"También haré que mis compañeros de armas, fieles seguidores del rey de los daneses, formen una guardia de honor alrededor de su barca, ya que es una nave recientemente carenada, abandonada sobre la arena, hasta que volváis a abordarla para llevaros a través de los caprichosos senderos marinos a vuestro hogar en Wedermark. Por supuesto, si es que lográis sobrevivir a la batalla, aunque estoy seguro de que saldrán de ella en una pieza."
A continuación, guerreros y marineros unieron sus fuerzas para arrastrar la nave sobre la arena, con su amplia roda descansando sólidamente sobre la playa y su proa sujeta por la pesada ancla. Mientras lo hacían, era curioso observar las figuras de oro grabadas en los protectores de las mejillas de los soldados, que representaban jabalíes en distintas posiciones de ataque.
Con gran excitación ante los acontecimientos que se aproximaban, los hombres reunieron rápidamente sus armas y marcharon en pos del vigía, siguiendo un camino pavimentado que los conduciría a Heorot, la morada del legendario rey Hrotgar. El camino de piedra los mantenía unidos y , durante la marcha, las armaduras brillaban ominosamente, acompañados por los grandes escudos de los marinos, los de los guerreros, el refulgir de las cotas de malla y los yelmos incrustados en oro, que parecían entonar en conjunto una sinfonía de luz y sonido, en tanto se dirigían a través del Patio de Armas hacia el corazón de Heorot, el Mead hall más importante del mundo.
Beowulf arriba a Heorot
Sin embargo a mitad de amino hacia su destino, fueron detenidos por una pequeña facción de los guerreros de Hrothgar- que más tenía e comité de bienvenida que de batallón armado- e invitados a descansar un momento en uno de lo edificios secundarios. Allí, los marinos colocaron los bordes de sus pesados escudos contra las paredes de piedra, y las armaduras resonaron con ruidos metálicos cuando se sentaron en los los bancos alineados contra los muros. Las lanzas, tanto de guerreros como de los manos - afiladas puntas de acero sobre sólidas varas de fresno-, en señal de amistad y buena voluntad, fueron clavadas con sus brillantes puntas enterradas en un cubo de cenizas.
Al ver aquel despliegue de armamento, un orgulloso guerrero danés preguntó a los recién llegados:
_¿Dónde habéis obtenido esos escudos recamados en oro, las cotas de mallas, vuestros cascos con visera y las otras ramas? Yo soy el heraldo y oficial de Hrothgar, y jamás he visto caballeros con una apariencia tan bravía. Espero, de todo corazón, que estés aquí en busca de aventuras, ya que esas no os las podríamos proporcionar aunque quisiéramos. Confío que ha sido vuestra grandeza de espíritu la que os ha traído hasta Heorot, y no ansias de fama y riquezas.
Como siempre, el orgullo de la nación wedera, con gesto adusto bajo su yelmo de cimera de oro con la figura de un jabalí, fue quien tomó la voz cantante:
__ Somos caballeros de la corte de Hygelac, rey de los geata, afamado en todos los reinos conocidos por sus hechos de guerra y su trato justo y magnánimo con su pueblo. Beowulf es mi nombre, y desearía conversar con tu señor acerca de los agobios que azotan a vuestro pueblo, si él consiente en recibirnos.
A lo que Wulfgar, oriundo de la tribu wendl, veterano conocedor de los juegos de guerra y de los principios de la sabiduría, contestó prudentemente como heraldo de los daneses:
__Preguntaré a mi señor, el dador de los anillos y rey indiscutido de los scyldinga, si desea recompensar vuestro largo viaje, y volveré con la respuesta tan pronto como me la haga saber.
A continuación, guerreros y marineros unieron sus fuerzas para arrastrar la nave sobre la arena, con su amplia roda descansando sólidamente sobre la playa y su proa sujeta por la pesada ancla. Mientras lo hacían, era curioso observar las figuras de oro grabadas en los protectores de las mejillas de los soldados, que representaban jabalíes en distintas posiciones de ataque.
Con gran excitación ante los acontecimientos que se aproximaban, los hombres reunieron rápidamente sus armas y marcharon en pos del vigía, siguiendo un camino pavimentado que los conduciría a Heorot, la morada del legendario rey Hrotgar. El camino de piedra los mantenía unidos y , durante la marcha, las armaduras brillaban ominosamente, acompañados por los grandes escudos de los marinos, los de los guerreros, el refulgir de las cotas de malla y los yelmos incrustados en oro, que parecían entonar en conjunto una sinfonía de luz y sonido, en tanto se dirigían a través del Patio de Armas hacia el corazón de Heorot, el Mead hall más importante del mundo.
Beowulf arriba a Heorot
Sin embargo a mitad de amino hacia su destino, fueron detenidos por una pequeña facción de los guerreros de Hrothgar- que más tenía e comité de bienvenida que de batallón armado- e invitados a descansar un momento en uno de lo edificios secundarios. Allí, los marinos colocaron los bordes de sus pesados escudos contra las paredes de piedra, y las armaduras resonaron con ruidos metálicos cuando se sentaron en los los bancos alineados contra los muros. Las lanzas, tanto de guerreros como de los manos - afiladas puntas de acero sobre sólidas varas de fresno-, en señal de amistad y buena voluntad, fueron clavadas con sus brillantes puntas enterradas en un cubo de cenizas.
Al ver aquel despliegue de armamento, un orgulloso guerrero danés preguntó a los recién llegados:
_¿Dónde habéis obtenido esos escudos recamados en oro, las cotas de mallas, vuestros cascos con visera y las otras ramas? Yo soy el heraldo y oficial de Hrothgar, y jamás he visto caballeros con una apariencia tan bravía. Espero, de todo corazón, que estés aquí en busca de aventuras, ya que esas no os las podríamos proporcionar aunque quisiéramos. Confío que ha sido vuestra grandeza de espíritu la que os ha traído hasta Heorot, y no ansias de fama y riquezas.
Como siempre, el orgullo de la nación wedera, con gesto adusto bajo su yelmo de cimera de oro con la figura de un jabalí, fue quien tomó la voz cantante:
__ Somos caballeros de la corte de Hygelac, rey de los geata, afamado en todos los reinos conocidos por sus hechos de guerra y su trato justo y magnánimo con su pueblo. Beowulf es mi nombre, y desearía conversar con tu señor acerca de los agobios que azotan a vuestro pueblo, si él consiente en recibirnos.
A lo que Wulfgar, oriundo de la tribu wendl, veterano conocedor de los juegos de guerra y de los principios de la sabiduría, contestó prudentemente como heraldo de los daneses:
__Preguntaré a mi señor, el dador de los anillos y rey indiscutido de los scyldinga, si desea recompensar vuestro largo viaje, y volveré con la respuesta tan pronto como me la haga saber.
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