Las Oleadas Vikingas




El inicio de la diáspora vikinga

Durante el siglo VII se produjo un largo periodo de paz en las regiones escandinavas que hizo posible el aumento de la población, especialmente en Noruega. Los contactos comerciales con otros pueblos de Occidente llevaron a estas regiones el uso de la navegación a vela. Pero además se produjo una gran efervescencia inventiva: en la construcción naval, se añadieron las bordas sobrepuestas, apareció la quilla y el uso del remo-timón, se avanzó en la astronomía náutica y en la escritura rúnica, que en esta época acusó una gran renovación. Fue una fase muy dinámica que marcó el inicio de la era de los vikingos. La expansión de los pueblos escandinavos tuvo formas muy diversas a lo largo de los siglos VIII y IX. La mayor parte de las veces fue un movimiento agresivo y de carácter individualista, cuyo objetivo era la consecución de botín. Pero fue también un movimiento agrícola y ganadero, que buscó el cultivo de las tierras de Escandinavia y de ultramar. Al final del periodo, adquirió la forma de empresa política, de prevención, represalia o conquista, llevada a cabo por ejércitos organizados y dirigidos por príncipes. A veces fue un movimiento comercial, pero parece que esta vertiente tuvo menos importancia que la aventurera. El mundo escandinavo manifestó, desde principios del siglo VIII, las primeras tendencias a una expansión en dos direcciones. Los suecos fundaron factorías en la costa oriental del Báltico, mientras que los campesinos noruegos iniciaron la colonización de los archipiélagos del norte de Escocia. Pero sólo a fines de ese siglo se estableció el contacto, a menudo violento, entre los escandinavos y otros pueblos que conocían la escritura. Entre 786 y 796, Inglaterra sufrió ataques escandinavos en sus costas del nordeste y sudoeste. Hacia 795 fue atacada también Irlanda y, desde 799, la Galia fue objeto de las incursiones vikingas. Parece que estas primeras expediciones procedían del ámbito noruego. Unos años después, los daneses iniciaron en el territorio de Slesvig su expansión a expensas de los francos instalados en Sajonia. Estas incursiones danesas fueron en principio terrestres, y sólo hacia 810 se convirtieron en marítimas. Hacia 839, los suecos habían ya atravesado las estepas rusas y se dirigían hacia territorio bizantino. Esta primera oleada se prolongó hasta 930.

Primera oleada y fundación de Estados vikingos

Los distintos pueblos escandinavos desarrollaron formas características de expansión, si bien nunca fueron exclusivas. Los noruegos operaban en pequeños grupos y se consagraron a dos actividades: el pillaje y la búsqueda de tierras de colonización agropecuaria. Su ruta predilecta partía de la región de Bergen, dirigiéndose al oeste, hacia las islas Shetland. Desde allí se ramificaba: una rama bordeaba la costa oriental de Escocia y de Inglaterra, mientras que la rama principal se dirigía por las Orcadas y las Hébridas hacia Irlanda y después hacia la Galia occidental, España e incluso el estrecho de Gibraltar. En el siglo IX se dio entre los noruegos un nuevo flujo hacia el noroeste desde las Shetland, que llegaba hasta las islas Feroes, y de allí hasta Islandia. En el siglo X, alcanzaron Groenlandia y las costas americanas. Los daneses, más organizados, a menudo dirigidos por un príncipe de linaje regio, buscaron también botín y tierras, pero en forma de grandes concesiones más que de establecimientos individuales. En sus conquistas occidentales se comportaron como señores más que como campesinos. Sus expediciones tuvieron a menudo un carácter político y fueron minuciosamente preparadas. Su ruta principal partía de Slesvig, recorría la costa sur del mar del Norte, y desde allí se bifurcaba, con una rama hacia el este de Inglaterra y otra hacia el canal de la Mancha y la costa atlántica de la Galia. Era ésta en buena medida la misma ruta de los comerciantes frisones. Al igual que éstos, los daneses remontaban los ríos hasta donde podían navegar con sus embarcaciones, para después penetrar en el interior y dedicarse al pillaje. Entre los varegos suecos tuvo menos importancia la colonización agrícola que entre el resto de los pueblos escandinavos. Los varegos se dedicaron principalmente al comercio y al servicio militar como mercenarios, así como al pillaje, aunque de forma menos agresiva que los daneses. Se establecieron en la orilla oriental del Báltico, desde el Vístula al golfo de Finlandia, y trataron de traficar. Penetraron en el continente por el cauce de los ríos. Sus primeros itinerarios se dirigieron al norte y al este. Desde el Duina y el Voljov, llegaron a la cuenca del Volga, que remontaron hasta el mar Caspio. A mediados del siglo IX se convirtieron en sus rutas más importantes las occidentales del Voljov, el Duina o del Vístula al Dniepper. Hacia 860 llegaron al Bósforo. Los varegos tenían una mayor organización y encuadramiento que los daneses y noruegos, gracias a los cuales impusieron su dominación en las estepas rusas y formaron colonias militares en sus principales ciudades. La resistencia occidental a las incursiones vikingas Fue la Europa occidental la que sufrió más violentamente la expansión vikinga. Los vikingos actuaban por sorpresa y atemorizaron a la población con su ferocidad. Su dominio del mar les permitía enfrentarse a los pueblos con una evidente superioridad táctica. La actitud de los jefes locales era comprar treguas a los vikingos, que por lo general estos no respetaban. En Inglaterra, Alfredo el Grande (871-899) logró preservar su reino a cambio de librar la mitad nordeste de la isla al jefe danés Guthrum en 878 (territorio que se convertiría en el llamado Danelaw, "país de la ley danesa"). Éste fue el único rey que organizó una resistencia eficaz contra los vikingos. Emprendió la construcción de una flota que rivalizó con los daneses en el mar, reorganizó el reclutamiento de su ejército y construyó una red de puntos fortificados a lo largo y ancho de su reino que evitó el avance de los daneses desde el Danelaw. En el siglo X, el reino inglés emprendió la reconquista de los territorios daneses y se llegó a una monarquía binacional anglodanesa. En el continente, sólo Germania logró con cierta eficacia rechazar los envites vikingos debido a la mayor organización de su autoridad regia. Los daneses ocasionaron grandes devastaciones en los puertos, como en el de Hamburgo en 845, pero no consiguieron penetrar profundamente en el interior. En la Galia, en cambio, los normandos tuvieron una enorme libertad de acción. Carlomagno intentó crear una flota de defensa costera para defenderse de los ataques del norte. Su sucesor, Carlos el Calvo, trató de cerrar los ríos mediante puentes fortificados, pero la indiferencia de los grandes señores francos impidió la puesta en práctica de esta medida. El 15 de agosto de 856, una flota danesa remontó el Sena, saqueó Ruán y estableció su campamento fortificado en una isla cercana a Nantes, Jeufosse. Desde este enclave, en enero de 857, arrasaron París y pidieron rescate por la abadía de Saint-Denis. En junio de ese año llegaron a Chartres y poco después mataron al obispo de Bayeux. En julio de 858, Carlos el Calvo consiguió bloquearlos en la isla de Jeufosse, pero tuvo que retirarse tres meses después ante el ataque de su hermano Luis. En 859 los daneses arrasaron Noyon, asesinando a su obispo; más tarde hicieron lo mismo en Beauvais. En 860 Carlos el Calvo quiso contratar como mercenarios a los vikingos del Somme para luchar contra los del Sena, pero no consiguió dinero suficiente. Al año siguiente, Carlos consiguió por 5000 libras que el grupo vikingo del Somme pusiera sitio a la isla de Jeufosse y mediante un pago de 6000 libras el rey obtuvo la promesa de retirada de éstos. Pero los vikingos no se retiraron. Carlos trató entonces de tenderles una emboscada reedificando el puente de Trilbardou, pero fue incapaz de aniquilarlos. Tuvo que pactar con ellos su repliegue hacia Bretaña. Mientras tanto, numerosos grupos vikingos realizaron incursiones por el Rin, el Somme, el Loira, el Garona y hasta el Ródano. Los resultados de la expansión noruega El movimiento de expansión de los noruegos tuvo un carácter mucho más aventurero que sistemático. Rara vez profundizaron en la colonización y a menudo abandonaban territorios cuyo control habían obtenido recientemente. Organizaban temporalmente, mientras duraba la guerra de conquista, pequeños principados militares. Cuando se acababa con el peligro militar, estos principados se disolvían en la anarquía aristocrática. La colonización de las islas Shetland y de las Orcadas durante el siglo VIII, tras la conquista del "país del sur" (Sutherland, el norte de Escocia), fue obra de reducidas bandas que eliminaron con facilidad a los pobladores pictos o los asimilaron. Hacia 860 los noruegos organizaron un principado que tenía las Orcadas como centro, acaudillado por un linaje de jarls de Noruega occidental. Este principado fue núcleo de un vigoroso renacimiento cultural. Desde aquí, los noruegos saltaron hacia el sudoeste, dirigiéndose a las Hébridas y a la isla de Man. En estas regiones la civilización celta era demasiado fuerte como para ser eliminada y surgió un cultura mixta, con un arte de gran originalidad. Man fue densamente colonizada y se convirtió en centro de un pequeño reino noruego que tenía bajo su dominio a las Hébridas. Aquí, la dinastía fundada por Godred Crovan en 1079 subsistió hasta 1266. Posteriormente llegaron a Irlanda. Las primeras incursiones fueron actos de pillaje y tuvieron como objetivo los monasterios de la costa irlandesa. Hacia mediados del siglo IX parece que los noruegos comenzaron a desarrollar una ambiciosa política de conquista. Establecieron enclaves costeros de apoyo. Ocuparon Dublín en 836, ciudad que se apresuraron a fortificar, y Limerick, situada en la desembocadura del Shannon, que fue su principal vía de penetración hacia el interior. Hacia 843 un jefe noruego llamado Thorgestr prentendió dominar toda la isla e instaurar un paganismo violento. Posteriormente decayeron estos proyectos y tras la muerte de Thorgestr se estableció la convivencia pacífica entre noruegos e irlandeses. A mediados del siglo IX las crónicas irlandesas hablan por vez primera de la existencia de un grupo de mestizos bilingües, los Gall Gaidil, "irlandeses extranjeros". Desde 872, los noruegos se contentaron con establecer ciudades-estado a lo largo de la costa, sin conexión con el territorio interior ni entre ellas. A esta red pertenecen las principales ciudades irlandesas: Dublín, Wexford, Waterford, Cork y Limerick. Los noruegos abandonaron la colonización sistemática del interior del reino, pero hubo algunos enclaves agrícolas y pastoriles noruegos en el Lancashire. Se produjeron enfrentamientos continuos entre los reyes irlandeses y los reinos noruegos de la costa, aunque en realidad no se trató de guerras de nacionalidades, pues irlandeses y noruegos estaban unidos a menudo por el forestage o adopción, y los mercenarios noruegos formaban ambos ejércitos. De esta época datan algunos héroes de las tradiciones tanto irlandesa como noruega, como Brian Borama, cuya muerte en la batalla de Clontarf de 1014 puso fin al esplendor del reino noruego de Dublín. En los puertos fueron decayendo progresivamente los estados noruegos, que pervivieron hasta la invasión de Guillermo de Normandía en 1171. Irlanda debe a los noruegos grandes aportaciones económicas: la mayoría de sus ciudades y las primeras monedas, acuñadas por Sihtric el de la Barba de Seda, rey de Dublín del siglo XI, además de la aportación de sus conocimientos náuticos. Sin embargo, en lo cultural, el paso de los noruegos acabó con el esplendor del monarquismo irlandés, que perdió su dinamismo evangelizador. En el continente, las incursiones de los vikingos noruegos fueron empresas de piratería que no dejaron huellas de colonización en las regiones a las que afectaron: el Loira, el Garona y el golfo de Gascuña. En 844 los noruegos protagonizaron una gran expedición remontando el Guadalquivir hasta Sevilla, que fue saqueada. Entre 859 y 862 penetraron en la costa marroquí, en el Ródano y en Italia, y en 1013-1015 el rey Olaf dirigió expediciones en las costas de Galicia y Aquitania. Al norte de las islas Shetland, las expediciones noruegas no tuvieron carácter militar. Las Feroes fueron colonizadas a principios del siglo IX. Una tempestad llevó a los primeros pobladores noruegos a Islandia, hacia 860, y su colonización comenzó una década después. A Islandia emigraron linajes de aristócratas noruegos amenazados por la unificación monárquica de Noruega. A lo largo del siglo X, estos linajes, con sus clientes y sus esclavos, se dedicaron a la explotación ganadera de la isla y edificaron una sociedad peculiar con un gobierno republicano. El Libro de la colonización (Landnamabok), que recogió a fines del siglo XII las tradiciones relativas a estos primeros colonizadores, permite suponer que fueron unos veinte mil los colonos llegados a Islandia desde Noruega. Islandia se convirtió en un centro cultural de primera magnitud y su literatura es quizás la más importante del occidente medieval. La movilidad de los colonos noruegos entre todos los puntos de la esfera de expansión noruega fue enorme y los intercambios continuos. Se dieron profundas influencias entre noruegos e irlandeses, por ejemplo en el terreno de la poesía. Sin embargo, los intercambios económicos fueron menos fuertes. Las diversas colonias noruegas tendían al autoabastecimiento y sólo Islandia, deficitaria en grano y madera, sostuvo relaciones comerciales más fluidas.
fuente: P. Adolfo Rodríguez

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