía de éste último resultaba un insulto para quien, sentado junto al rey de los daneses, envidiaba a cualquier hombre de mundo Intermedio que hubiera alcanzado más gloria que él mismo. De modo que, extrayendo de un pequeño saco de cuero un juego de runas de combate, preguntó al líder geat: - Así que vos sois aquel Beowulf que compitió contra Becca en mar abierto, en una contienda de natación a través del sünd flite? ¿El que, dominado por un orgullo insensato, arriesgó su vida en las procelosas aguas, a pesar de que amigos y enemigos os previnieron que era demasiado peligroso, cuando os vieron remando en un frágil esquife, cruzando las arremolinadas aguas del canal? Y entonces, abandonando el bote, os lanzasteis al agua, abrazando las heladas olas invernales...

“Siete días con sus noches se debatieron vos Brecca entre los violentos remolinos, pero él era más fuerte, y pronto se os adelantó en la contienda. Al llegar la mañana del octavo día, la fuerza de la marea de la marea lo arrebató hacia la costa de Heatho- Raémes, de donde se dirigió a su hogar en la tribu bronding y su hermosa fortaleza, donde sus seres amados lo esperaban en su Mead Hall.
“Durante mucho tiempo alardeó Brecca de esta hazaña, la cual no tengo razón para desmentir.”
Y arrojando con gesto rápido las runas sobre la mesa, continuó:
_No espero mucho de vos si os atrevéis a aguardar a Grendl durante la noche; en realidad, mis runas me indican que sucederá lo peor, pues si vuestros antecedentes guerreros os han precedido, mucho me temo que finalizarán aquí, en el país de los scyldinga.
Llegó entonces el momento de que Beowulf respondiera a las provocaciones de Unferth (pues no otra cosa habían sido), algo que hizo con toda la serenidad y condescendencia con que un adulto trataría a un niño, aunque con un gesto adusto que no auguraba nada bueno:
_Amigo Unferth; habéis hecho una buena apología de Brecca, relatando su viaje hasta Heatho-Réames, a pesar de encontraros atiborrado de mead como os encontráis. A decir verdad, en aquel entonces tenía muchas más fuerzas que él, pero también más dificultades en el agua. Por otra parte, ambos éramos a penas unos niños y alardeábamos de nuestra juventud.
“A decir verdad, yo fui el primero en jactarme de que mis hazañas marinas eran muy superiores a las de él, e incluso a las de cualquier otro hombre. Y así fue como convivimos, jóvenes e impulsivos como éramos, que arriesgaríamos nuestras jóvenes vidas en el océano para demostrar nuestras fuerzas. Eso fue lo que hicimos.

“Al alba del día siguiente, como habíamos pactado, partimos en sendos esquifes de cuero, rumbo al sünd flithe, y luego nos arrojamos al agua y comenzamos a nadar, con las empuñaduras de nuestras espadas firmemente sujetas en nuestros puños, para defendernos de las temibles hronfixa.

Durante cinco días y cinco noches y no siete como recién habéis dicho, Unferth- comentó beowulf con sorna-, ninguno de los dos consiguió superar un ápice al otro. Durante el primer día, el gélido océano enviaba contra nosotros violentas olas arremolinadas, que trataban de apartarnos a uno de otro, pero al llegar la noche, el Viento Norte llegó como una Némesis devastadora y , para complicar aún más la situación, la marejada se hizo más y más violenta; la fiereza de las olas pareció contagiarse a los peces y, si bien conservaba puesta mi cota de mallas, recamada en oro y sellada a mano anillo por anillo por el mejor orfebre del reino, que defendía mi pecho de sus ataques, en un momento sentí que una criatura hostil me arrastraba hacia el fondo del mar en un abrazo tan repulsivo como siniestro.

“En un esfuerzo desesperado, hundí la punta de mi espada de combate en el cuerpo del poderoso monstruo, pero a pesar de aquella herida, siguió arrastrándome hacia el fondo, por lo que tuve que acabar de destruirlo con mis propias manos.

“Durante toda la noche fui acosado por odiosos atacantes, de muchos de los cuales de cuenta con mi nunca tan apreciada espada, como debía ser. ¡De ninguna manera permitiría que aquellas débiles y horribles criaturas se regodearan con un festín diabólico, royendo mis huesos, sentados en el fondo de mar!

“Pero al llegar la mañana, destrozados por los mandobles de mi mécum los cuerpos de aquellos predadores habían sido arrastrados por las a las lejanas playas, a tal punto que, hasta el día de hoy, los marinos que surcan las aguas de aquel fiordo pueden hacerlo sin ser molestados por ellos. Finalmente, para mi alivio, el oriente comenzó a teñirse con la luz del brillante faro de los Dioses; de inmediato, el mar dejó de lado su furia devastadora y, más allá del bruñido espejo de su superficie, pude divisar unos altos farallones, en los ventosos confines del océano. Es que Wyrd, la que rige nuestros destinos, muchas veces respeta la vida de sus propios condenados, si ve que su coraje los hace dignos de ello; en mi caso, tal vez lo haya hecho por haber matado a esos cientos de nicors.”


Llegado este punto de la narración, el bardo de la corte- que había estado llevando nota mental de todo cuanto Beowulf había relatado, para cantarlo a su vez en otras oportunidades- no pudo refrenar un temerario impuso de interrumpir al héroe con una pregunta:

_ Y decidme, mi señor Beowulf, ¿cómo habéis salido de esa infausta situación?
A lo que el guerrero respondió:
_El mar, que jamás cobra víctimas que aún no hayan perdido entereza, empujó suavemente mi frágil esquife hacia las costas habitadas por los Finna, y desde allí pude volver a mi hogar, gracias a la hospitalidad de su pueblo.


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