Beowulf

BEOWULF SE ENTERA DE LA EXISTENCIA DE GRENDL Y PARTE A SU ENCUENTRO


Sin embargo, las penurias de los nobles guerreros scyldinga no habrían de caer en saco roto, y aquella larga noche negra se transmitiría a través de los bardos trashumantes, hasta llegar a los oídos de los geata, los guerreros de la tribu del rey Hygelac, cuyos integrantes eran los hombres más fuertes y valientes de aquellos días; poderosos, disciplinados y nobles como no se conocían otros sobre la faz de la Tierra.

Así, mediante los trovadores, llegaron a oídos de los geata las nefastas nuevas de las hazañas de Grendl, quienes de inmediato se apresuraron a ponerlas en conocimiento de su rey. Rápidamente, como las circunstancias lo requerían, el monarca reunió a su Consejo de Ancianos, quienes analizaron los augurios, evaluaron las posibilidades de la gesta y señalaron a la persona indicada para llevarla a cabo: Beowulf, hijo adoptivo del rey, y uno de los nobles preferidos por su valentía, como por su noble y conducta irreprochable.

El mismo Hygelac,por entonces en la plenitud de su vida y su poder físico, se sintió tentado de acompañar a Beowulf y a los quince guerreros que lo secundarían en aquella epopéyica gesta, pero finalmente fue persuadido por los Ancianos, ante el temor de que algo terrible le sucediera, y el país geat se quedara sin su rey.

Así que se limitó a fletar el yolidan más rápido que el reino pudiera disponer.

Una vez aparejado el navío, se dirigió a los hombres que lo tripularían y los arengó de la siguiente forma:

_ A vuestro rey le encantaría acompañaros en vuestro swanráde, pero los deberes del reino se lo impiden. Ofreced mis más afectuosos saludos al rey Hrothgar, quien tan necesitado está de guerreros avezados como vosotros.

A continuación, acompañó personalmente a aquellos diestros guerreros y marinos hasta la misma playa en la que deberían embarcar, y los despidió uno por uno, como correspondía a hombres que se encontraban a punto de emprender una gesta que quizá les costara la vida.

Poco tiempo después, izadas las velas y con la quilla rozando aún la arena de la playa cercana, el velero iba en camino, bordeando los acantilados y con los quince guerreros expectantes en la proa, ya dispuestos en sus relucientes armaduras y preparados para la batalla que se avecinaba.

Así, impulsados por un viento propicio, la espumosa estela de la proa - notablemente similar al cuello de un ave- surcó, un día y medio después, las aguas de una caleta bordeada de altos acantilados que refulgían bajo los rayos del sol como si estuvieran tallados en el más puro cristal. En medio de aquel paisaje encantado, el bajel rozó suavemente con su quilla la arena del fondo de la cala, y los guerreros wedera se apresuraron a descender a la playa. El viaje había terminado y, una vez en tierra, los quince nobles geata, vestidos con sus armaduras y cotas de mallas, se apresuraron a agradecer a los dioses haber tenido viaje rápido y sin contratiempos.

Sin embargo, su presencia fue rápidamente percibida por el vigía de los scyldinga, aquel que tenía por misión proteger de posibles enemigos a los acantilados. Se preguntó intrigado quiénes serían aquellos hombres, cuyas lorigas y armaduras refulgían tanto como los mismos acantilados que él cuidaba y, aprestando de inmediato su caballo, inició su descenso hacia la playa, agitando su pesada lanza de combate. Una vez que tuvo a los recién llegados al alcance de su voz, les preguntó formalmente:

_Decidme, caballeros, en nombre de mis señor Hrothgar, rey de los scyldinga y quien me honra con su amistad, ¿quiénes sois vosotros que, con vuestros enseres de guerra, llegáis a estas playas, jineteando las olas sobre ese bajel de afilada proa? Escuchad mis palabras, porque mi misión en estos acantilados es cuidar que ninguna fuerza hostil a los scyldinga desembarque en estas tierras. Jamás había llegado a estos parajes un navío con gente tan abiertamente armada y que, con toda seguridad, ignorara la contraseña utilizada por nuestros hombres de armas. Aunque debo reconocer que jamás había visto un guerreros de tan noble porte y apariencia como vuestro jefe y, a menos que me equivoque, se ve que no se trata de un simple improvisado; espero que comprendáis que debo conocer vuestra procedencia y vuestro linaje, de modo que ningún espía pueda ingresar en la tierra de los scyldinga.

"Y ahora, navegantes de lejanas tierras, escuchad mi simple consejo: será mejor que os deis prisa en narrarme de dónde procedéis y qué buscáis en tierras de los daneses, o deberé cumplir con los deberes que mi cometido me impone."

Ante este discurso, enunciado con total respeto, Beowulf, capitán de la tripulación y de los guerreros que venían a bordo, tomó inmediatamente la palabra, diciendo:

_Respecto de nuestra estirpe, os diré que provenimos de la tribu geata, la cual rige con justicia y equidad el gran Hygelac. También mi padre fue ampliamente reconocido entre su pueblo y las gentes de las naciones circundantes, como un valeroso guerrero de vanguardia; su nombre era Edgetheow, y supo contemplar muchos inviernos antes de ser llamado por los dioses a su sitial en el Valhalla. Aún hoy es frecuentemente invocado por todos y cada uno de los hombres sabios de todo el mundo.

"Y a cerca de nuestra venida aquí, ocurre a instancias de los Ancianos de nuestro pueblo, con el corazón en la mano, para entrevistarnos con vuestro rey, hijo del noble Healfdane y protector de su pueblo. Por ello os solicito encarecidamente que seáis un buen guía para nosotros, y nos conduzcáis sin pérdida de tiempo frente a Hrothgar, rey de los daneses. Creo que es tonto guardar secretos conocidos por todo el mundo, hasta los más lejanos confines de la Tierra. Sabéis, si es cierto lo que nos han referido, que los scyldinga están siendo atacados noche tras noche por una maligna criatura del Mundo Inferior, y aunque no conocemos a ciencia cierta de qué engendro se trata, sabemos que el monstruo denota una enemistad enfermiza contra los daneses provocando sufrimientos y muertes por doquier.

"Si nos lleváis hasta él, juro que usaré toda mi experiencia para aconsejar a Hrothgar sobre la forma en que su sabiduría y su valor pueden ayudarlo a derrotar a su enemigo y, de ese modo, aliviar o terminar con las tribulaciones suyas y de su pueblo, que amenazan con destruir ese hermoso Mead Hall suyo, el mejor de todo el mundo, según mis referencias. Por lo tanto, sería mejor que os dierais prisa por guiarnos hasta el rey, que que, cuanto antes podamos hablar con él, antes podrá liberarse de ese engendro demoníaco, y la calma regresará a Heorot."

Recién al finalizar Beowulf su alocución, el guardián de la costa, aún jinete sobre su negro potro, se dirigió a los recién llegados (un hombre de armas sabio y experimientado conoce la distinción entre los hechos y las palabras, y no debe apurarse con éstas últimas):

_Veo que formáis una legión partidaria de los scyldinga y del señor de los daneses. Recoged vuestras armas y escudos y seguidme; os llevaré al a presencia del rey. Como bien lo habéis dicho, cuanto más rápido eliminemos a ese monstruo satánico, antes regresarán la paz y felicidad a Heorot.

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