Fotografía del pintor Arnold Bocklin
Sobre el pintor:
Arnold Böcklin nació en Basilea, Suiza el 16 de octubre de 1827. Hijo de un comerciante, venció la oposición de su padre gracias al poeta Wilhelm Wackernagel y pudo dedicarse al arte. En 1845 asistió a la Academia de Arte Düsseldorf, donde su maestro fue Johann Wilhelm Schirmer, conocido por su estilo heroico-panorámico de pintura. Entre 1847 y 1848 viajó a Bruselas, Amberes, Suiza y París. Desde el otoño de 1848 trabajó en Basilea, mudándose a Roma en 1850. En Roma estudió el trabajo de los antiguos y encontró la inspiración para muchas obras importantes. En 1853 se casó con Angela Pascucci, una joven italiana de Roma. De ahí continuó con un período algo oscuro, finalizando cuando fue designado para el cargo de Profesor en la Academia de Weimar en 1860. Dos años más tarde regresó a Roma para visitar Nápoles y Pompeya y los frescos que descubrió tuvieron una influencia duradera en su técnica y su producción artística futura. En el otoño 1866 comenzó a trabajar en la pintura al fresco que debía decorar la escalera principal del Museo de Basilea. El período que siguió fue en particular productivo y mejoró su estilo enormemente en términos de color, forma e inspiración. Entre el 1874-84 vivió en Florencia, rodeado por discípulos. Durante este período produjo sus obras más controversiales, tal como “La Isla de los muertos” y “El Bosque sagrado” En 1895 se mudó a su casa de campo en San Domenico, cerca de Fiesole. Estando aquí vivió los últimos años de su vida, continuó pintando hasta su muerte el 16 de enero 1901. Los historiadores de arte siempre han encontrado difícil poder clasificar este pintor original, orgulloso, algo excéntrico que, como Da Vinci, experimentó en su jardín con vuelo humano. A él le desagradaba darle los títulos a sus cuadros y declaró que pintaba para hacer soñar a las personas:
“Tal como es la tarea de la poesía expresar sentimientos, la pintura los debe provocar también. Un cuadro le debe dar al espectador tanta materia de reflexión como un poema y debe dar la misma clase de impresión que una pieza musical...”
" ¿Quién alguna vez habría podido anticipar el efecto de la música antes de haberla escuchado? La pintura debería impregnar el alma de la misma manera, siempre y cuando no se haga de ella más que una artesanía insensata” "No hay fin para la poesía de lo bello.”
“Tal como es la tarea de la poesía expresar sentimientos, la pintura los debe provocar también. Un cuadro le debe dar al espectador tanta materia de reflexión como un poema y debe dar la misma clase de impresión que una pieza musical...”
" ¿Quién alguna vez habría podido anticipar el efecto de la música antes de haberla escuchado? La pintura debería impregnar el alma de la misma manera, siempre y cuando no se haga de ella más que una artesanía insensata” "No hay fin para la poesía de lo bello.”
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