El léxico feudal en el Cantar de los Nibelungos





JESÚS PÉREZ GARCÍA jesus@fyl.uva.es © Jesús Pérez García 2003 Universidad de Valladolid

Resumen

La épica heroica no es sólo el relato de hechos acontecidos en un pasado más o menos lejano, sino que sirve de soporte artístico a través del cual la clase nobiliaria expresa su mentalidad y posición ideológica. La época en la que la versión transmitida del CANTAR se compuso, coincide con el momento en el que historiadores como Marc Bloch o Georges Duby sitúan el apogeo del feudalismo, entendido como un complejo entramado socio-económico cuyos pilares son el usufruto de los feudos y las relaciones entre el señor y sus vasallos. Un análisis del léxico del poema demuestra hasta qué punto la obra está condicionada por el trasfondo feudal en el que se gestó.



1.
El feudalismo en su contexto medieval



Hablar de "feudalidad" o "feudalismo" sin más precisiones puede inducir a equívocos por el uso ambiguo que se le da a este término en el lenguaje corriente. El "feudalismo" es un neologismo relativamente reciente con el que los estudiosos de la historia se refieren a un entramado sociopolítico de la Edad Media. En su origen está la voz "feudo" (o "feodum", en su forma latina), que aparece documentada por vez primera en 899 y que en los siglos siguientes fue generalizándose hasta desplazar al antiguo "beneficium", término anterior que en principio tenía un significado idéntico. El "feudo" o beneficio" era un bien, normalmente la tenencia de tierras, que una persona concedía a otra a cambio de la prestación de determinados servicios y la promesa de fidelidad. Así se recoge en las Partidas: "bien fecho que da el señor a algún home porque se torna a su vasallo e le faze homenaje de serle leal." A estas dos palabras habría que añadir la forma alemana para referirse al feudo, "Lehen", que, siendo de la misma raíz que "leihen" (alquilar, arrendar), recoge de manera diáfana el concepto de cesión en usufructo de un bien.



En su sentido etimológico, el "feudalismo" hará referencia a una sociedad que tenga entre sus rasgos más sobresalientes la tenencia y explotación de un feudo a cambio de satisfacer determinadas obligaciones, con lo cual el ámbito de aplicación del término se restringe a algunas zonas de Europa durante un período más o menos dilatado de la Edad Media. Pero ello no impide que, dada la receptividad que ha alcanzado este tecnicismo, su significado entrañe una cierta indefinición y, entre los propios historiadores, haya diferencia de opiniones a la hora de delimitarlo: así, mientras que para algunos el "fedualismo" sensu strictu afecta sobre todo a las distintas regiones del antiguo imperio carolingio durante un lapso de tiempo que comprende aproximadamente los siglos X al XIII, para otros abarca toda la Edad Media y se prolonga incluso hasta la Revolución Francesa. Un paso más allá va el lenguaje popular, donde la etiqueta de "feudal" se aplica a situaciones de opresión e injusticia social de lo más variopinto, al margen de que su relación con la feudalidad medieval sea muy difusa o, incluso. inexistente.



Para los propósitos del presente estudio se ha optado por la postura más ortodoxa, según la cual el "feudalismo" es una realidad que alcanza su máximo auge en un periodo concreto de la Edad Media, el que corresponde de una manera aproximada a la llamada Plena Edad Media (Hochmittelalter). Su principal rasgo definitorio viene determinado por las relaciones de dependencia personal que se crean entre un señor y un vasallo a partir de la concesión de un beneficio o tenencia de un bien por parte del primero hacia el segundo. Este sistema entraña una serie de obligaciones mutuas entre las dos partes y es bien distinto de los vínculos que unen en una monarquía absoluta al rey o príncipe con sus súbditos. El feudalismo implica, además, otra serie de rasgos, como son la ausencia de Estados fuertemente organizados, un margen de actuación limitado por parte del rey, la acumulación creciente de poder en manos de los grandes propietarios de tierras y el protagonismo social de la aristocracia guerrera, entre otros.



En el plano cultural, el feudalismo supuso un reforzamiento de la propia identidad por parte de sociedad aristocrática laica, en detrimento de la tutela ejercida hasta entonces por el clero, y, en lógica consecuencia, el mecenazgo y potenciación desde las cortes nobiliarias de una literatura en lengua vernácula que recogiera los ideales de la elite dominante. Dentro de estas coordenadas se gesta una poesía épica de nuevo cuño, que, al decir de Salvador de Moxó, "representa la expresión cultural por excelencia de la época feudal". En este sentido, las canciones de gesta o epopeyas heroicas son consideradas como el "producto más acabado" de esta sociedad: independientemente de que las obras estuvieran sazonadas por elementos legendarios, "lo esencial era transmitir una imagen de los caballeros como arquetipos de las virtudes nobles: leales, sacrificados, generosos, etc. De esa forma, la poesía épica exaltaba los valores de la aristocracia militar dominante, por lo que en cierto modo actuaba como instrumentos al servicio de la ideología establecida."¹



No es casualidad que entre los siglos XII y XIII hagan su aparición en diversos puntos de Europa una serie de cantares de gesta elaborados a partir de premisas similares. El primer poema de esa cadena es la Chanson de Roland (de principios del s. XII), a la que sigue un largo inventario de epopeyas heroicas. En el caso del Cantar de los Nibelungos, la fecha de composición, el año 1200, coincide con la época de mayor apogeo del feudalismo en suelo alemán: unos ochenta años antes, en 1122, el Concordato de Worms había introducido una feudalización dentro de la Iglesia, reforzando la autonomía de los señores eclesiásticos con relación al poder central²; ello, a su vez, había motivado al emperador Federico I Barbarroja a promover la cesión a la nobleza laica de una seire de derechos regios, tales como impuestos, provisión de oficios, jurisdicción territorial, y otros.



La sociedad que se retrata en el Cantar de los Nibelungos es parcial. En ella aparece casi exclusivamente el grupo de los “señores”, una clase heterogénea cuyos miembros gozaban de niveles de riqueza e influencia muy desiguales, pero que tenían en común el conformar la cúspide de la pirámide social, por un lado, y el ser los principales beneficiarios del sistema feudal, por otro, lo cual les otorgaba una cierta uniformidad y unos anhelos más o menos coincidentes. Su statu quo se asentaba precisamente en los usos y formas del ordenamiento feudal, el cual, como veremos, resulta insoslayable en el poema. Por razones prácticas, el siguiente análisis se limitará solo a algunas facetas que resultan especialmente relevantes y sintomáticas del sistema feudal, a saber: el concepto “vasallo”, la función guerrera de este, la doble condición de señor y vasallo de un mismo noble y el debilitamiento del poder real. Se dejan fuera de consideración otras nociones claves, como los ritos de infeudación y homenaje, el compromiso de fidelidad y los deberes vasalláticos o la práctica de la venganza privada, que también están presentes en el poema y, sin duda, permitirían asentar posibles conclusiones sobre una base más sólida, pero cuyo tratamiento desbordaría los límites de este análisis. Tampoco se abordan los elementos relativos al refinamiento y el código de virtudes cortesanas, si bien la importancia de estos aspectos es más controvertida y, en cualquier caso, su presencia no alcanza el papel preeminente que juega en otros géneros, tales como el román cortés o la lírica trovadoresca. La estilización cortesana genera, además, una problemática diferente, ya que su origen es distinto del de las instituciones feudales.



2.
man - vasall (homo - vasallus)



Pieza clave del ordenamiento feudal es la relación de dependencia entre el señor y el vasallo. El vasallaje es una figura cuyos orígenes se remontan, por un lado, a las "encomendaciones" generalizadas a partir del Bajo Imperio Romano, mediante las cuales una persona se ponía bajo la protección de un poderoso ("se encomendaba a él"), y, por otro, al séquito de guerreros que acompañaba a un caudillo militar germánico.



Los términos para designar al vasallo en el alemán medieval son varios, principalmente vasall, lêhenman o, simplemente, man. La primera de las voces apuntadas, vasall, es la que mayor fortuna ha tenido y la que hoy en día resulta más frecuente para referirse tanto al mundo medieval como a realidades coetáneas. A pesar de ello, en los Nibelungos todavía no está presente. Pudiera presumirse que en la época del Cantar no se hubiera popularizado suficientemente esta voz derivada del francés, lengua que, a su vez, la toma del celta. Aun así, la ausencia llama la atención, pues se trata de una raíz recurrente en los términos latinos desde mucho antes y, que, por lo tanto, sí estaba presente en el mundo alemán, aunque fuera en el circuito culto de la latinidad (vasallus está documentada desde el siglo VIII y la forma anterior vassus se recoge ya en el siglo VI en la Lex Salica).



En su lugar, el poema prefiere el término man, que a primera vista se antoja más ambiguo. De hecho, analizando el contexto de cada una de sus ocurrencias, se reconocen acepciones claramente distintas. Klaus M. Schmidt, en un Begriffsglossar sobre la épica heroica, agrupa el “lemma” man dentro del grupo de las “bedeutunsgarme Wörter” y distingue en él cinco usos principales: “ser humano” (Mensch), “persona de sexo masculino, varón” (Geschlecht), “esposo” (Ehe), “guerrero” (Kriegswesen / Kampf / Allgemeines) y, por último, “vasallo” (Dienstklasse).



El último de los usos se abandonaría posteriormente en favor de una forma derivada más precisa, Lehnsman, opuesta en una relación de complementariedad a Lehnsherr. Para la época, sin embargo, la utilización de la polisémica man no resulta tan sorprendente. La propia documentación latina no se limita a una única palabra para designar al vasallo, que es denominado unas veces miles (en alusión a que la ayuda que prestaba al señor era fundamentalmente de índole militar), otras vasallus o, análogamente al Cantar, simplemente homo. Al uso del latín homo o del alemán man subyace un principio ideológico de la época, según el cual una persona no se definía por su condición de individuo sino por su subordinación a otra, esto es, por las relaciones de dependencia personal. Como ya indicara Marc Bloch, no hay fórmula del vocabulario feudal que alcance un sentido más pleno que la frase "ser hombre de otro hombre"³. Un eco de esta fórmula lo encontramos en los vocablos para referirse a la ceremonia por la cual un hombre libre se declaraba vasallo de un señor, el homenaje: tanto el latín homagium o su equivalente alemán Mannschaft (mhd. manschaft) derivan de homo y man, respectivamente. En último extremo, la extensión semántica de man se habría visto propiciada por los dobletes latinos homo / vir y mulier / femina, en los que el primer elemento de cada par portaba el rasgo de +dependencia, y el segundo el de —dependencia.



3.
helt, degen, recke (miles)



Un segundo grupo de denominaciones para designar al vasallo son las que aluden a su condición guerrera. Al igual que en los textos latinos aparece la voz miles con un valor equivalente al homo o vasallus, el Cantar emplea las correspondencias alemanas (degen, helt, recke, ritter) para calificar a los miembros de la aristocracia laica sometidos a una dependencia vasallática. Así, por ejemplo, los integrantes la cohorte de Dietrich son denominados “degene” y “recken” (Ûf den buhurt kômen sehs hundert degene / der Dietrîches recken den gesten ze gegene, manuscrito B, vv. 18701 y 18702). De igual manera, los miembros de la aristocracia guerrera que desfilan por el poema reciben invariablemente estas apostillas, aplicadas de una manera muchas veces mecánica y sin que pueda extraerse una particularización semántica. En algunos casos se trata de términos que en la fecha de composición del Cantar tendrían un valor arcaizante (recke, degen), hecho que se deduce por estar ausentes en otras obras coetáneas o por aparecer con una frecuencia muy inferior, lo cual induce al investigador a formular la tentadora hipótesis de que nos encontramos ante la pervivencia de una mentalidad heroica antigua. Sin embargo, la connotación original de “guerrero proscrito” en el caso de recke o de “joven, mozo, escudero” para degen es imposible o muy difícil de asumir. Friedrich Panzer ha postulado que funcionarían como sinónimos casi completos, como puede deducirse del manuscrito C (basado en una compilación de principios del siglo XIII), en el que el escriba sustituye en 88 casos -de un total de 299- la palabra helt por ritter, degen, recke o herre4.



El solapamiento semántico entre “vasallo” y “guerrero”, tanto en el latín como en el alemán, obedece al sesgo militar que caracterizaba los deberes del vasallo hacia su señor. Conforme a la teoría más extendida entre los historiadores, el “servicio” (lat. servitium, mhd. dienest) que estaba obligado a prestar un vasallo se suele desglosar en las tareas de ayuda (auxilium) y consejo (consilium), que debían realizarse ya fuera en la corte o en el campo de batalla. En la práctica, la función primordial del séquito vasallático era la de garantizar la existencia de un contingente armado con el que poder hacer frente a los desafíos militares. A ello se había unido el monopolio de la guerra que en la época del feudalismo pleno había llegado a desempeñar el estamento aristocrático. Frente a los ejércitos populares y la conscripción obligatoria de épocas anteriores, la introducción de la caballería pesada a partir del siglo XI, el carácter cada vez oneroso del equipamiento del caballero y la evolución de las técnicas militares en general habían provocado en tiempos de la Plena Edad Media que la actividad militar se redujera a un reducido sector de población, aquel que podía sufragar el nuevo equipamiento y que disponía de tiempo para prepararse5.



Con todo, ha de reseñarse que estas voces para llamar al “guerrero” no están exentas de cierta indefinición y son aplicables también a los “reyes” y “príncipes”, esto es, el grupo social que se encuentra en la cúspide de la pirámide feudal y, por tanto, los únicos nobles que no deben obediencia a un “señor” que se encuentra en un escalón superior. No obstante, la participación de estos en los lances armados del Cantar es secundaria, y, en consecuencia, su condición guerrera se explicita con mucha menos frecuencia.



4.
herre unde man



Una característica específica de las relaciones feudales era la doble condición de “señor” y “vasallo” que podía ostentar una misma persona. Si a primera vista los términos “herre” y “man” se nos antojan como conceptos antitéticos, su significado en la sociedad medieval era relativo: alguien que debiera vasallaje a un señor, podía ser a su vez señor de vasallos inferiores a él. De hecho, los únicos que no tenían a alguien por encima eran los soberanos, que eran los que ocupaban el vértice de la pirámide social, cuya solidez venía dada por la concatenación de relaciones de dependencia entre los grupos de cada uno de los niveles. Este sistema de organización resultaba coherente con la mentalidad de los los hombres y mujeres medievales, que concebían la sociedad y el universo entero como cadenas jerárquicas establecidas por Dios6. En este sentido, los vínculos de dependencia alcanzaron su máxima expresión en la práctica del feudalismo, donde el poder se ejercía sobre los vasallos y personas directamente dependientes de un señor, pero decrecía o desaparecía sobre los vasallos de los vasallos. Así ocurrió en Alemania, donde la disolución del poder regio determinó que el rey necesitara apoyarse directamente en los vasallos de la Corona (Kronvasallen) y apenas tuviera capacidad de mando sobre los vasallos de estos (Aftervasallen) y los siguientes eslabones. En Francia, a pesar de que las atribuciones de los reyes capetos no llegaron a restringirse tanto, la épica también refleja esa falta de dominio sobre vasallos distantes. Así, en la Chanson de Roland nos presenta a un rey Carlos que basa su fuerza en los pares de Francia (los “condes palatinos”), a los cuales pertenecía Roldán.



Los ejemplos en el Cantar se repiten continuamente, tanto los referidos a la doble condición de señor y vasallo de muchos de los personajes, como los que evidencian la restricción de la potestad señorial a los vasallos directos. Así ocurre con Hagen, deudo de los reyes burgundos y lugarteniente por antonomasia de los ejércitos del Rin. Entre las diferentes formas con las que se alude a él, de manera recurrente se menciona su condición de vasallo del rey Gunther (des künec Guntheres man, manuscrito B, v. 20604), pero también es señor y ostenta el título de herre (Dô der herre Hagene, manuscrito B, v. 20491)7:



El epíteto herre no es un mero título del que goce por su pertenencia a un linaje nobiliario. De manera directa o indirecta se deja claro que Hagen ejerce de hecho el “dominio sobre tierras y gente” (Herrschaft über Land und Leute) que implica la condición señorial. Por un lado, encontramos la continua denominación de Hagen von Tronege (manuscrito B, v. 9981 etc.), que le pone en relación con una zona geográfica, lo cual, se corresponde con la tendencia esbozada en la época de vincular el nombre propio con el castillo desde el cual se controlaban las posesiones familiares. Este hábito, que está en el origen de los modernos apellidos europeos, se extendió a medida que el feudo o tenencia de tierras se hizo hereditario, proceso que se remonta al incremento a partir del siglo IX de los derechos del vasallo sobre el beneficio otorgado y que se prolongó en los siglos siguientes, llegando a institucionalizarse el carácter hereditario en diferentes fechas según la zona geográfica de Europa de que se trate.



De Hagen también se nos dice que dispone de sus propios guerreros y que acude por obligación al auxilio de Gunther (des gie den helden nôt), quien, de esta manera, logra la asistencia de unas huestes que no le obedecen directamente a él, sino a su subordinado Hagen:



Do besant ouch sich von Sahsen der künec Liudegêr,
unz si vierzec tûsent heten unde mêr,
mit den si wolden rîten in Burgonden lant.
dô het ouch sich hie heime der künec Gunther besant



mit den sînen mâgen und sîner bruoder man,
die si wolden füeren durch urliuge dan,
und ouch die Hagenen recken, des gie den helden nôt
dar umbe muosen degen sider kiesen den tôt.


Versos 171-172.8



La dualidad señor-vasallo no sólo se aprecia en los personajes principales. El resto de la galaría de actuantes, ya pertenezcan al bando burgundo o al de los reinos enemigos o aliados, se retrata con arreglo a la misma pauta. Sirva como ejemplo la figura de Iring, vasallo del príncipe danés Hawart, a su vez miembro de la corte de los hunos. A este personaje, irrelevante en el desarrollo argumental y caracterizado de manera muy estereotipada, se le dedica la aventura XXXV, en la que va librando un combate singular con los principales caudillos del ejército burgundo hasta que finalmente perece a manos de Hagen. Los datos que aporta el poema sobre Iring no nos dan una imagen particularizada en la que destaquen características personales, como tampoco se acentúan perfiles que pudieran conferirle un papel negativo o positivo. Ni siquiera de su servicio en la corte de un caudillo pagano (Atila) se deduce un prejuicio cristiano por parte del narrador. El retrato, como puede observarse cotejando las diferentes menciones que se hacen del personaje, lo encuadra dentro de las coordenadas de su condición de vasallo y señor. Las menciones que se hacen de él se pueden agrupar en varias categorías acordes con lo comentado hasta el momento: condición de vasallo (Hâwartes man, 2052/3, 2066/3, 2057), relación con una región geográfica o señorío (Îrinc von Tenelant, 2058/1, der helt von Tenelant, 2064/2, den Tenelander, 2045), titular de un marca (des het der marcgrâve, 2058/4A, der marcgrâve Îrinc, 2028/1A, Îrinc von Tenemarke, 2037/1), señor (der tiwer degen hêr, 2037/2B), guerrero (der degen îrinc, 2031/1, mir hât der degen Îrinc, 2057/4A, Vil schiere wart der recke, 2060/1A, der degen Îrinc, 2031/1, der helt guot 2046/2B, Nu lôn’ dir got, Îrinc wil mære helt guot, 2055/1), portador de las virtudes ideales del noble-guerrero (den starken Îringen, 2066/2B, Îrinc der vil küen, 2053/1, den küenen Îringen, 2043/4A, daz der helt guot, 2046/2B, Îrinc der vil küene, 2053/1A, Nu lôn’ dir got, Îrinc wil mære helt guot, 2055/1). Muy escasas, en cambio, son las veces en que su nombre propio no aparece arropado de algún tipo de calificativo derivado de su condición de señor y vasallo (Îrinc wol gesund, 2054/1B).



5.
El debilitamiento del poder regio



Frente al protagonismo que desempeñan Hagen y otros vasallos palidece la participación de las figuras reales en el desarrollo narrativo del Cantar, ya sean los reyes burgundos o Atila. En raras ocasiones se involucran de manera activa en los combates y, a pesar de su posición preeminente en el escalafón jerárquico, apenas tienen capacidad para influir en el curso de los acontecimientos. La monarquía es contemplada como institución, pero no por ello se le otorga un especial relieve. Si tomamos como ejemplo a Gunther, el más destacado de los tres reyes burgundos, los epítetos que se le aplican no dejan lugar a dudas sobre su status nobiliario: en 179 ocasiones se le designa como künec9 , pero también se le llama se le llama también “señor del territorio” (wirt des landes, 127,1) y “administrador del Rhin” (vogt von Rîne, 607,1). Tres términos, künec, wirt, vogt, que también recibe Atila, su “homólogo” en la corte huna: vogt der Hiunen (1960/4), wirt des landes (1861XXX), der künec rîche (XXX). Y lo mismo ocurre con Dietrich von Bern: así, en las estrofas 1981 y 1982, en un espacio total de cinco versos, se alternan los tres términos (Dô der vogt von Berne, 1981/1A, der künec der Amelunge,1981/3A, Der wirt het grôze sorge, 1982/1B).



A estos términos habría que añadir el calificativo de Fürst: die fürsten und ir man (1857). No obstante, el uso del término fürst (lat. princeps) no siempre se emplea de una manera consecuente y así vemos que Gêre tambien recibe ese calificativo (1215/1), aunque previamente se le ha llamado marcgrâve (9/3) y herzoge (582/1), títulos que lo sitúan en escalón inferior al de los reyes y, por lo tanto, tendría que hallarse en una situación de vasallaje hacia un señor situado en el nivel superior de la pirámide. Se trata, no obstante, de una desviación contra la norma del Cantar, que, en principio, reserva la a los reyes. Con todo, la aparente confusión resulta sintomática del menoscabo de poder que sufren los monarcas a favor de los miembros de los escalones inmediatamente inferiores de la pirámide feudal. Las figuras del “rey” y los “príncipes” se confunden. Podría plantearse la duda de si los términos künec y fürst eran equivalentes -como de hecho lo han sido en determinados períodos históricos-, pero gracias a las codificaciones del derecho feudal sabemos que en el espacio germanoparlante de la Plena Edad Media existiría una diferenciación semántica. Así, en el Espejo sajón de Eike von Repgow (1224/25) se pormenorizan los diferentes rangos dentro de la nobleza, y en esa jerarquía los príncipes eclesiásticos y los príncipes temporales ocupan los niveles segundo y tercero, respectivamente. La pirámide feudal que presenta este tratado legal obedecía más al celo teórico que a circunstancias reales concretas, y las diferencias de rango no siempre eran tan precisas10, pero lo que sí puede deducirse del Cantar es la tendencia al progresivo incremento de poder que iban adquiriendo los príncipes y grandes nobles, tendencia que recibió respaldo legal con las disposiciones de la Confoederation cum principibus ecclesisasticis (1220) y el Statutum in favorem principum (1231), y, sobre todo, con el proceso de disgregación del Sacro Imperio al extinguirse la dinastía de los Hohenstaufen a mediados del siglos XIII, momento a partir del cual los principados y señoríos lograrán arrogarse un grado de soberanía casi idéntico al de un reino.



El Cantar relega a un papel secundario a los monarcas, lo cual resulta coherente con la pérdida de peso político de la monarquía como consecuencia de la estructuración feudal. El feudalismo en Alemania trajo consigo un fortalecimiento de los grandes vasallos contribuyó a la ausencia de un espíritu monárquico-centralista, como se plasma claramente en el Cantar. Son, por tanto, las circunstancias sociopolíticas de la época las que explican diversos aspectos ideológicos de la obra. A pesar de que los hechos referidos remonten a la época de las Grandes Migraciones, las claves principales para la interpretación hay que buscarlas en el momento de composición del poema.



Las epopeyas y cantares de gesta plenomedievales, como ya indicara Reto Bezzola, son “hijos de su época” y en ellos afloran las circunstancias sociopolíticas del momento, como pueden ser el nexo vasallático y la fragmentación del poder real aquí comentados. Las antiguas gestas que subyacen en el contenido de buena parte del Nibelungenlied proporcionan el esquema argumental, pero ello no significa que los plantemientos jurídicos y sociales sean los de la primitiva sociedad germánica. Más bien al contrario, lo que el poema nos ofrece es una estructura ideológica profundamente enraizada en la mentalidad feudal de los siglos XII y XIII. Una mentalidad que adquirió sus rasgos distintivos con el proceso de feudalización que se produjo a partir del año 1000, que se fortaleció en el siglo XII con la cesión de poder del emperador hacia los príncipes territoriales y que dio paso a estructuras preabsolutistas con la definitiva disgregación del Imperio en “Territorialherrschaften” o señoríos territoriales, cuyos titulares alcanzaron un grado de soberanía que los convirtió en gobernantes prácticamente autónomos.



Notas:
1:
J. Valdeón, El feudalismo, Madrid, 1997, pág. 105.

2:
Acuerdo entre Enrique V y el papa Calixto II.

3:
J. Valdeón, op. cit., pág. 81.

4:
S. Grosse (1997): Das Nibelungenlied, Stuttgart: „Die häufigen Bezeichnungen ritter, recke, degen, helt erscheinen uns als bedeutungsähnlich. Nach Friedrich Panzer dürste dies schon so zur Zeit der Handschrift C gewesen sein. Denn deren Verfasser hat in 88 von 299 Fällen das Wort helt in ritter, degen, recke und herre geändert und in 6 Fällen neu eingefügt. Panzer sieht in diesem Eingriff nicht etwa die Absichicht einer Entheroisierung, sondern einen Hinweis darafu, daß man bereits damals nicht in der Lage gewesen sei, die Trennschärfe zwischen den Bezeichnungen zu spüren. Degen und recke haben offenbar schon um 1200 zum veralteten Wortschatz gehört wie auch wic, urliuge für ‚Kamp’, sachs für ‚Schwert’, rê für ‚Tod’ und auch noch andere Ausdrücke.“ (pág. 996).

5:
J. Valdeón, op. cit., págs. 69-70.

6:
Cfr. Deyermond, XXX, pág. 28.

7:
XXX, etimología de herre.

8:
“Al mismo tiempo el rey Gunther se había reunido en su reino con sus parientes y los vasallos de sus hermanos a fin de partir hacia la guerra; y también con los guerreros de Hagen, para quienes era una obligación. Por ello habrían de perder luego muchos caballeros la vida.”

9:
F. Panzer: Das Nibelungenlied. Entstehung und Gestalt, Stuttgart / Köln, 1955, pág. 216.

10:
Cfr. J. Bumke: Höfische Kultur, Múnich, 1994 (primera edición 1986), pág. 42.

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JESÚS PÉREZ GARCÍA
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