SAGAS -

LAS SAGAS
Edmund Gosse ha observado que la invención de la prosa por los aristócratas que colonizaron a Islandia es uno de los hechos más singulares que registra la historia literaria. Este arte empezó siendo oral; oír cuentos era uno de los pasatiempos de las largas veladas de Islandia.



Se creó así, en el siglo X, una epopeya en prosa: la saga. La palabra es afin a los verbos sagen
y say (decir y referir) en alemán e inglés. En los banquetes, un rapsoda repetía las sagas.
Una o dos generaciones de recitadores orales fijaron la forma de cada saga; éstas se
escribieron después, con amplificaciones. Las sagas son biografías de hombres de Islandia, a
veces de poetas; en este caso se intercalan en el diálogo versos suyos. El estilo es breve, claro,
casi oral; suele incluir, como adorno, aliteraciones. Abundan las genealogias, los litigios, las
peleas. El orden es estrictamente cronológico; no hay análisis de los caracteres; los personajes
se muestran en los actos y en las palabras. Este procedimiento da a las sagas un carácter
dramático y prefigura la técnica del cinematógrafo. El autor no comenta lo que refiere. En las
sagas, como en la realidad, hay hechos que al principio son oscuros y que luego se explican y
hechos que parecen insignificantes y luego cobran importancia. Así, uno de los capítulos
iniciales de la Saga de Njal reflere que Hallgerd la Hermosa obró una vez de un modo
mezquino y que su señor, Gunnar de Hlítharendi, el más valiente y pacífico de los hombres, le
dio una bofetada. Años después, los enemigos sitian su casa. Las puertas están cerradas; la
casa, silenciosa. Uno de los agresores trepa hasta el borde de una ventana y Gunnar lo hiere de
un lanzazo.
-¿Está Gunnar en casa? -preguntan los compañeros.
-El, no sé; pero está su lanza -dice el herido, muere con esa broma en los labios.
Gunnar los tiene a raya con sus flechas, pero al fin le cortan la cuerda del arco.
-Téjeme una cuerda con tu pelo -le dice a Hallgerd.
-¿Te va en ello la vida? -pregunta ella.
-Sí -responde Gunnar.
-Entonces recuerdo la bofetada que me diste una vez y te veré morir -dice Hallgerd.
Asi Gunnar murió, vencido por muchos, y mataron a Samr, su perro, pero antes el perro mató
a un hombre.
El texto nada nos había dicho de ese rencor, ahora lo sabemos bruscamente, actual y terrible,
con el mismo asombro de Gunnar.
El arte medieval es espontáneamente simbólico; en la misma Vita nuova de Dante, que
refiere de modo autobiográfico la historia de su pasión por Beatriz, hay complicados juegos
numéricos y uno de los editores advierte que la obra no puede ser interpretada literalmente;
añade que Dante no ha querido historiar hechos inmediatos. Conviene recordar esta
circunstancia para apreciar lo excepcional y asombroso de un arte realista como el de las
sagas, en plena Edad Media. El realismo español de la picaresca tiene siempre un propósito
moral; el realismo francés oscila entre el estímulo erótico y lo que Paul Groussac ha llamado
«la fotografía basurera»; el realismo norteamericano va de lo cruel a lo sentimental; el de las
sagas corresponde a la observación imparcial. Pinta con lucidez y probidad un mundo que
para nosotros es bárbaro, comparado con el de París o el de Londres y, mucho más, con el de
Provenza o Italia. Este realismo admite lo sobrenatural, por la suficiente razón de que los
narradores y los oyentes creían en fantasmas y en magias. Así, en la Saga de Njal se lee:
«La segunda noche, las espadas saltaron de las vainas en las naves de Brodir y hachas y
lanzas volaron por el aire y pelearon. Las armas persiguieron a los hombres. Estos quisieron
defenderse con los escudos, pero muchos fueron heridos y un hombre murió en cada nave.»
Este signo se vio en las embarcaciones del apóstata Brodir, antes de la batalla que lo deshizo;
un episodio análogo figura en uno de los cuentos de Grimm. Un muchacho es dueño de un
bastón mágico que, cuando se lo ordenan, reparte golpes.
Los personajes de las sagas no son totalmente buenos o malos; no hay monstruos del bien o
del mal. No prevalecen fatalmente los buenos ni son castigados los malos. Hay, como en la
realidad, coincidencias, dibujos simétricos del azar. Hay incertidumbres verosímiles; el
narrador dice: «Unos cuentan las cosas de esta manera, otros de otra...» Si un personaje
miente, el texto no nos dice que miente; después, lo comprendemos.
La topografía es precisa; los manuales de Félix Niedner y de W. A. Craigie traen mapas de
Islandia donde está mareada la acción de las diversas sagas. Las más numerosas y las mejores
son del oeste, donde la sangre de los exilados noruegos se mezcló con sangre irlandesa. En
1871, el poeta inglés William Morris pudo visitar el lugar donde murió Gudrun y la guarida
de Grettir el Fuerte.
Del capítulo cuarenta y cinco de la Saga de Grettir copiamos el siguiente pasaje, traducido
literalmente:
«Ocurrió un día, poco antes de la noche de San Juan, que Thorbjörn fue a caballo a Bjarg.
Llevaba yelmo, espada y una lanza de hoja muy ancha. Aquel dia llovió. De los peones de
Atli, algunos trabajaban en la siega del heno; otros se habían ido a pescar al norte, a
Hornstrandir. Atli estaba en su casa con poca gente. Thorbjörn llegó hacia el mediodía. Solo,
cabalgó hasta la puerta. Estaba cerrada y nadie había afuera. Thorbjörn llamó y se ocultó
detrás de la casa, para que no lo vieran desde la puerta. La servidumbre oyó que llamaban y
una mujer salió a abrir. Thorbjörn la vio, sin dejarse ver. La mujer volvió al aposento. Atli
preguntó quién estaba fuera. Ella repuso que no había visto a nadie. Mientras así hablaban,
Thorbjörn volvió a golpear con fuerza.
»Entonces Atli dijo: «Alguien me busca y trae un mensaje, que ha de ser muy urgente.»
Abrió la puerta y miró; no había nadie. Ahora llovía con violencia y por eso Atli no salió; con
una mano en el marco de la puerta, miró en torno. En ese instante saltó Thorbjörn y le hundió
con las dos manos la lanza en la mitad del cuerpo...
»Atli dijo, al recibir el golpe: «Ahora se usan estas hojas tan anchas.» Luego cayó de boca
sobre el umbral. Las mujeres salieron y lo encontraron muerto. Thorbjörn, desde el caballo,
gritó que él era el matador y se volvió a su casa.»
Agudamente observa W. P. Ker (Epic and Romance, 1896): «Algunos de los más
representativos pasajes de las sagas son aquellos en que un hombre recibe una herida mortal
con un dicho insólito y memorable y muere acto continuo, como Atli en la historia de Grettir.
La escena es una de las mejores de su clase; no puede hallársele defecto. Pero tal vez hay
demasiadas escenas y demasiados dichos de esa índole como para despertar la sospecha de
que la situación y la sentencia eran ya un artificio.» Recordemos las últimas palabras del
hombre muerto por Gunnar de un lanzazo.
Los rasgos diferenciales de la saga surgieron de las circunstancias que les dieron origen. La
saga fue realista porque refería, o pretendía referír, hechos reales; fue minuciosa porque la
realidad también lo es; prescindió de análisis psicológicos porque el narrador no podía
conocer los pensamientos de las personas, sino sus actos y palabras. La saga era una crónica
objetiva de hechos históricos; a ello se debe la impersonalidad de su redacción. No se ha
guardado el nombre de los autores, porque no lo hubo; en el comercio oral, las repeticiones
fueron puliéndola, como ocurre con las anécdotas.
En las sagas abundan las referencias a riñas de potros, a certámenes de lucha y a carreras;
también se habla del pasatiempo de oír sagas. Estas eran aprendidas de memoria y su
recitación, que podía durar muchos días, era una atracción consabida en las reuniones. Así,
Harald Hardrada, rey de Noruega, oyó de boca de un islandés la saga que se había compuesto
sobre él y la recitación duró doce días. Al decimotercero, el rey dijo: «Me gusta lo que has
dicho, islandés. ¿Quién te lo enseñó?» El otro repuso: «En Islandia yo concurría cada verano
a la Asamblea General y escuché lo que narraba Halldór Snorrason.» El rey dijo: «En tal caso
no es de extrañar que lo sepas tan bien.» Halldór había servido con Harald en las campañas de
Grecia, de Italia y de Africa.
En el pasaje de la saga oral a la saga escrita intervinieron muchos elementos. El alfabeto
rúnico era conocido de antiguo, lo usaban para breves inscripciones en piedras o en metal o
para mensajes grabados a cuchillo en madera, pero no hay prueba de que recurrieran a él para
escribir con pluma y tinta sobre pergamino. Hacia el año 1000 el cristianismo fue adoptado
como religión oficial por la república de Islandia; muchos islandeses aprendieron latín y
pudieron entregarse al estudio de los libros eclesiásticos y profanos que ese nuevo idioma
ofrecía. La literatura escrita en latín les sugirió la idea de una literatura escrita en islandés. En
la letra de los primeros manuscritos de Islandia se ha advertido el influjo de los calígrafos
anglosajones; este otro ejemplo, unido al de la literatura latina, puede haber ejercido asimismo
una influencia eficaz.
A principios del siglo XII, Ari Thorgilsson, llamado el Sacerdote y el Sabio, compuso el
Islendigabók, o Libro de los Islandeses. Se trata de una historia concisa de los orígenes de
Islanclia; las materias legales y eclesiásticas han merecido del autor una atención especial. La
cronología de la obra es muy rigurosa y, para cada suceso importante, Ari da los nombres de
las personas que lo informaron. Snorri Sturluson, en el prólogo de su Heimskringla, juzga a su
predecesor con estas palabras: «No es maravilla que Ari conociera tan bien los
acontecimientos históricos de ésta y de otras naciones, porque los había aprendido de hambres
inteligentes y viejos y él mismo era estudioso y poseía buena memoria.» En el invierno de
1117 se escribieron por primera vez en un libro las leyes de Islandia, que antes no conocían
otro archivo que la memoria del presidente de la Asamblea; el Islendigabók, redactado hacia
1130, registra el hecho e inaugura, junto eon ese código, el período escrito de la literatura
islandesa. El idioma ha cambiado poco; a diferencia de lo que sucede en otros países, la
literatura medieval de Islandia es inmediatamente accesible a los lectores de nuestro tiempo;
en las ediciones populares no ha sido necesario modernizar el lenguaje o abrumar el texto con
vocabularios y glosas. Durante el siglo XIX el estudio de la literatura antigua ha influido
ventajosamente sobre el estilo de la buena prosa islandesa, notable ahora por su pureza y por
su flexibilidad. El estilo de las mejores sagas es un estilo orgánico, fundado en el estilo oral;
trátase acaso de la única prosa europea que ha evolucionado naturalmente, sin modelos
extraños. La límpida escritura de las sagas no se debe a simplicidad o rusticidad, puesto que
convivió con un completo estilo poético, análogo al de Mallarmé o al de Góngora. Los
personajes son numerosos; en la Saga de Grettir, por ejemplo, hay más de doscientos. Por ser
todos reales, muchos de ellos reaparecen en otras sagas. Lo mismo han hecho algunos
novelistas modernos (Thackeray, Balzac, Zola, Galsworthy) con sus personajes imaginarios.
Un vasto número de sagas ha perecido; perduran unas ciento cuarenta. En el siglo XIII la
popularidad del género induce a muchos a la falsificación de sagas «antiguas»; estos libros
apócrifos amplifican algunos rasgos de los genuinos o son invenciones irresponsables. Su
mérito literario es nulo. Se da el nombre de saga a cualquier historia; así tenemos una
Karlamagnus Saga, una Amloda Saga, que narra la historia de Hamlet, una María Saga o
Saga de la Virgen María, una serie de Breta Sögur (Sagas de Britania o de Gales, traducidas
de la crónica fabulosa de Monmouth), una Alexander Mikla Saga o Saga de Alejandro Magno
y una Barlaams Saga que es traducción de la leyenda de Barlaam y de Josafat, que refleja la
leyenda del Buddha.
Las sagas de héroes islandeses han sido clasificadas geográfica o topográficamente. Se
considera que las occidentales superan formalmente a las otras. La Saga de Gunnlaug Lengua
de Serpiente (Gunnlaugssaga Ormstungu) pertenece á este grupo. Gunnlaug debió su apodo a
las hirientes sátiras que compuso; cantó en Noruega y en Inglaterra. Su historia dice:
«Navegaron Gunnlaug y su gente y en el otoño arribaron al Puente de Londres, donde
desembarcaron. En aquel tiempo, Etherlred, hijo de Edgar, gobernaba Inglaterra, y era un
buen rey; pasaba los inviernos en Londres. En aquellos días había el mismo idioma en
Inglaterra que en Noruega y en Dinamarca; pero los idiomas cambiaron cuando Guillermo el
Bastardo ganó a Inglaterra, porque luego se habló francés. Gunnlaug fue al rey y lo saludó
con decoro. El rey preguntó de qué tierra venia y Gunnlaug repuso verazmente: «Pero
-agregó- he venido a encontrarte, señor, porque hice un canto sobre ti y pensé que te placeria
escucharlo.» El rey accedió y Gunnlaug dijo el canto que había compuesto... El rey le dio por
recompensa un manto de color escarlata forrado de costosa piel y recamado de oro hasta el
borde, y lo hizo uno de sus hombres, y Gunnlaug pasó todo el invierno con él.»
De mayor fama que la Saga de Gunnlaug es la Egilssaga o Saga de Egil. Este fue el más
ilustre de los poetas de la época precristiana. Su vida fue azarosa; a los siete años mató de un
hachazo a un chico de once; su madre al verlo tan animoso, le prometió, para cuando fuera
grande, una nave de viking. Dejó dos célebres alabanzas; una de Aethelstan, rey sajón de
Inglaterra, a cuyas órdenes peleó en la batalla de Brunanburh (en esa batalla murió Thorolf, su
hermano, y Egil lloró su muerte en el poema en que celebró la victoria); otra de Eirik Hacha
Sangrienta, enemigo mortal del poeta. En York, Egil cayó en manos de este rey, que lo
condenó a muerte; la noche anterior a la ejecución, Egil escribió la alabanza de su enemigo.
Esta alabanza se titula el Rescate de la Cabeza; en ella se dice que muchos han recibido del
rey metales y piedras, pero que él le debe la más preciosa de las joyas: la cabeza que no le
cortarán. Al rey le gustó la alabanza y lo dejó marchar, advirtiéndole antes que si volvían a
encontrarse lo mataría.
Los últimos capítulos de la saga describen la caducidad y la muerte de Egil. Está ciego y muy
sordo; la gente se ríe de él y una sirvienta no lo deja acerearse a la chimenea. Guarda,
testimonio de los días que fueron, dos cofres llenos de monedas de plata, regalo del rey
Aethelstan; se propone volcarlos en la Asamblea, para que la gente se dispute las monedas y
concluya peleando. La familia, naturalmente, no lo secunda en su propósito; Egil, solo, sale a
caballo de la casa; cae de su cabalgadura y se mata.
Harto conmovedor es el capítulo setenta y ocho. Egil ha perdido a su hijo y resuelve dejarse
morir de hambre. Pasan los días y sigue encerrado en su cuarto. Asgerd, su hija, sabe la
determinación de su padre y quiere salvarlo. Golpea a la puerta; le dice que juntos recorreran
el mismo camino. Egil la deja entrar. Hacia el atardecer, Asgerd se pone a mascar una raíz.
Explica que mascar esa raíz puede acercar la hora de la muerte. Egil se la pide; al rato siente
mucha sed. Asgerd hace que les alcancen un cuerno con agua. Lo traen, Asgerd bebe y dice:
«Padre, nos han engañado. Esta es leche y no agua.» Egil se siente frente al destino y se rinde.
Escribe entonces su elegía por la muerte del hijo. La piadosa estratagema de Asgerd no agota
la complejidad de la escena; hay también el conflicto mental del padre. De las sagas del norte
la más famosa es la Saga de Grettir, de la que ya hemos transcripto un pasaje. Esta saga
incluye el episodio de Glam. Glam era un malvado pastor de ovejas, que se negó a ayunar la
víspera de Navidad. En las sierras hallaron su cadáver, «hinchado como un buey y azul como
la muerte». No se supo qué lo mató, pero empezó a rondar la casa, a cabalgar sobre los
tejados, a patear las paredes y a matar a los animales. Una noche, Grettir lo esperó y combatió
con él. Rompieron cuantos muebles había y salieron peleando al campo. Grettir tenía una
espada corta, sacada de una tumba, y pudo matar a aquel muerto que había vuelto a vivir. La
luna iluminó sus ojos terribles y Grettir los vio y desde entonces tuvo miedo de la oscuridad y
no se atrevió a salir solo.
El último capítulo de esa saga consta de las palabras siguientes: «Sturla el Jurista ha
declarado que no hubo proscripto más famoso que Grettir el Fuerte. Da tres razones. La
primera, que fue el más hábil, porque a ningún proscripto tardaron tanto en apresarlo. La
segunda, que fue el hombre más fuerte de su tiempo y el que mejor lidió con diablos y
fantasmas. La tercera, que su muerte fue vengada en Constantinopla, cosa que no le aconteció
a ningún otro hombre de Islandia.»
En el original se lee Mikkelgard, Gran Castillo, que fue el nombre islandés de
Constantinopla. Los suecos, al promediar el siglo IX, fundaron en Rusia el reino de Gardariki,
cuya capital se llamó Holmgard, Castillo de la Isla (Novgórod)100. Al promediar el siglo XI,
había guerreros suecos en Constantinopla, que formaban la escolta del emperador. Daneses y
anglosajones que huían de la conquista normanda de Inglaterra se unieron a ellos y militaron
en Asia y en Africa.
Otra saga del norte, Bandamanna Saga (Historia de los Conjurados), refiere hechos que
ocurrieron hacia la mitad del siglo XI, período relativamente tranquilo. Un hombre viejo,
pobre y extravagante pone en ridículo a un grupo de señores acaudalados. Se ha dicho que
esta saga es la única saga humorística; por eso mismo nos sorprende y conmueve este aislado
rasgo patético: «Llegó la primavera y Odd, con veinte hombres, se encaminó a la casa de
Uspak, con el propósito de vengarse. Cuando ya estaban cerca, Vali le dijo: «Quédate aquí, yo
seguiré adelante y hablaré con Uspak, porque la gente hablando se entiende.» Se detuvieron y
Vali cabalgó hasta la casa. Afuera no había nadie; las puertas estaban abiertas y Vali entró. La
casa estaba oscura; bruscamente un hombre saltó y apuñaló a Vali entre los omóplatos. Vali
cayó. Desde el suelo, dijo: «Ten cuidado, infeliz; Odd está por llegar y quiere matarte.
Mándale a tu mujer; que ella le diga que hemos arribado a un acuerdo y que yo me he ido a
casa.» Uspak dijo: «Las cosas han salido mal; el golpe no era para ti, sino para Odd".»
En la Viga-Glúms Saga (Historia de Viga-Glúm) hay elementos de superstición y de magia.
Una capa, una espada y una lanza, regalo de su abuelo Vigfus traen suerte al protagonista;
cuando éste se separa de ellas, empiezan las desgracias. La ceguera y la vejez rematan la
historia, como en la Egil Saga.
La Laxdoela Saga (Historia de los hombres de Laxardalr) es inconexa y hay en ella un tono
romántico que permite conjeturar una redacción relativamente moderna. Esta saga sugirió a
William Morris el poema épico titulado The lovers of Gudrun y procede, a su vez, de la
trágica historia de los Nibelungos. Ibsen, en sus Guerreros en Helgeland, presentó con
nombres distintos y sin aparato sobrenatural la historia de Brynhild; los anónimos narradores
de Laxdoela habían ejecutado, siglos antes, un experimento análogo. Kjartan es Sigurd;
Gudrun, mujer de Bolli, es Brynhild, mujer de Gunnar. La repetición de situaciones y de
palabras textuales es intencional de parte de los autores y su propósito, sin duda, ha sido
señalar al lector la correspondencia entre lo aparentemente nuevo y lo antiguo.
Las sagas del sur se han perdido o están incorporadas a la Njálssaga o Saga de Njal. Njal es
el prototipo del hombre recto; la moralidad que encarna es cristiana. Su muerte es la de un
mártir. Los enemigos han rodeado la casa y la incendian. Su mujer, Bergthora, no lo
abandona. Se tienden bajo un cuero de buey, ponen a su nietecito en el medio y esperan el
fuego rezando: «Dios, que nos deja arder en este mundo, no dejará que ardamos en el otro»,
es una de las cosas que dice Njal. Su hijo Skarphedin dice: «Nuestro padre se acuesta
temprano, y así tiene que ser, porque está muy viejo.» Skarphedin perece bajo las vigas de la
casa incendiada. Los sitiadores lo oyen cantar bajo los escombros y el humo y comprenden
que aún vive y después no oyen nada porque está muerto.
De la zona oriental de Islandia son la Hávartharsaga (Historia de Havarth) y la
Svarfdoela-saga (Historia de los hombres de Svarfathardal). En la última abundan los
combates con vikings y con berserker. Los berserker eran hombres bruscamente dotados de
fuerza sobrehumana y luego débiles como niños. Eran invulnerables en la pelea, combatían
sin armadura o envueltos en pieles de oso (la voz berserker es afín a bear-sark, piel de oso),
mordían sus escudos y aullaban. Se convertían en osos, como los licántropos (lobizones,
werewolfes, Werwölfe) en lobos. De algunos reyes se decía que tenían escolta de berserker,
como del caudillo argentino Facundo Quiroga se dijo que tenía un regimiento de capiangos
(hombres convertibles en tigres). La súbita furia y la transitoria fuerza de los berserker
recuerdan el amok malayo.
Hemos considerado hasta ahora las sagas de islandeses; pasemos a estudiar las que se
refieren al descubrimiento de América. La Eirikssaga Rautha (Historia de Erico el Rojo)
narra el descubrimiento y la colonización de Groenlandia por este navegante y el
descubrimiento de Helluland (Tierra de Piedras Llanas), de Larkland (Tierra de Forestas) y de
Vinland (Tierra de la Viña o del Vino), por su hijo, Leif Eiriksson. Se discute la precisa
ubicación de estas últimas; se sabe que se trata de lugares en la costa oriental de América del
Norte. En la historia de Erico el Rojo están asimismo los viajes y aventuras de Thorfinn
Karlsefni, primer europeo que se estableció en nuestro continente. El texto cuenta que una
mañana muchos hombres en canoas de cuero desembarcaron y miraron con extrañeza a los
intrusos. «Eran oscuros y muy mal parecidos y el pelo de las cabezas era feo; tenían ojos
grandes y anchas mejillas.» Los escandinavos les dieron el nombre de skraelings, gente
inferior. Ni escandinavos ni esquimales supieron que el momento era histórico; América y
Europa se miraron con inocencia. Esto aconteció en los primeros años del siglo XI; a
principios del XIV, las enfermedades y la gente inferior habían acabado con los colonos. Los
anales de Islandia dicen: «En 1121, Erico, obispo de Groenlandia, salió en busca de Vinland.»
Nada sabemos de su suerte; el obispo y América se perdieron.
El tema de la venganza predomina en otra saga groenlandesa, Fostbroethrasaga (Historia de
los Hermanos de Leche). En la Saga de Grettir, un islandés emprende viaje a Constantinopla y
se alista en la guardia del emperador para vengar la muerte de un compañero; en la
Fostbroethrasaga, un hombre, Thormoth, atraviesa el mar y llega a Groenlandia para vengar
la muerte de un amigo con quien estaba enemistado. Thormoth ejecuta su venganza y muere,
años después, en una batalla, enardeciendo a los guerreros con la recitación de un poema
épico y con un verso a medio decir en los labios.
Un género especial es el constituido por las Biskupasögur, Biografías de Obispos. Una de las
primeras es la llamada Hungrvaka o Suscitadora de Hambre, porque el autor esperaba que su
lectura despertara el hambre de conocer otros ejemplos de piedad. Alguna de estas biografías
eclesiásticas se compuso en latín; todas adolecen de prolijidad.
En las sagas más recientes hay intrusiones del fastuoso estilo poético en la sencilla prosa; en
la Fostbroethrasaga, leemos con estupor: «Las hijas de Ran, diosas del mar, cortejaron a los
navegantes y les ofrecieron el ampato de sus abrazos.» Estos insólitos adornos anuncian la
decadencia de la saga.
Se sospecha que el cristianismo, que dio su espíritu a la saga más famosa, la Njala,
paradójicamente apresuró esa degeneración. La saga, como toda novela, se alimenta de la
riqueza y complejidad de los caracteres; la nueva fe acabó por vedarle esa contemplación
desinteresada y le impuso un mundo dualista de virtuosos y malvados, con penas para unos y
con recompensas para otros. La saga decayó; se pobló de aventuras vertiginosas que, sin
embargo, eran insípidas, porque no acontecían a gente real sino a dechados de virtud o a
monstruos de maldad. Esta polarización de los caracteres fatalmente conducía a una lucha
entre el bien y el mal y a las consabidas moralidades.
Ker, en una obra ya citada, habla con justas y sensibles palabras de «la gran escuela
islandesa; la escuela, que desapareció y no tuvo sucesor hasta que todos sus métodos fueron
reinventados, independientemente, por los grandes novelistas, después de siglos de tanteo y
de incertidumbre».
Como todos los hombres, los pueblos tienen su destino. Tener y perder es la común vicisitud
de los pueblos. Estar a punto de tener todo y perderlo todo es el trágico destino alemán. Más
extraño y más parecido a los sueños es el destino escandinavo. Para la historia universal, las
guerras y los libros escandinavos son como si no hubieran sido; todo queda incomunicado y
sin rastro, como si acontecieran en un sueño o en esas bolas de cristal que miran los videntes.
En el siglo XII, los islandeses descubren la novela, el arte de Cervantes y de Flaubert, y ese
descubrimiento es tan secreto y tan estéril para el resto del mundo, como su descubrimiento
de América.


Fuente: Jorge Luis Borges
Libro de los Libros
“Obra crítica”
VOLUMEN 1
LITERATURAS ANTIGUAS

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