Origen y gesta de los Godos- Continuación VIII

Lengua y estilo. El latín de Jordanes

Contamos con una relativa abundancia de publicaciones sobre el latín de Jordanes. A los estudios generales de E. Wölfflin, L. Bergmüller y F. Werner sobre las características de la lengua y el estilo de su obra , hay que sumar los trabajos sobre algunos aspectos concretos (particularidades ortográficas, léxicas, morfológicas o sintácticas) de V. Sondervorst, A. Helttula, J. Lorenzo, T. Ferro y, sobre todo, la larga serie de artículos de R. Iordache .
La mayoría de estos estudios insisten en mostrar la abundancia de elementos vulgares que impregnan la obra de Jordanes, que serían, a juicio de estos investigadores, un mero reflejo de las innovaciones sufridas ya por la lengua latina a mediados del siglo vi con respecto a la de época clásica y temprano preludio de la futura transición a las distintas lenguas romances. En este sentido se han interpretado las irregularidades ortográficas, las aparentes fluctuaciones y cambios de género, las alteraciones en el uso de los casos, la eliminación de los verbos deponentes o el cambio de conjugación de otros, el empleo de giros preposicionales innecesarios, etc.
Ahora bien, el principal defecto del que adolecen todos estos trabajos es que fundamentan sus premisas en el antiguo texto editado por Mommsen, que partía del prejuicio de la incorrección y decadencia de la lengua de Jordanes , en gran parte movido por su desconocimiento de uno de los principales manuscritos que nos han conservado los Getica . El nuevo texto crítico editado recientemente nos ofrece una imagen renovada del latín de Jordanes, exento de muchas de las vulgarizaciones y barbarismos, principalmente de tipo ortográfico, que nos permite hablar de un estado de lengua mucho más cercano al clásico de lo que tradicionalmente se había creído. Se impone, por tanto, una revisión exhaustiva de los planteamientos tradicionales sobre la latinidad de Jordanes a la luz de la nueva edición crítica .
Sin embargo, es cierto que la lengua y el estilo de Jordanes resultan un tanto extraños para el lector habituado a los textos de época clásica. Se trata, en efecto, de un estilo recargado y difícil de clasificar en el que tienen cabida elementos de la lengua cotidiana y popular junto a otros más retorizantes y propios de un estilo más elevado y literario . A nuestro juicio estas particularidades no son reflejo de una decadencia general del latín de la época, sino que están relacionados más bien con la circunstancia personal del autor. Hemos de tener en cuenta que el latín no fue la lengua materna de Jordanes, sino una lengua aprendida, y este hecho puede explicar en gran medida su imperfecto dominio de la expresión y cierta tosquedad en su intento de imitación de las fuentes literarias clásicas que le sirven de modelo.
En cambio, otras particularidades sí pueden ser explicadas como reflejo de las tendencias evolutivas de la lengua latina que se aprecian también en otros autores latinos tardíos. Así, es habitual encontrar en los Getica cambios semánticos y formaciones léxicas propias del latín tardío, como los substantivos abstractos en -tas (animositas, extremitas, medietas, numerositas, summitas, terribilitas, uniuersitas, etc.), empleo de verbos compuestos o frecuentativos con el valor de los simples correspondientes (deseruire, desperare, despernere, uocitare, etc.) o abundantes adverbios en -ter e -iter inusuales en el latín clásico (fiducialiter, irreparabiliter, gratanter, lacrimabiliter, miseriter, principaliter, etc.).
En el aspecto sintáctico, amén de las dislocaciones del orden habitual de palabras y períodos, lo más destacado es sin duda el uso de proposiciones completivas introducidas por quia en lugar de las correspondientes de acusativo con infinitivo. En este tipo de construcciones se ha querido ver un indicio de la proximidad de la lengua de Jordanes al latín vulgar. Sin embargo, el uso de las cláusulas de infinitivo con acusativo predomina de forma abrumadora a lo largo de la obra, y Jordanes domina con maestría esta construcción. Así pues, en nuestra opinión, los pocos casos de empleo de quia con este valor no deben entenderse como sintomáticos de una deficiencia en el conocimiento de la lengua, sino que el contexto en que son empleados permite que puedan explicarse perfectamente como un uso deliberado por parte del autor para introducción de discursos indirectos con abundantes precedentes en el latín clásico.

Publicar un comentario

0 Comentarios