Capítulo 8
Muy temprano a la mañana Thorvald cabalgó, acompañado por Arngrim y treinta hombres. Se encontraron con Thóri, y él tenía sólo dos con él: Helgi, el hijo de Arngrim, y Viðfari, el hombre de Thóri.
¿Por qué tiene usted tan pocos hombres? Preguntó Thorvald.
Supe que usted dispondría de los suficientes, contestó Thóri.
Luego cabalgaron a lo largo de Hli Ina La Falda. Cuándo esta compañía de hombres se vio desde las granjas, todo el mundo se apresuró a salir de sus casas, pensaban que pronto alcanzarían el paraje de Blund-Ketil. Por lo tanto, había muchos hombres allí. Thorvald y sus hombres se aproximaron a caballo hasta el corral, desmontaron, y se acercaron a la casa. Tan pronto como Blund-Ketil vio esto, salió al encuentro de ellos y les dijo que entren a la casa.
Thorvald contestó, no vinimos aquí a comer. Quiero saber cómo usted se responsabilizará de tomar el heno de Thóri.
Le diré a usted lo que dije a Thóri: Disponga sin importar qué precio que usted desee, al heno, y que le daré regalos además, y los mejores como los que Thóri se merece. Y decidiré con usted de tal manera que todos los hombres dirán que es grandemente honrado.
Luego Thorvald cayó silencioso, pues él pensó que ésta era una oferta abundante.
Thóri dijo, Esto es inaceptable, y no hay necesidad de pensar acerca en ella. Tuve la misma oferta hace mucho tiempo. No me considero muy ayudado si éste es el resultado. Me fue de poco beneficio darle mi dinero.
¿Luego Thorvald dijo, con qué cumplirá usted concerniente al lado legal de este caso, Blund-Ketil?
Nada, pero yo le dejaré sentenciar y decidir según lo ustedes quieran se hará.
Thorvald contestó, Entonces no veo otra alternativa que citarlo a usted.
Él luego llamó Blund-Ketil por el robo y llamó a los testigos, y la citación fue extendida en los términos más fuertes posibles. Blund-Ketil se volvió hacia su casa, y encontró al Hombre del Este Ørn como si fuese a ver sus mercancías.
¿Está usted herido? preguntó. Usted es tan rojo como la sangre.
Nada, dijo Blund-Ketil, no estoy herido, pero lo que ha ocurrido es muy malo. Las palabras que han sido usadas en mi contra nunca antes las escuché pronunciar. Soy llamado ladrón y asaltante.
Ørn tomó su arco y calzó una flecha a la cuerda, y salió afuera cuando los demás montaban sus caballos. Él disparó y le pegó a un hombre, quien luego se derrumbó bajo su caballo. El hombre era Helgi, hijo de Arngrim Goði. Los demás corrieron hacia él. Thóri dando empujones en su camino a través de los hombres, apartándolos a la fuerza y diciéndoles a ellos que cedan lugar.
Esto me concierne más, dijo. Él se inclinó sobre Helgi, pero el niño estaba ya muerto. ¿Thóri preguntó, Está muy débil usted, mi hijo adoptivo? ¡Él entonces se paró levantado del cadáver y dijo, El muchacho me habló, y dos veces dijo, Quemen, quemen a Blund-Ketil!
Ahora resulta lo que temía, dijo Arngrim, pues el mal proviene de malos hombres. Sospeché que mucho mal provendría de usted, Thóri. Y no estoy seguro de lo que el muchacho realmente dijo, lo que fuera que usted puede parlotear, pero no parece improbable que tal cosa (quemar a Blund – Ketil) puede ser hecha. Este asunto comenzó en el mal, y bien puede acabar allí.
Thóri contestó, Me parece que usted debe tener algo más importante que hacer que despotricar y desvariar sobre mí.
Arngrim y sus seguidores luego se alejaron a caballo pasando el límite del bosque donde se escondieron y luego desmontaron. Se quedaron allí hasta la noche. Blund-Ketil agradeció a sus hombres por su ayuda, y él sugirió que cada hombre cabalgue a casa en su conveniencia.
Muy temprano a la mañana Thorvald cabalgó, acompañado por Arngrim y treinta hombres. Se encontraron con Thóri, y él tenía sólo dos con él: Helgi, el hijo de Arngrim, y Viðfari, el hombre de Thóri.
¿Por qué tiene usted tan pocos hombres? Preguntó Thorvald.
Supe que usted dispondría de los suficientes, contestó Thóri.
Luego cabalgaron a lo largo de Hli Ina La Falda. Cuándo esta compañía de hombres se vio desde las granjas, todo el mundo se apresuró a salir de sus casas, pensaban que pronto alcanzarían el paraje de Blund-Ketil. Por lo tanto, había muchos hombres allí. Thorvald y sus hombres se aproximaron a caballo hasta el corral, desmontaron, y se acercaron a la casa. Tan pronto como Blund-Ketil vio esto, salió al encuentro de ellos y les dijo que entren a la casa.
Thorvald contestó, no vinimos aquí a comer. Quiero saber cómo usted se responsabilizará de tomar el heno de Thóri.
Le diré a usted lo que dije a Thóri: Disponga sin importar qué precio que usted desee, al heno, y que le daré regalos además, y los mejores como los que Thóri se merece. Y decidiré con usted de tal manera que todos los hombres dirán que es grandemente honrado.
Luego Thorvald cayó silencioso, pues él pensó que ésta era una oferta abundante.
Thóri dijo, Esto es inaceptable, y no hay necesidad de pensar acerca en ella. Tuve la misma oferta hace mucho tiempo. No me considero muy ayudado si éste es el resultado. Me fue de poco beneficio darle mi dinero.
¿Luego Thorvald dijo, con qué cumplirá usted concerniente al lado legal de este caso, Blund-Ketil?
Nada, pero yo le dejaré sentenciar y decidir según lo ustedes quieran se hará.
Thorvald contestó, Entonces no veo otra alternativa que citarlo a usted.
Él luego llamó Blund-Ketil por el robo y llamó a los testigos, y la citación fue extendida en los términos más fuertes posibles. Blund-Ketil se volvió hacia su casa, y encontró al Hombre del Este Ørn como si fuese a ver sus mercancías.
¿Está usted herido? preguntó. Usted es tan rojo como la sangre.
Nada, dijo Blund-Ketil, no estoy herido, pero lo que ha ocurrido es muy malo. Las palabras que han sido usadas en mi contra nunca antes las escuché pronunciar. Soy llamado ladrón y asaltante.
Ørn tomó su arco y calzó una flecha a la cuerda, y salió afuera cuando los demás montaban sus caballos. Él disparó y le pegó a un hombre, quien luego se derrumbó bajo su caballo. El hombre era Helgi, hijo de Arngrim Goði. Los demás corrieron hacia él. Thóri dando empujones en su camino a través de los hombres, apartándolos a la fuerza y diciéndoles a ellos que cedan lugar.
Esto me concierne más, dijo. Él se inclinó sobre Helgi, pero el niño estaba ya muerto. ¿Thóri preguntó, Está muy débil usted, mi hijo adoptivo? ¡Él entonces se paró levantado del cadáver y dijo, El muchacho me habló, y dos veces dijo, Quemen, quemen a Blund-Ketil!
Ahora resulta lo que temía, dijo Arngrim, pues el mal proviene de malos hombres. Sospeché que mucho mal provendría de usted, Thóri. Y no estoy seguro de lo que el muchacho realmente dijo, lo que fuera que usted puede parlotear, pero no parece improbable que tal cosa (quemar a Blund – Ketil) puede ser hecha. Este asunto comenzó en el mal, y bien puede acabar allí.
Thóri contestó, Me parece que usted debe tener algo más importante que hacer que despotricar y desvariar sobre mí.
Arngrim y sus seguidores luego se alejaron a caballo pasando el límite del bosque donde se escondieron y luego desmontaron. Se quedaron allí hasta la noche. Blund-Ketil agradeció a sus hombres por su ayuda, y él sugirió que cada hombre cabalgue a casa en su conveniencia.
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