EL CICLO MÍTICO LONGOBARDO IV parte

La Embajada a Constantinopla


Llegado a Constantinopla, los embajadores hicieron saber su misión, pero fueron enviados inmediatamente a prisión, a pesar de la intercesión de la emperatriz en su patrocinio.

Aquí los nobles languidecieron mes tras mes, en una mazmorra apestosa, mientras Rother impacientemente esperaba su regreso. Cuando pasó un año entero sin tener noticias de ellos, finalmente se decidió ir a Constantinopla disfrazado, para averiguar el destino de sus hombres y conquistar a la hermosa princesa Oda como su prometida.


Berchther, oyendo esta decisión, juró que lo acompañaría; Pero aunque todos los nobles estaban ansiosos por darle escolta a su amado rey, él llevó sólo unos cuantos de ellos con él, entre quienes estaban Asprian (Osborn), rey de los gigantes del norte, con once de sus hombres más altos.

Rother y Constantino

Rother se embarcó en esta pequeña empresa, y navegó a Constantinopla en los mares de verano; Y cuando se sentó sobre la cubierta, tocando su arpa, las sirenas salieron de la profundidad para jugar alrededor de su barco. Según un plan pensado de antemano, Rother se presentó ante Constantino como un fugitivo y forajido, enojado fieramente del Rey de los lombardos, quién, según declaró, lo había desterrado y también a sus compañeros.

Contento con la presentación de los desconocidos, Constantino gustoso aceptó sus servicios propuestos, y los invitó a un banquete, en el transcurso del cuál burlonamente describió cómo había recibido a los embajadores de Rother, quienes todavía languidecían en sus mazmorras más húmedas. Esta conversación jactanciosa gradualmente excitó la cólera del gigante Asprian, quien no acostumbraba a silenciar sus sentimientos; Y cuando la leona favorita del emperador entró al vestíbulo y jugando arrancó con fuerza un bocado de su mano, él impetuosamente saltó, la atrapó y la arrojó contra la pared, y así la mató con un golpe solo.

Constantino estaba algo pasmado cuando vio la fuerza, y especialmente la violencia, de los nuevos servidores que había tomado; Pero él sabiamente le prestó mínima atención al asunto, y, cuándo el banquete acabó, Rother dio permiso para retirarse y les asignaron habitaciones a sus seguidores. El rey lombardo ahora libremente distribuyó inmensos tesoros que había traído con él, y de este modo obtuvo muchos adherentes en la corte. Entonaron sus alabanzas tan fuertes que por fin la princesa Oda se puso muy ansiosa para ver a este notable proscrito.



Ciclo mítico Longobardo - Capítulo V - Guerber

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