Las Mujeres en la Saga de Njal

MUJERES EN LA SAGA DE NJAL
Nelly EGGER de IÖLSTER
(DIMED - CONICET)

Nuestro interés por las sagas islandesas hoy se orienta al papel desempeñado en ellas por las mujeres y observaremos en particular el material contenido en la Saga de Njal, perteneciente al género de las sagas de familia.
Las sagas de familia registran la historia de familias y linajes de familias islandesas, habitualmente del grupo social aristocrático. Cronológicamente abarcan el período de la colonización de Islandia por grupos emigrados desde el oeste de Noruega en la segunda mitad del siglo IX hasta mediados del XI. Se trata de una literatura de gran originalidad en lengua vernácula islandesa. Su desarrollo fue independiente de las literaturas contemporáneas europeas y fue transmitida oralmente hasta el siglo XIII, momento en que se fijó por escrito. La tardía conversión de Escandinavia al cristianismo (alrededor del año 1000) explica la ausencia, hasta esa fecha, de fuentes escritas, con excepción de las inscripciones rúnicas, grabadas sobre asta, hueso o piedra que, debido a la dificultad que representaba esa tarea, nunca hubiesen podido ser empleadas como vehículo de extensos relatos.
Las sagas de familia refieren hechos ocurridos alrededor del año 1000. Se distinguen de las sagas contemporáneas, que fueron redactadas en el siglo XIII casi simultáneamente con los acontecimientos que relatan. Otras manifestaciones del genio literario islandés fueron las sagas de reyes y las colecciones de mitos y leyendas mitológicas en verso y en prosa denominadas Edda, como asimismo los poemas escáldicos dispersos, íntegros o en forma fragmentaria, en el texto en prosa de las sagas. La suma de esta producción literaria -y las sagas de familia en particular- constituyen la memoria de las hazañas de las antiguas familias islandesas.
La historicidad o no de las sagas de familia ha sido tema de debate durante más de dos siglos. Se ha discutido si fueron una creación del siglo XIII o si en realidad fueron transmitidas oralmente hasta el momento de encontrar su forma escrita definitiva. También se ha planteado si describen la sociedad existente hacia el año 1000 o si son una amalgama de la
producción de ambos períodos. Hoy en día se acepta la tesis de la transmisión oral de las sagas con las lógicas alteraciones que pudieron introducirse a lo largo de los siglos. Otro interrogante es qué motivos movieron a los islandeses a asentar por escrito las leyendas, material mitológico, histórico y semihistórico en el preciso momento en que lo hicieron. Para poder responder a estos interrogantes debemos remontarnos a mediados del siglo XIII.
Desde fines del siglo XII Islandia estuvo sumida en una grave crisis social y política. Como consecuencia del funcionamiento de la sociedad islandesa -del cual hemos dado cuenta en un estudio anterior1-, paulatinamente se había operado una diferenciación social cada vez más pronunciada. Había muchas familias empobrecidas y algunas pocas que concentraban en sus manos riqueza, educación y poder político, empeñadas en continuas luchas por el poder. La familia del renombrado cronista y hombre de letras Snorri Sturluson era una de las más poderosas en Islandia. Por otro lado, debido al agotamiento de algunos recursos naturales -como la madera, empleada no sólo para edificar las viviendas sino también en la construcción de los barcos para el

1 N. EGGER de IÖLSTER, “El lugar del individuo en la organización de la sociedad islandesa de los siglos X al XII”, Temas Medievales, 8 (1998), 143-157.
transporte de mercaderías indispensables para la supervivencia de
la población local-, el comercio de y hacia Islandia ya no estaba en manos islandesas sino quienes lo controlaban eran mercaderes noruegos. Finalmente, la corona noruega aprovechó esta situación de debilidad del país para negociar, con algunos de los poderosos islandeses, la entrega de la isla a Noruega. Es posible que Snorri se haya contado entre estos intermediarios. En varias oportunidades, había estado en Noruega en la corte real y, probablemente, fue alguno de los monarcas quien le encomendó la tarea de redactar las biografías de los reyes de Noruega conocida como Heimskringla o Sagas de los Reyes.
Tras analizar las diferentes posturas con relación a la verdad histó
rica de las sagas, Jesse L. Byock, estudioso y profesor de temas medievales escandinavos en la universidad de California, concluye que “…durante los siglos de cultura exclusivamente oral los islandeses tuvieron la inteligencia y capacidad necesarias para establecer un sistema eficiente de tribunales, leyes e instituciones diferentes de las de su país de origen. Si admitimos estos logros, también debemos admitir la posibilidad de que hayan desarrollado una narrativa apta para contar las historias de individuos, de hechos importantes en sus vidas cotidianas…, sobre conflictos relacionados con pasturas compartidas, luchas de caballos, amor, dotes y burlas ofensivas… [Las sagas] son […] producto de una larga tradición narrativa que respondió a la necesidad particular de la población insular islandesa”2. Estas afirmaciones de Byock se complementan y completan con las de Jenny Jochens, profesora de historia en la universidad de Towsen y vice-presidenta de la Sociedad para el Estímulo de Estudios Escandinavos, quien afirma que “…los historiadores ahora tienen el deber de recuperar estas narraciones invaluables… Los actuales métodos de pensamiento crítico en literatura e historia impiden restringir las antiguas fuentes nórdicas exclusivamente al terreno de la literatura… Las fuentes narrativas y legales islandesas resultan muy útiles para analizar la sociedad islandesa […] y es posible que el conflicto entre paganismo y cristianismo sea menos importante de lo que parecía al comienzo”3.
Esto nos conduce al problema de que muchas sagas islandesas relatan hechos ocurridos durante el período pagano pero que tan sólo obtuvieron su forma definitiva en el siglo XIII, dos siglos y medio después de la introducción del cristianismo. En efecto, los acontecimientos que refieren las sagas de familia suelen abarcar el período en torno a la conversión
de la isla al cristianismo. Su lectura nos deja con la sensación de que los autores no dudaban de la real existencia de los dioses paganos junto a Hvite Christ o Cristo Blanco -como ellos lo llamaban-. Los personajes de las sagas no manifiestan mucha preocupación por la religión o por prácticas religiosas, salvo en contados casos -como cuando algún personaje decide efectuar, al final de su vida, el viaje a Roma para redimir antiguos pecados-. Tienen mayor relevancia y frecuencia las referencias a encantamientos, magia y hechizos. Las líneas de investigación que sostuvieron que todas las sagas, en realidad, defendían una postura cristiana, actualmente parecen haber sido descartadas a la luz de los aportes de la antropología y, en esta esfera, compartimos la tesis de Jenny Jochens quien sostiene que es útil analizar estos problemas según la continuidad cultural islandesa. Para comprobarlo, basta recordar el momento en que las sagas fueron redactadas, o sea, alrededor de mediados del siglo XIII. Sus anónimos autores trataron, consciente o inconscientemente, de conservar para sus contemporáneos, antes de que desapareciera, el mundo antiguo de sus antepasados que había moldeado su identidad. En ese mundo, la llegada del cristianismo no había
2 Jesse L. BYOCK, Medieval Iceland., Society, Sagas and Power, Berkeley -Los Angeles-Londres, University of California Press, 1990, p. 48.
3 Jenny JOCHENS, Women in Old Norse Society, Ithaca y Londres, Cornell University Press, 1995, p. 181.
producido más que cambios imperceptibles. De hecho, las sagas pueden calificarse de laicas. Esta característica, sumada a la circunstancia de haber sido redactadas en lengua vernácula, las diferencia radicalmente de la literatura europea contemporánea. Jenny Jochens declara que “no sólo las sagas sino todos los testimonios deben interpretarse como manifestaciones de la Islandia medieval cristiana pero, también, como supervivencia de la antigua Islandia pagana, vista a través del espejo distante y nostálgico del siglo XIII”4.
Un enfoque semejante permite ver las sagas como un intento de sus autores por conservar la identidad de la sociedad islandesa en el momento en que estaba siendo absorbida polít
icamente por Noruega, al mismo tiempo que desaparece la contradicción entre elementos paganos y cristianos que se encuentran en ellas. El carácter laico de las sagas -sin rastros de la prédica moralizante eclesiástica continental que, en todo caso, se manifiesta de modo muy sutil- permite el acercamiento a la mentalidad imperante en Islandia antes de la conversión.
Con relación a la veracidad e historicidad de las sagas, seguimos el razonamiento de Sverre Bagge, profesor de historia de la universidad de Bergen, en su minucioso análisis del pensamiento político que guió a Snorri Sturlason cuando compuso la monumental Saga de los Reyes. En ésta, Snorri utilizó el mismo estilo que emplearon los autores de las sagas de familia. Hasta el momento de su redacción, los relatos históricos y también las sagas restantes estuvieron sujetos a modificaciones. Sin embargo, es opinión de Sverre Bagge que, en la Saga de los Reyes, el material fáctico registrado parece ajustarse en gran medida al verdadero desarrollo de los hechos, mientras las conversaciones y las descripciones de otras circunstancias sirvieron a Snorri para explicar al lector las supuestas motivaciones de la acción y para amenizar el relato5.
De modo semejante debe haber ocurrido con las sagas de familia. El marco general de los relatos tal vez se mantuvo a lo largo de los siglos de transmisión oral, mientras muchos otros elementos sufrían modificaciones o fueron agregados posteriormente. Así, por ejemplo, la Saga de Njal refiere que Njal murió cuando sus enemigos incendiaron su casa, una forma cor
riente de ejecutar venganza. Este hecho quedó comprobado al encontrarse restos carbonizados cuando se realizaron excavaciones en el sitio del emplazamiento de su vivienda. En relación con otras sagas –como, por ejemplo, la de Egil o la de Erico (el Rojo)- también se encontraron testimonios semejantes gracias a la arqueología. En cambio, el panorama de la sociedad islandesa presentado en la Saga de Njal responde a la situación imperante durante el siglo XIII.
Antes de pasar al tema específico de este trabajo queremos recordar que muchos de los rasgos de la sociedad islandesa no sufrieron grandes cambios a lo largo de los siglos. Ésta conservó su carácter rural, con la población entregada al cuidado de sus ganados, a la pesca y, si sus recursos lo permitían, a viajes más allá del océano para comerciar. Vivían en asentamientos aislados diseminados en el paisaje, sin aldeas y, menos aún, aglomeraciones urbanas. El transporte terrestre y los viajes en el interior de la isla se efectuaban a lomo de los pequeños caballos originalmente traídos desde Noruega por los primeros pobladores. Todo esto se mantuvo hasta entrado el siglo XIX. Tan sólo entonces aparecieron los primeros caminos aptos para rodados y las primeras ciudades.
4 Op. cit., p.182
5 Sverre BAGGE, Society and Politics in Snorri Sturluson’s “Heimskringla”, Berkeley-Los Angeles-Oxford, University of California Press, 1991, p. 20.

La Saga de Njal es, para muchos, la más importante de las sagas de familia. En todo caso, comparte ese lugar con sólo dos o tres. Para nosotros, se trata de una fuente valiosísima pues contiene numerosos ejemplos de personajes femeninos. Probablemente fue redactada alrededor de 1260 y refiere los interminables enfrentamientos desencadenados entre familias de un distrito del sudoeste de Islandia por conflictos de intereses. El tema de la necesidad de dejar a salvo el honor, prestigio y fama individuales de los protagonistas aparece como uno de los principales móviles del argumento pero, generalmente, a un nivel más profundo pueden encontrarse motivos económicos de las acciones. Debido a la gran cantidad de personajes y a los numerosos episodios que se van encadenando -con una lógica rigurosa en el típico estilo lacónico y realista de las sagas- sería demasiado extenso intentar resumirla en poco espacio.
Debemos tener presente el marco geográfico que constituye el escenario de la saga. Tanto la topografía como el clima de Islandia tienen características extremas. Se trata de una isla de terreno irregular con montañas y montes separados por valles, en parte fértiles y aptos para el cultivo de cereales y otros cubiertos de basalto, testimonio de las erupciones volcánicas periódicas. En otras zonas se encuentran glaciares que alternan con fuentes termales. Los inviernos son muy largos y muy breves las estaciones restantes. La suma de estos factores no facilita las comunicaciones -según ya vimos- y, en consecuencia, los contactos entre las gentes habitualmente se desarrollaban en el marco de un mismo distrito o valle. Este es el paisaje marco de nuestro análisis. No incluirá los capítulos en que la acción de la saga se traslada a Noruega, Irlanda, Gales, las Orcadas e, incluso, hasta Roma, pues en ellos no encontramos a mujeres involucradas en la acción. Una excepción es el episodio en el comienzo de la saga en que uno de los personajes cae bajo el hechizo de la famosa reina noruega Gunnhild.
Ya señalamos que el panorama social que se describe en la Saga de Njal está en contradicción con lo que debe haber sido durante los siglos X a XI, puesto que tiene todos los rasgos de la sociedad islandesa del siglo XIII cuando ya no habían rastros de las características igualitarias que habían caracterizado a los pobladores originales. Muchos de éstos, empobrecidos, se habían convertido en dependientes de los ricos y políticamente poderosos. En la saga encontramos opulentos terratenientes con numerosos dependientes libres y algunos esclavos. Sus fortunas crecen o se reducen según la habilidad de cada uno, por compras, por expediciones comerciales o vikingas exitosas, por el establecimiento de alianzas matrimoniales ventajosas y sus consiguientes dotes, por el cobro de herencias o de rescates y compensaciones al cabo de algún litigio. En el caso contrario, se pierden por despilfarro o mala administración de propiedades, de lo cual a menudo se culpa a mujeres. Los poderosos acuden a la asamblea o alting rodeados de numerosas comitivas y allí solucionan legalmente sus conflictos. El grave problema de esta sociedad fue que Islandia no contaba con un brazo ejecutivo que hiciese cumplir las sentencias. Cuando éstas no resultaban satisfactorias para las partes involucradas, se buscaba una solución por las armas y, de esta manera, se perpetuaba la cadena interminable de venganzas y enfrentamientos sangrientos. En este marco de acción se inscriben infinitos detalles de la vida cotidiana de las gentes, permitiéndonos observar el papel de las mujeres en la sociedad.
Las actividades de los hombres aparecen, en las sagas, claramente diferenciadas de aquéllas de las mujeres. Mientras vemos a los varones ocupados en sus tareas rurales de siembra y recolección, pesca, búsqueda de ganado extraviado, viajes y, por supuesto, en los interminable litigios en los cuales ponen a prueba su honor y fama, a las mujeres las encontramos esencialmente en el ámbito doméstico y sus inmediaciones, en los corrales del ganado o en las pasturas de verano algo más alejadas. En ocasiones,
acompañaban a sus maridos a la reunión del alting donde tenían oportunidad de lucir sus mejores vestimentas.
En vista del gran número de personajes de la Saga de Njal, para simplificar citaremos por sus nombres solamente a algunos debido a su papel protagónico. Con relación a los demás nos referiremos, genéricamente, a “un hombre” o “una mujer”. Aparecerán por sus nombres los varones Gunnar -la figura heroica- y Njal, el consejero pacífico, conciliatorio y respetuoso de las leyes. Las mujeres son Hallgerd, hermosa y cruel, causa de las muertes de sus tres maridos -de los cuales el último es Gunnar- y Bergthora, la esposa fiel de Njal. Todos ellos pertenecen al grupo aristocrático de la sociedad islandesa.
De acuerdo con su posición social, las mujeres pueden clasificarse, en primer término, en jefas de familia, generalmente la esposa del dueño de casa, su madre o su viuda, de ordinario administradoras de todo lo concerniente al hogar y a los víveres. En segundo lugar, se encuentran mujeres libres de condición diversa como parientas pobres que viven en casa de sus familiares más afortunados y allí realizan diversas tareas o mujeres que no tienen residencia fija, vagabundas, mendigas o buhonera,s6 -quienes, en las sagas son portadoras de chismes e informantes de lo que ocurre en otros lados-. Finalmente, se encuentran en las casas mujeres dependientes de sus amos, sirvientas de condición libre y esclavas.
Las viviendas7 que albergaban a estos terratenientes solían tener dimensiones considerables. Se han efectuado excavaciones que han permitido comprobar que las casas ubicadas en terrenos medianamente importantes alcanzaban unos cuarenta metros de largo. Hay que recordar que allí se alojaban todos los habitantes de la propiedad. En promedio, en una casa de categoría mediana, vivían unas veinte personas. Este número podía aumentar considerablemente si se trataba de propiedades más importantes8. Además, cuando se celebraban fiestas -frecuentes en determinadas fechas o con motivo de algún casamiento o en otras ocasiones-, era necesario que las casas pudieran albergar durante varios días a los huéspedes. En estas oportunidades, el prestigio del anfitrión se incrementaba cuanto más numerosos eran los visitantes. Las casas solían tener armazón de madera con gruesas paredes de piedra en los fundamentos y hacia arriba se construían con turba, que reunía excelentes condiciones aislantes. Por la misma razón, también eran de turba los techos y, sobre ellos, crecía pasto que también ayudaba a conservar el calor en el interior9. Tales casas respondían al típico plano nórdico antiguo de “casa larga”, de unos seis metro de ancho. Tenían una sola habitación aunque, cuando la casa era muy grande, podía tener alguna subdivisión o algún agregado perpendicular a la misma. Algunos de esos ambientes -separados del resto- servían de dormitorio para el dueño de casa y su esposa. Otro, llamado “habitación de las mujeres”10, se dedicaba a la importante tarea de elaboración de tejidos, mientras un terreno, destinado a despensa de los alimentos, había de ser una habitación fresca. En el centro de la casa, a lo largo de todo el espacio, se encontraba el lugar del fuego siempre encendido, manteniéndose vivas las brasas durante la noche. A ambos lados de ese
6 Njal’s Saga, Harmondsworth, Penguin Classics, 1964 (en adelante, se citará como Nj.), pp. 124, 200 y 325.
7 Nos ha servido de guía, para la descripción de las viviendas islandesas, la detallada información contenida en Magnus MAGNUSSON, Vikingene!, Stavanger, Hjemmets Bokforlag, 1980.
8 Nj., p.235, menciona que un caudillo rico e importante tenía cien sirvientes en su casa.
9 Nj., p.169. Para dar idea de la importancia de la casa de Gunnar, la saga afirma que estaba construida íntegramente de madera, el revestimiento exterior en tingladillo y ventanas con postigos cerca de las vigas del techo.
10 Nj., p.114: “Hallgerd tenía una habitación privada que utilizaba a menudo”; p.176, la casa de Njal tenía una habitación para trabajar en el telar.
fuego, había largos bancos que servían de asiento o para dormir sobre ellos. El fuego era necesario para calefaccionar el ambiente, además de permitir que entraran en calor los que llegaban del exterior y para secar la ropa. En el extremo del fuego solía haber una tarima donde se instalaba el asiento de honor que ocupaba el dueño de casa o era cedido a las novias -cuando se realizaba un casamiento- o a algún visitante importante. Otro fuego de tamaño menor, separado e instalado en el otro extremo de la casa, se utilizaba para cocinar los alimentos. Ocasionalmente, si se trataba de una casa muy importante, podía contar con un altillo11. Estas moradas no ofrecían privacidad a sus habitantes y todas las actividades se desarrollaban en aquel ambiente único. En el exterior se encontraban otras dependencias, tales como depósitos destinados a guardar alimentos y otros objetos que se deseaba mantener alejados de la circulación general, además de cobertizos y corrales. Asimismo, formaban parte de la propiedad rural, cabañas menores en lo alto de los montes donde se encontraban las pasturas de verano. Pastoras y pastores -quienes, además de estar a cargo del cuidado de los rebaños, se dedicaban a la fabricación de quesos y otros derivados de la leche- se trasladaban a esas cabañas durante la estación estival.
Las diferentes edades de las mujeres reciben, en la Saga de Njal, atención diferenciada. No se habla de la niñez más que para introducir a Hallgerd niña, quien juega en el suelo con otros niños delante de su padre y su tío12 y, en otra ocasión, de dos niños y una niña que juegan de la misma manera13. En el momento del incendio de la casa de Njal se menciona un niño, hijo de crianza de Njal, quien ama tanto al protagonista que se niega a abandonar la casa y prefiere morir a su lado14.
La juventud es la edad en que se decide el futuro de las adolescentes que ya se consideran aptas para ser desposadas. Este es el momento en que el linaje de las jóvenes representa un papel importante. La saga de Njal registra los linajes de todos los personajes de relevancia. Generalmente, los retrotrae hasta el momento de la colonización de Islandia; mas aún, se esfuerza por establecer un vínculo entre el linaje de los primeros colonos con algún antepasado noruego. Por ejemplo, aparece reiteradamente el vínculo con un legendario Björn Buma. Hemos observado, en las fuentes islandesas, el tema -que tanto ha interesado a los estudiosos de la familia- relativo a la prioridad que se le daba, en una sociedad, a la ascendencia materna o paterna de las personas. Hemos remontado los linajes islandeses de numerosos varones y mujeres y hemos comprobado que, en la enumeración de los antepasados, se menciona a las mujeres cuando éstas son el eslabón vinculante con un linaje más prestigioso. Por otro lado, el hecho de pertenecer a un mismo linaje, creaba una serie de obligaciones que desempeñaban un papel fundamental en una sociedad en la cual las alianzas privadas entre personas eran de suma importancia. Esto último no siempre era positivo; en algunos casos resultaba sumamente negativo como, por ejemplo, cuando Hallgerd invita a su ayo-tutor, un pariente que es un bribón, a vivir en su casa. Gunnar le dice a éste que no dará crédito a la casa “…pero no rechazaré a ninguno de los parientes de mi mujer que ella quiera tener consigo”15. Más adelante este invitado, incitado por Hallgerd, iniciará la cadena de discordias entre las casas de Gunnar y de Njal.
Veamos ahora el tema del complicado ritual de pedido de mano y desposorio de las jóvenes. Generalmente las sagas lo presentan en los siguientes términos. Cuando un
11 Nj., p. 169, Gunnar duerme en el altillo, con su esposa Hallgerd y con su madre.
12 Nj, p. 39.
14 Nj., p. 267.
15 Nj., p. 104.
hombre había probado su competencia en expediciones vikingas, comerciales o al servicio de un rey o noble o simplemente en las actividades cotidianas en Islandia, su padre, hermano o amigo le proponía elegir una joven cuya mano era conveniente pedir o él mismo expresaba el deseo de casarse. Se elegía entonces la mejor candidata; en esto, tenía un papel importante la fortuna del padre de la joven y la magnitud de la dote que podía esperarse. A continuación, partían -si fuera posible, acompañados de una comitiva- a pedir la mano de la elegida. Si ambas partes llegaban a un acuerdo, los jóvenes quedaban desposados y se establecía qué aportaría cada uno al matrimonio. Generalmente, se trataba de bienes inmuebles -como una propiedad rural que les sirviese de residencia u otros-. Un aspecto importante que se tenía en cuenta para llegar a un convenio matrimonial era la medida en que beneficiaba el prestigio y fama de ambas partes. A continuación, se decidía la fecha y el lugar donde se celebraría el casamiento, pudiendo ser indistintamente la casa del desposado o el hogar de la desposada. En estas negociaciones, por lo general, no intervenía la joven cuyo casamiento se decidía, tan sólo era informada una vez concluido el acuerdo y, a veces, ni siquiera llegaba a conocer a su futuro esposo -como en el caso del primer acuerdo de casamiento de Hallgerd, quien recrimina a su padre por no haberla consultado16-. Cuando el primer esposo es asesinado por el ayo-tutor de Hallgerd, su familia paga una compensación por el daño provocado. Al presentarse un nuevo pretendiente, el padre y el tío de Hallgerd le advierten acerca del carácter difícil de la mujer, a la vez que consultan los deseos de ella. Al recibir una respuesta favorable, se conviene un nuevo casamiento. La saga cuenta que los esposos, una vez unidos, eran felices pero, a pesar de ello, la unión acaba trágicamente con el asesinato del segundo esposo, cuando éste tiene un altercado con Hallgerd por la presencia del ayo-tutor en la casa17. Cuando Gunnar y Hallgerd se enamoran instantáneamente al conocerse durante la celebración del alting, Gunnar pide su mano y, a pesar de las advertencias del padre de la mujer y de Njal, él insiste y acaba por obtener el consentimiento de la familia de ella. Una vez pactados los términos del acuerdo matrimonial y contando con la aprobación de Hallgerd, es ella quien personalmente se declara desposada18. Todo esto nos permite comprobar, según vimos, que cuando se pedía la mano de una muchacha, probablemente muy joven, ella apenas era consultada, a veces sólo era informada a continuación del acuerdo y, tal vez, ni siquiera veía a su futuro esposo hasta el momento del casamiento. En sucesivas bodas solía ser consultada y ella misma podía declararse desposada. Cuando una mujer estaba divorciada, o era viuda, podía volver a casarse sin consultar a nadie19, aunque lo habitual era que la familia tuviese alguna intervención. En la saga se encuentran numerosos ejemplos de propuestas y acuerdos matrimoniales que ilustran este tema. Por ejemplo, Njal aparece haciendo los arreglos matrimoniales para sus hijos con dotes que les permitían establecerse por su cuenta pero ellos, aún casados, continúan viviendo en casa de Njal20. No sabemos si éste no es un recurso literario. Cuando Njal efectúa una propuesta matrimonial para su hijo de crianza, la mujer pretendida exige casarse con alguien que tenga rango de jefe de distrito y juez y sólo accede cuando el padre putativo consigue ese nombramiento21.
16 Nj., p. 56.
17 Nj., p. 70.
18 Nj., p. 94.
19 Nj., p. 83.
20 Nj., p. 84.
21 Nj., p. 207.
El matrimonio representaba una alianza entre dos familias. Podía servir para reconciliar a bandos enemigos22 y si un hombre, en el transcurso de un litigio judicial, no salía en apoyo de los parientes de su esposa, ello podía dar lugar a divorcio. No sólo las hijas sino también las sobrinas podían servir de vínculo para establecer una alianza semejante –como, por ejemplo, cuando un hombre le reprocha a otro “…cuando te di mi sobrina en casamiento, creí que me habías prometido tu apoyo incondicional”23-. En la sociedad islandesa las alianzas entre personas y familias revestían suma importancia pues brindaban a los individuos un marco de seguridad inexistente de otra forma. No disponemos aquí del espacio necesario para explorar este interesantísimo tema.
Es necesario destacar que, en la esfera del desposorio y casamiento, es donde se comprueba, a nuestro juicio, la confluencia de las ideologías pagana y cristiana. En el mundo pagano primaba la celebración del convenio matrimonial sin intervención de la muchacha. Se trataba de una transacción comercial en la que la mujer tenía su precio. De hecho, en un antiguo código legal noruego, el capítulo que trata de este tema se titula “Del desposorio de las mujeres” y, en el sector dispositivo, establece que “…deben comprarse las esposas…”24. Después de la introducción del cristianismo, se estableció la obligación de consultar a las mujeres acerca de su voluntad de casarse con determinado pretendiente. Es otro tema que sería interesante analizar con mayor profundidad.
El casamiento se celebraba con una fiesta a la cual eran invitados los parientes y amigos de ambos contrayentes. En la oportunidad, los asientos solían distribuirse de manera tal que, en la tarima del extremo de la habitación, se sentaba la desposada y, en los bancos longitudinales, los participantes de la fiesta. En el centro de uno de los dos bancos, se ubicaba el desposado y, junto a él, sus invitados en orden decreciente según su importancia. En el lado opuesto, se acomodaban los huéspedes de parte de la desposada25. En estas ocasiones, el papel de las demás mujeres -fuesen las de la casa o invitadas- era servir la bebida en las mesas -generalmente se trataba de cerveza elaborada en el hogar-, ofrecer los alimentos y el agua para lavarse. Después de la fiesta (que solía durar varios días), los recién casados se dirigían a su futura casa.
A lo largo de la saga comprobamos que, en general, el amor estaba ausente de estos casamientos. Ya vimos que el matrimonio parece ser el resultado de arreglos económicos fríamente calculados en los cuales las mujeres no son más que una mercadería que cambia de manos. Una vez casados, se suponía que ambos miembros de la pareja debían apoyarse y respetarse mutuamente. En ocasiones, después de la unión, surge entre ambos el amor -que es presentado como una gratificación adicional en la relación matrimonial-. Pudimos observar que esto ocurre en el segundo matrimonio de Hallgerd y se expresa de manera casi pudorosa diciendo que ella pone los brazos alrededor del cuello de él26. De hecho, son contados los ejemplos de muestras de afecto o pasión. Sin embargo, el encuentro que inicia la relación entre Hallgerd y Gunnar indudablemente causa una atracción y enamoramiento repentinos y recíprocos27. Más adelante, cuando la conducta de Hallgerd provoca conflictos con sus vecinos, Gunnar
22 Nj., p. 175.
23 Nj., p. 240.
24 Gulatingslovi (ed. K. Robberstad), Oslo, Det Norske Samlaget, 1969. En rigor, el término exacto empleado es “compra de mujer”. Nosotros traducimos “esposa” para evitar la confusión con la eventual compra de una esclava.
25 Nj., p. 96. Tal el orden observado en el casamiento de Hallgerd con Gunnar. En otras ocasiones, el orden podía variar, pero siempre se tenía en cuenta la ubicación de las personas según su jerarquía.
26 Nj., p. 68.
27 Nj., p. 93.
dice “…ella se entretiene con muchas cosas totalmente opuestas a mis deseos…”28. Sin embargo, él jamás discute con ella y evita las confrontaciones. Nos parece que semejante comportamiento es lo que dictaba la costumbre. El ideal de conducta conyugal encuentra su expresión en las palabras de Bergthora -pronunciadas durante el incendio-, cuando se le ofrece la posibilidad de abandonar la casa y ella se niega a hacerlo diciendo: “Cuando joven fui dada en matrimonio a Njal y prometí que compartiríamos la misma suerte”29.
En la sociedad islandesa, el divorcio era un recurso legal. La Saga de Njal contiene un ejemplo muy interesante de los pasos jurídicos que, por ley, debía dar una mujer para divorciarse de su esposo. Se trata de una joven cuyo marido no ha podido consumar el matrimonio por haber caído víctima de un conjuro de la reina noruega Gunnhild, famosa hechicera en toda la literatura islandesa30. La joven esposa consulta a su padre, experto en leyes, y él la instruye en los pasos que debe dar, legalmente, para anular el matrimonio. Ella debe seguir el siguiente ritual: antes de partir al alting -donde su padre la declarará divorciada-, deberá acercarse a su cama junto con las personas que la acompañarán a la asamblea. Allí -y nuevamente en la puerta principal-, deberá nombrar testigos y, tras ello, cabalgar directamente al alting. Una vez declarado el divorcio en la Roca de la Ley por parte del padre, ella regresa a la casa paterna y no retorna al hogar del esposo. Este, por estar atendiendo sus negocios con sus arrendatarios, ha estado ausente de la casa y no ha tenido ninguna intervención en el trámite de divorcio de su mujer31. Otra cuestión concomitante será, para la mujer, la recuperación de la dote aportada al matrimonio. En las sagas también encontramos mujeres que amenazan a sus maridos con prohibirles el acceso a la cama matrimonial si no obran de acuerdo con lo que la esposa espera de ellos. Pero, por otro lado, en ocasiones los esposos exasperados llegan a abofetear a sus mujeres. Hallgerd recibe una bofetada de su segundo esposo32 y, más tarde, otra de Gunnar cuando ella enviara a un sirviente a robar provisiones en una casa vecina33. Este último castigo desencadena la venganza que provocará la muerte de Gunnar años más tarde. En efecto, mientras son sitiados en su casa por los enemigos de su esposo, Hallgerd niega a éste un mechón de su cabello para trenzar una cuerda en reemplazo de la que se ha cortado en su arco34.
Una vez celebrado el casamiento, la esposa habitualmente se convertía en administradora de su nueva casa. Su principal responsabilidad parece haber sido el cuidado y juicioso empleo de las provisiones de alimentos a lo largo del año. Recordemos que, debido al prolongado invierno, durante dicha estación resultaba muy difícil reaprovisionarse. La saga cuenta que, durante su primer casamiento, ”…Hallgerd resultó ser exigente y pródiga. Reclamaba todo para sí misma […] y lo gastaba de manera extravagante. Al llegar la primavera, las provisiones de la casa se estaban agotando y escaseaban la harina y el pescado seco….”35. Con ocasión de su segundo casamiento, su nuevo esposo le preguntó si deseaba hacerse cargo del manejo de la casa y la respuesta de ella fue negativa36. Suponemos que, en un caso semejante, el hogar debía quedar al cuidado de un ama de llaves. La saga registra varios ejemplos de estas amas de llaves, por ejemplo menciona una en la residencia de Njal. Cuando las casas
28 Nj., p. 109.
29 Nj., p. 267.
30 Nj., p. 49.
31 Nj., pp. 52-53.
32 Nj., p. 69.
33 Nj., p. 123.
34 Nj., p. 171.
35 Nj., p. 56.
36 Nj., p. 67.
eran muy grandes, es probable que la dueña necesitase que alguien la asistiera en la administración. Si se trataba de un hombre solo, el cuidado de la casa podía quedar a cargo de su madre. En el momento en que Hallgerd casa por tercera vez, con Gunnar -y durante la boda se celebra también el casamiento de su joven hija-, la saga apunta que “Hallgerd se hizo cargo de la administración de la casa […]. Era extravagante y autoritaria. [Su hija, en cambio, en su nuevo hogar] demostró ser un ama de casa excelente”37. Si llegaban a faltar provisiones, éstas se compraban a algún vecino que las tuviera en abundancia o se obsequiaban entre amigos38.
Esto nos lleva al tema de los alimentos. La preparación de la comida aparentemente era tarea por excelencia de las mujeres. En ocasión en que Hallgerd enviara a un sirviente a robar alimentos a casa de un vecino, al regresar Gunnar con huéspedes “…Hallgerd colocó alimentos sobre la mesa y trajo queso y manteca…[Cuando Gunnar le preguntó por el origen de las viandas pues sabía que no había en existencia, ella contestó que]…no era tarea de hombre ocuparse de las cuestiones de la cocina…Las mesas fueron despejadas y se sirvió carne en lugar [de la comida anterior]”39. Es una lástima que la saga no nos cuente en qué consistían los alimentos que se habían servido en primer lugar, además del queso y manteca mencionados. Recurrimos al libro de Jenny Jochens en busca de una respuesta a este interrogante40. También ella se queja de cuán poco se sabe acerca de la alimentación de los islandeses. Afirma que los cereales se cultivaban sólo en pequeñas cantidades en el sur de la isla y eran empleados para la elaboración de unas galletas -como las que se siguen consumiendo hasta hoy en los países escandinavos- y para la cocción de papillas y gachas, además de haber sido un ingrediente fundamental en la elaboración de la cerveza -que, a juzgar por las fuentes, se consumía en gran cantidad-. La molienda de los cereales era tarea de las mujeres de condición baja. La escasez de cereales en Islandia se comprueba cuando, en más de una ocasión, las fuentes registran que los nativos que han estado al servicio de reyes o de los jarls de Trondheim, reciben de estos señores obsequios de harina y madera cuando regresan a su país. A continuación, Jenny Jochens se refiere al pescado, tanto de agua salada como dulce. Era un alimento fundamental, pues estaba disponible en abundancia y se consumía fresco o seco. La leche y todos los productos derivados de la misma eran también un elemento importante de la dieta, siendo mujeres las encargadas tanto del ordeñe como de la elaboración de manteca y queso. Ya dijimos que estas tareas se realizaban, en gran medida, durante la temporada estival, en las pasturas de verano de altura. Finalmente, también se consumía carne. Aunque recordamos alguna fuente bibliográfica que la menciona como el alimento principal, nos parece que la importancia del pescado en la dieta debe haber sido mayor. En la Saga de Njal nos enteramos que, en ocasiones, se almacenaban provisiones para el invierno lejos de la casa. Así, se refiere que el primer esposo de Hallgerd parte en un bote a unas islas cercanas en busca de harina y pescado seco.
Las amas de casa parecen haber tenido a su cargo todo lo concerniente a la organización y distribución de las tareas de los sirvientes. Vemos a Hallgerd que da órdenes a los servidores y a Bergthora, quien dice a un hombre que busca trabajo: “…tengo tanta autoridad como Njal a la hora de contratar sirvientes”41. Es evidente que,
37 Nj., p. 97.
38 Nj., p. 121.
39 Nj., p. 123. Es en esta ocasión en que Gunnar le propina a Hallgerd la bofetada que a él le costaría la vida años más tarde.
40 JOCHENS, op.cit., pp. 126-129.
41 Nj., p. 101.
cuando los hombres se ausentaban, quedaban sus mujeres a cargo de las propiedades. Sin embargo, cuando las ausencias eran muy prolongadas –por ejemplo, cuando los hombres debían cumplir una pena de exilio durante tres años o cuando partían en busca de fortuna al servicio de algún grande en el continente o en Escandinavia, o como mercaderes, empresas que también solían alejarlos durante tres años o aún más-, buscaban a alguien de confianza para que, durante su ausencia, se ocupara de sus intereses en Islandia, ya fuera un miembro de su familia o un amigo.
El papel de las mujeres como madres no recibe mayor atención en las sagas y los hijos pequeños casi no ocupan espacio en ellas. Ya señalamos dos fragmentos en que se habla de niños que juegan en el suelo42. Aparece también una mención referida al nacimiento de la hija de Hallgerd, de su segundo marido: “Durante el verano nació una hija. [Su padre] preguntó cómo deseaba que se llamase la niña. ‘Quiero que se llame Thorgerd, el nombre de la madre de mi padre, pues por el lado de su padre ella descendía directamente de Sigurd, que mató al dragón”43. Observamos la carga simbólica implícita en el otorgamiento del nombre. Por otra parte, son muy numerosas las menciones de hijos e hijas pero no durante la niñez sino como adultos -los varones como apoyo en los frecuentes conflictos y las mujeres como eslabones en el establecimiento de alianzas matrimoniales-.
Finalmente, debemos destacar de modo muy especial el papel de las mujeres como tejedoras, pues de este trabajo femenino llegó a depender, en gran medida, la economía islandesa. No es un tema que las sagas mencionen con frecuencia pero es un área sobre el cual también han echado luz las investigaciones de Jenny Jochens44. A esta autora le llamó la atención que los paños tejidos en los hogares islandeses se hayan valorado como moneda de intercambio. Así, por ejemplo, en la Saga de Njal, la dote de una mujer es calculada en yardas de paño45. Jenny Jochens señala que la función principal de los paños es la protección contra el frío pero luego pasa a enumerar sus otros usos: velas para los barcos, para embalar mercaderías, como tapices para abrigar las casas, para cubrir las cabañas donde se alojaban los asistentes a las reuniones de las asambleas, en tiendas, como envoltorio protector de animales enfermos y, finalmente, como mercadería de exportación, siendo esta última función la de mayor importancia para la economía de Islandia. La investigadora señala que se fabricaban paños de diversas calidades, más o menos finos, más o menos tupidos -a veces al punto que llegaban a ser impermeables- y de diversos grosores. Las mujeres islandesas, ante la ausencia de animales cuyas pieles pudieran aprovecharse como abrigo, inventaron la forma de elaborar paños que -en su textura- contenían mechones de lana que simulaban pieles y que ofrecían abrigo adicional.
Durante los siglos XI a XIII, la plata, como medida de valor de las mercaderías del comercio exterior islandés, quedó suplantada por paños de lana. Este hecho es testimonio de la importancia de las mujeres para la economía de la isla. Una vez concluida la etapa de elaboración de los paños, su comercialización pasaba a la esfera de tareas de los hombres. Es probable que este trabajo femenino nunca fuese debidamente valorado por la sociedad, que simplemente consideraba como un hecho indiscutido que las mujeres tejían y fabricaban paños. De allí que estas tareas casi no hayan encontrado espacio en las sagas, salvo las breves menciones de habitaciones donde tejían la dueña de casa u otras mujeres que la acompañaban. Estas habitaciones eran el único lugar del hogar que ofrecía cierta privacidad y, en las sagas, aparecen
42 Nj., pp. 39 y 55.
43 Nj., p. 67.
44 JOCHENS, op. cit., pp. 141-160.
45 Nj., p. 41.
como el sitio donde se tramaban conspiraciones y venganzas46. Hay que recordar que el tema central de estos textos no es el trabajo femenino o la descripción de la vida cotidiana en Islandia sino las hazañas gloriosas de los hombres empeñados en defender su honor.
Aunque las sagas son un género literario masculino, sin embargo adjudican a las mujeres un espacio importante como vengadoras y, más precisamente, como instigadoras de venganzas. Este papel femenino es casi un topos literario que no sólo se restringe a la literatura islandesa. Las mujeres no llevan a cabo las venganzas por mano propia, salvo excepcionalmente, y en ningún caso lo hacen en la Saga de Njal. En ésta encontramos el episodio ya mencionado en que Hallgerd le niega a su esposo el mechón de cabellos que podría salvarle la vida como venganza por la bofetada recibida muchos años atrás. En el conflicto que enfrenta a Bergthora y Hallgerd, encontramos que los crímenes y sus venganzas se van encadenando hasta acabar en la muerte de los protagonistas, Njal y Gunnar. Ambas mujeres envían a dependientes a matar a sus pares en la otra casa. La cadena comienza con siervos pero la condición social de estos actores va en aumento y, a continuación, son mayores las compensaciones que los esposos deben abonar por la sangre que hicieron derramar sus mujeres. Gunnar y Njal están dispuestos a casi cualquier cosa con tal de mantener en pie la amistad que los une. Para las mujeres, esta actitud es una prueba de debilidad que deshonra a sus esposos. Cuando Hallgerd lanza contra Njal y sus hijos epítetos ofensivos para su virilidad, Bergthora incita a sus hijos a tomar venganza diciéndoles que si no lo hacen en esta oportunidad, nunca serán capaces de vengar ningún insulto47. Cuando es asesinado el hijo ilegítimo que Njal ha tenido con su concubina, ésta encomienda a uno de los hijos legítimos de Njal la tarea de vengar su muerte y, de manera semejante, también Bergthora incita a sus hijos a no dilatar esta venganza48.
En otro episodio memorable de nuestra saga, tras el asesinato de un hombre, su viuda recoge, en el lugar del crimen, los coágulos de sangre y los envuelve en la capa de su esposo, que luego guarda. Más adelante, arrojará esta capa sobre los hombros de su tío, provocando la caída de los coágulos como si fuese una lluvia. En ausencia de otros parientes más cercanos, es él quien debe vengar la muerte. Éste, hasta ese momento, se proponía buscar una compensación acorde con la ley o arribar a una solución que “…a los ojos de todos los hombres buenos satisfaría cada una de las demandas exigidas por el honor…”. Mas ante la provocación que significaba el gesto simbólico de la ropa ensangrentada y las palabras de su sobrina -que lo incita diciendo “…te encomiendo […] en nombre de tu coraje y tu hombría, que vengues todas las heridas que marcan su cuerpo o de lo contrario serás objeto de desprecio para todos”-, no tiene entonces más remedio que asumir la responsabilidad de hacerse cargo de una venganza por la sangre. Pero antes, recrimina a su sobrina diciendo “…¡Fríos son los consejos de las mujeres!”49. No hay pruebas de que realmente las mujeres se hayan valido de tales prendas ensangrentadas para asegurarse una venganza por la sangre. En la totalidad del corpus de sagas son contados los casos en que se menciona este procedimiento, siempre infalible50. Es posible que se haya tratado de un recurso literario que, sin duda, debe haber causado, en el auditorio de las sagas, el mismo impacto que provoca aún hoy en los lectores.
46 Nj., p. 114.
47 Nj., p. 115.
48 Nj., p. 214.
49 Nj., pp. 239-240.
50 Jenny JOCHENS, Old Norse Images of Women, Filadelfia, University of Philadelphia Press, 1996, cap. 8, pp. 174-203.
El pasaje antes mencionado de la concubina que hizo vengar la muerte de su hijo, nos enfrenta con el tema del concubinato, que se registra con relativa frecuencia en las sagas. En la Saga de Njal, la concubina no convive en la casa con la familia del protagonista pero la relación es un hecho aceptado y su hijo es reconocido como hermano por parte de los hijos legítimos51. Cuando tratamos de visualizar la sociedad islandesa, tal como la presentan las sagas, tenemos la sensación de que eran matrimonios legítimos aquellos precedidos por las formalidades señaladas de pedido de mano y convenio relativo a la dote, o sea aquéllos en los que había bienes en juego que podían, de otro modo, convertirse en motivo de querellas. Al margen de esto, en la misma sociedad, deben haber existido uniones duraderas de hecho y otras muchas ocasionales. Asimismo se encuentran -no en la Saga de Njal- raptos, visitas nocturnas, la prohibición de dirigir poemas o canciones de amor a las jóvenes solteras, temas que no analizamos aquí. En cambio, la saga registra el episodio de la llegada a la casa de Gunnar de un pariente con quien Hallgerd congenió de inmediato “…y fue tan lejos que lo llenaba de dinero y no le dedicaba menos atención que a su propio marido. La gente empezó a hablar, preguntándose qué había detrás de todo esto”52. La probable infidelidad de la esposa, evidentemente, no es aprobada por el autor. Es un factor más que se suma a los rasgos negativos de Hallgerd. Asimismo, la conducta de ésta con su ayo-tutor sugiere una vinculación de orden sexual, pues siempre favorece más a su pariente que a sus esposos. Por otra parte, las características de la convivencia en las casas islandesas permite suponer que, probablemente, en ellas prevalecía un nivel elevado de promiscuidad. Se sabe, por otras sagas, que al llegar visitantes a una casa, se ponía a su servicio a alguna muchacha de la servidumbre y, entre las atenciones que ella debía al huésped, probablemente estaban incluidos los favores sexuales.
En un trabajo anterior analizamos el tema de los fenómenos sobrenaturales en las sagas, protagonizados a menudo por mujeres hechiceras, brujas o adivinas. Tales hechos -registrados en otras sagas con relativa frecuencia- casi no aparecen en la Saga de Njal, con excepción de un episodio en que un hechicero provoca una neblina repentina, seguida de oscuridad que imposibilita avanzar a unos viajeros53. Con la salvedad de este episodio, la esfera de lo maravilloso se restringe a premoniciones que tienen algunas personas, Njal entre ellas. Al no tratarse de mujeres, no efectuamos el análisis de los pasajes respectivos.
A modo de conclusión, diremos que la Saga de Njal, gracias a sus numerosos ejemplos de la vida cotidiana y el estilo realista que la caracteriza, nos ha parecido una fuente confiable para dibujar un panorama de la vida de las mujeres en Islandia entre los siglos X y XIII. Ha sido necesario dejar de lado infinidad de ejemplos, pero esperamos haber trazado un cuadro que permita al lector construir un panorama de la existencia cotidiana en los extremos del mundo habitado durante la Edad Media. Los personajes femeninos de la saga no son estereotipos sino mujeres verdaderas. Sus acciones reflejan las pautas de conducta que las gobernaban y que la sociedad les imponía. Era una sociedad dominada por los hombres en la cual, sin embargo, las mujeres se hacían valer merced a los recursos a su alcance.
51 Ver n. 47.
52 Nj., p. 109.
53 Nj., p. 62.

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