Preludio - Acto I

ACTO I


Escena Primera

SIEGMUND
¡Sea de quien sea este hogar,
tengo que descansar en él!

(Sieglinde entra por al puerta del
aposento posterior. Creía que su
marido había regresado; por eso su
rostro refleja asombro cuando ve a
un extranjero junto al hogar)

SIEGLINDE
¿Un extranjero?
Tengo que preguntarle.
¿Quién entró en la casa
y descansa junto al hogar?
Cansado, descansa
de las fatigas del camino:
¿habrá perdido el sentido?
¿Estará enfermo?
Todavía respira;
sólo ha cerrado los ojos.
Parece valiente, aunque esté agotado.

SIEGMUND
¡Tengo sed! ¡Tengo sed!

SIEGLINDE
Proveeré alivio.

(Coge rápidamente un cuerno de
beber, sale con él de la casa,
regresa y se lo ofrece, lleno,
a Siegmund)

Refresco ofrezco
a tu reseca boca:
¡agua, como querías!

SIEGMUND
Fresco refrigerio
me dio el agua,
el peso del cansancio
me ha hecho liviano;
renovado está mi valor,
mis ojos se alegran
con el divino placer de la vista.
¿Quién es el que así me reconforta?

SIEGLINDE
Esta casa y esta mujer
son propiedad de Hunding;
hospitalariamente
te concedería él descanso:

¡aguarda hasta que regrese!

SIEGMUND
Desarmado estoy:
tu esposo no rechazará
al huésped herido.

SIEGLINDE
¡Muéstrame en seguida tus heridas!

SIEGMUND
Son pequeñas, no vale la pena;
todavía se mantienen firmes
mis miembros.
Si hubiesen sido
mi escudo y mi lanza
la mitad de fuertes que mi brazo,
jamás hubiera huido ante el enemigo;
pero escudo y lanza se quebraron.
La jauría de los enemigos
me acosó hasta agotarme,
el ardor de la tormenta
rindió mi cuerpo;
pero más rápido que yo a la jauría,
ha huido de mí el cansancio:
¡si antes la noche cayó
sobre mis párpados,
ahora me sonríe de nuevo el sol!

(Sieglinde va al granero, llena
de hidromiel un cuerno y se lo
ofrece a Siegmund con amistoso
ademán)

SIEGLINDE
No me rechazarás la dulce bebida
del hidromiel espeso.

SIEGMUND
¿Lo probarás tu también?

(Sieglinde prueba el cuerno y se lo
vuelve a ofrecer. Siegmund bebe
largamente mientras clava la
mirada en Sieglinde con creciente
ardor. Suspira y, sombrío, baja la
mirada al suelo)

Has aliviado a un desdichado:
¡apártese de ti el infortunio!
He descansado y reposado dulcemente:
lejos guiaré mis pasos.

SIEGLINDE
¿Quién te persigue
para que huyas?

SIEGMUND
La desdicha me sigue
allí donde voy;
la desdicha se me acerca
donde me detengo...
¡permanezca alejada de ti, mujer!
¡Lejos guiaré mis pasos y mi mirada!

SIEGLINDE
¡Entonces, quédate!
¡No podrás traer el infortunio
donde ya habita el infortunio!

SIEGMUND
Wehwalt (desgraciado)
me llamo a mí mismo:
esperaré a Hunding.

(Se recuesta en el hogar; su mirada
se clava en Sieglinde con tranquilo
y decidido interés. Esta levanta los
ojos de nuevo hacia él. Ambos se
miran a los ojos en profundo
silencio con expresión emocionada)

SIEGMUND
La desdicha me sigue
allí donde voy;
la desdicha se me acerca
donde me detengo...
¡permanezca alejada de ti, mujer!
¡Lejos guiaré mis pasos y mi mirada!

SIEGLINDE
¡Entonces, quédate!
¡No podrás traer el infortunio
donde ya habita el infortunio!

SIEGMUND
Wehwalt (desgraciado)
me llamo a mí mismo:
esperaré a Hunding.

(Se recuesta en el hogar; su mirada
se clava en Sieglinde con tranquilo
y decidido interés. Esta levanta los
ojos de nuevo hacia él. Ambos se
miran a los ojos en profundo
silencio con expresión emocionada)

Escena Segunda

(Sieglinde se pone de repente en
pie, escucha, y oye a Hunding, que
fuera lleva su caballo al establo.
Ella va de prisa a la puerta y abre.
Entra Hunding, armado de lanza y
escudo, y se detiene en el umbral
al advertir a Siegmund)

SIEGLINDE
(a Hunding)
Cansado, junto al hogar
he hallado a este hombre:
la necesidad lo trajo a casa.

HUNDING
¿Le has cuidado?

SIEGLINDE
He refrescado su boca;
¡he procurado ser hospitalaria!

SIEGMUND
Techo y bebida le debo:
¿culparás a tu mujer por ello?

HUNDING
Sagrado es mi hogar:
¡sagrada sea para ti mi casa!

(A Sieglinde)

¡Prepara la cena a los hombres!

(Examina atento y admirado los
rasgos fisonómicos de Siegmund,
que compara con los de su mujer)

(Para sí)

¡Cómo se parece a mi mujer!
La reluciente serpiente
le brilla también en los ojos.

(A Siegmund)

Realmente, ha sido largo
tu camino;
no ha cabalgado corcel
el que aquí descansa:
¿qué malos senderos
te han agotado?

SIEGMUND
Por bosque y campos,
landas y florestas
me han perseguido
la tormenta y la fuerte necesidad:
no conozco el camino
por el que vine.
¿A dónde he llegado?,
con sumo agrado
recibiría noticias de ello.

HUNDING
Del techo que te cubre,
de la casa que te cobija,
Hunding se llama el dueño;
si encaminas tus pasos al Oeste
hallarás en ricos caseríos parientes
que guardan la honra de Hunding.
Ahora si mi huésped
me concede el honor,
debo saber cuál es su nombre.

(Sieglinde, que se ha sentado al
lado de Hunding y frente a
Siegmund, clava sus ojos en éste
con creciente interés y expectación)

Si no confías en mí,
díselo a mi mujer:
¡fíjate cómo sus ojos te interrogan!

SIEGLINDE
Huésped,
me gustaría saber quién eres.
SIEGMUND
No puedo llamarme
"Mensajero de la Paz;"
yo quisiera llamarme
"Elegido por la Felicidad,"
pero debo llamarme "Desgraciado."
"Lobo" fue mi padre;
vinimos juntos al mundo mellizos,
mi hermana melliza y yo.
Pronto desaparecieron
mi madre y mi hermana;
a la que me dio el ser
y a la que conmigo nació,
apenas llegué a conocerlas...
Belicoso y fuerte era Lobo;
se granjeó numerosos enemigos.
El anciano salió
de cacería con el joven:
al regresar de cazar y depredar,
encontramos el hogar de Lobo
vacío.
La suntuosa sala
reducida a cenizas,
reducido a un tocón
el florido tronco del fresno;
abatido el aguerrido cuerpo
de mi madre,
tragada por las llamas
la huella de mi hermana.
Nos pusieron a prueba
la amarga necesidad
nuestros enemigos.
El anciano huyó conmigo,
proscrito;
largos años vivió el joven
con Lobo en el agreste bosque;
algunos pretendieron darnos caza,
pero la pareja de lobos
se defendió valerosamente.
Un lobezno es
quien acaba de contarte todo esto;
son ya muchos
los que me llaman "Lobezno".

HUNDING
Prodigios y salvajes gestas cuentas,
atrevido huésped.
¡Wehwalt, el Lobezno!
Me parece haber oído
oscuros relatos
sobre tan aguerrida pareja,
pero no conocía
ni a Lobo ni a Lobezno.

SIEGLINDE
Pero continúa relatando, extranjero;
¿dónde está ahora tu padre?

SIEGMUND
Nuestros enemigos
cayeron de nuevo
sobre nosotros.
Muchos de ellos perecieron
bajo nuestras garras
y otros huyeron al bosque
como si los llevara el viento.
Pero fui separado de mi padre;
perdí su rastro:
sólo una piel de lobo
hallé en el monte;
yacía vacía ante mí,
no encontré a mi padre.
Abandoné presuroso el bosque,
en busca
de hombres y de mujeres.
A cuantos hallé,
si les pedía amistad o
solicitaba a una mujer,
me volvían la espalda,
la desgracia
se abatió sobre mí.
Lo que yo juzgaba bueno,
para los otros
era malo;
lo que a mí me parecía malo,
los demás lo aprobaban.
Adondequiera que fui
hallé pendencias,
adondequiera que fui
hallé ira;
si ansiaba deleite,
sólo encontraba aflicción;
por eso tuve que llamarme
"Desgraciado",
sólo causo aflicción.

HUNDING
Quien te ha dado tan aciaga suerte,
la norna, no te ama:
no te saluda contento el hombre
al que, extraño, acudes como huésped.

SIEGLINDE
¡Sólo los cobardes temen
al que viaja desarmado!
Dinos, huésped,
cómo perdiste las armas
en la batalla.

SIEGMUND
Una triste niña
me llamó en su defensa:
el clan de sus parientes
quería casar a la doncella
con un hombre al que no amaba.
Contra la violencia acudí
en su protección;
encontré en combate
a los secuaces del opresor;
el enemigo cayó ante mí.
Muertos yacían los hermanos:
se abrazó ella a los cadáveres,
pues el pesar le ahuyentó la ira.
Con salvaje río de lágrimas
inundó el lugar de la liza;
la infeliz novia lamentó
la matanza de sus propios hermanos..
Los parientes de los caídos,
acudieron en gran número
al lugar pidiendo venganza;
rodeando el lugar
se alzaron ante mí los enemigos.
Pero la doncella no se alejó de allí.
Con lanza y escudo la protegí,
hasta que lanza y escudo
se me hicieron pedazos
durante la lucha.
Yo estaba desarmado y herido;
vi morir a la doncella.
Me acosaba el furioso ejército,
sobre los cadáveres
yacía ella muerta.
¡Ahora sabes, mujer inquisitiva,
por qué no me llamo
"Mensajero de Paz!"
HUNDING
Yo sé que existe
una estirpe salvaje;
no le es sagrado
lo que para otros lo es:
odiosa es a todos y a mí.
Fui llamado por vengar,
la sangre de los parientes:
llegué demasiado tarde,
y regreso ahora a casa
para descubrir
en mi propio hogar
el rastro del fugitivo criminal.
Mi casa te cobijará, Lobezno,
por hoy; te acojo por esta noche.
Pero mañana tendrás que defenderte
con las armas;
para combatir elijo el día:
pagarás tributo por los muertos.

(a Sieglinde)

¡Sal de la sala!
¡No te quedes aquí!
Prepárame bebida nocturna
y espérame en la cama.

(Sieglinde se vuelve lentamente y se
dirige con paso vacilante hacia el
granero. Con tranquila decisión
abre la alacena, llena una cuerna y
echa dentro de ella unas semillas de
una caja. Hunding se pone en pie y
con un gesto vehemente la apremia
para que se marche. Hunding
descuelga del fresno sus armas)

(a Siegmund)

Con armas se defiende el hombre...
Mañana daré contigo, Lobezno;
ya has oído mis palabras...
¡Guárdate!
(sale)

Escena Tercera

SIEGMUND
Una espada me prometió mi padre:
yo la encontraré cuando la necesite.
Desarmado he dado
en casa de mi enemigo,
donde quedo entregado a su venganza.
He visto a una mujer
deliciosa y sublime:
hechicero temor consume mi corazón.
A la que ahora
causa en mí este anhelo,
a la que me quiere
con dulce hechizo,
por la fuerza la tiene el hombre
que a mí, indefenso, me ofende.
¡Wälse! ¡Wälse!
¿Dónde está la espada?
La fuerte espada que yo
habré de blandir en el combate:
¿brotará de mi pecho el valor
que todavía guarda mi corazón?

(Se ve la empuñadura de una
espada que está clavada en el
tronco del fresno)

¿Qué veo brillar ahí
con luminiscente fulgor?
¿Qué rayo se escapa
del tronco del fresno?
Los ojos del ciego
ilumina un relámpago:
alegre ríe allí la mirada.
¡Cómo el resplandor
me quema el corazón!
¿Es la mirada
de la radiante mujer,
que se ha dejado clavada
tras de sí,
al abandonar la sala?
Nocturna oscuridad
cubría mis ojos;
cuando me rozó
el rayo de su mirada:
recobré el calor del cuerpo
y volvió a brillar el día.
Dichosa me iluminó la luz del sol;
su delicioso resplandor
nimbó mi cabeza,
hasta que se puso tras los montes.
Pero incluso
después de haberse marchado
ella sigue alcanzándome su luz;
incluso el tronco del viejo fresno
resplandecía con exhaustiva llama.
Ahora palidece el fulgor,
se apaga la luz.
Nocturna oscuridad cubre mis ojos:
hondo, en el cobijo del pecho,
arde sólo una llama sin luz.
(se abre silenciosamente la puerta
de la alcoba: Sieglinde entra)

SIEGLINDE
¿Duermes, huésped?

SIEGMUND
¿Quién se acerca furtivamente?

SIEGLINDE
Soy yo: ¡escúchame!
En profundo sueño yace Hunding;
le preparé adormecedora bebida:
¡aprovecha la noche para salvarte!

SIEGMUND
¡A salvo estoy solo con verte!

SIEGLINDE
Déjame enseñarte un arma:
¡oh, si la ganaras!
El más noble de los héroes
pudiera yo llamarte,
pues sólo al más fuerte
fue destinada.
¡Oh, advierte bien
lo que voy a decirte!
Los hombres de su familia
se sentaban aquí en la sala,
invitados por Hunding a la boda:
desposaba él una mujer que,
sin ser preguntada,
los ladrones le regalaron
para esposa.
Triste me sentaba yo
mientras ellos bebían;
entró entonces un extranjero:
un anciano
con grisácea vestimenta;
llevaba calado el sombrero,
que le tapaba uno de los ojos,
pero los rayos del otro
causaron temor a todos;
solamente a mí me miró
con agrado
dándome pena y alegría a la vez.
A mí me miró con dulzura,
y a ellos con furor mientras
blandía una espada en la mano;
después la hundió
en el tronco del fresno,
allí la clavó
hasta la empuñadura:
la espada sería de quien
la arrancara del tronco.
Por mucho que audazmente
se esforzaran,
ninguno de los presentes
logró arrancar el arma;
huéspedes vinieron
y huéspedes se marcharon,
los más fuertes
tiraron del acero,
ni una pulgada
cedió en el tronco:
allí sigue clavada la espada.
Entonces supe quién era aquel
que saludó
a la transida de dolor;
yo sé también a quién destina
la espada clavada en el tronco.
¡Oh, si encontrara hoy aquí al amigo,
si viniera desde lejos para consolar
a la más desdichada mujer;
cuanto padecí con acerbo dolor,
cuanto jamás sufrí
con vergüenza y oprobio,
¡dulcísima venganza,
expiáralo todo!
Recuperaría lo que perdí,
lo que tanto he llorado,
si encontrara al amigo sagrado,
si estrecharan al héroe
mis brazos!
SIEGMUND
(abrazando a Sieglinde)
¡Mujer divina, ya tienes el amigo
a quien arma y mujer
están destinadas!
¡Ardiente en el pecho
me abrasa el juramento
que te hace mi noble compañera!
¡Cuanto anhelaba lo vi yo en ti,
en ti he encontrado
cuanto me faltaba!
Si tú has padecido vergüenza
yo he sufrido ofensas,
si yo fui proscrito
y tu fuiste deshonrada,
¡alégrate, la venganza
ríe ahora a los dichosos!
¡Ahora reiré
con sagrada alegría,
teniéndote abrazada
sintiéndote palpitante
sobre mi corazón!

(la puerta se abre de par en par;
fuera magnífica noche de
primavera; la luna llena ilumina el
interior y deja caer su suave luz
sobre la pareja)

SIEGLINDE
¡Ah! ¿Quién ha salido?
¿Quién ha entrado?

SIEGMUND
Nadie ha salido,
pero uno ha entrado,
¡mira, la primavera ríe
en la sala!
Las tormentas invernales
han cedido
ante el delicioso mayo,
con delicada luz
brilla la primavera;
entre dulces brisas,
leve y graciosa,
se mece tejiendo prodigios.
Por bosques y prados
sopla tu aliento,
muy abiertos ríen sus ojos:
dulcemente suena el canto
de felices pajarillos,
exhala divinos aromas;
de su cálida sangre
florecen deliciosas flores,
¡gérmenes y retoños
brotan de su vigor!
Con el ornato
de sus delicadas armas
somete al mundo;
invierno y tormentas
han tenido que ceder
ante su fuerte baluarte:
también han cedido
a sus gallardos golpes
la dura puerta
que, terca y rígida,
nos separa de ella!
Surcando el aire ha llegado
junto a su hermana;
el amor ha llamado a la primavera;
se ocultaba en nuestro pecho,
ahora ríe dichoso a plena luz.
A la hermana nupcial
ha liberado el hermano;
destruido yace cuanto
les mantuvo separados;
¡jubilosa se saluda
la joven pareja,
unidos están amor y primavera!

SIEGLINDE
Tú eres la primavera
por la que yo suspiraba
en el helado tiempo del invierno.
Mi corazón te saludó
con sagrado temor
cuando tu mirada floreció para mí
por primera vez.
Desde siempre
todo lo veía yo extraño,
lo próximo era enemigo;
extraño me era todo
lo que se me acercaba.
Pero a ti te reconocí en seguida
apenas te vi supe que eras mío;
lo que ocultaba en el pecho,
lo que soy,
claro como el día emergió de mí:
como sonora vibración
llegó a mis oídos
cuando en helado,
desierto país extranjero
vi por vez primera al amigo.

SIEGMUND
¡Oh, dulcísima delicia!
¡Mujer divina!

SIEGLINDE
Oh, deja que me incline ante ti,
que vea con claridad
ese augusto brillo
que emana de tus ojos
y del rostro
y tan dulcemente
me subyuga los sentidos.
SIEGMUND
A la luna de primavera
resplandeces luminosa,
sublime su halo rodea
tu cabello ondulante:
fácilmente veo lo que me cautiva,
pues mi mirada se deleita
en cuanto contempla.

SIEGLINDE
¡Qué despejada está tu frente,
el ramillete de tus venas
se entrelaza en las sienes!
¡Tengo miedo de la felicidad
que me embelesa!
Un prodigio hace recordar
que hoy te he visto
por primera vez,
pero que mis ojos ya te habían visto!

SIEGMUND
Un sueño de amor
también me hace recordar:
¡que yo ya te había visto llevado
por mi ardiente deseo!

SIEGLINDE
En el arroyo contemplé
mi propia imagen...
y ahora la percibo de nuevo:
¡como antes emergiera
a la superficie del agua,
así me ofreces tú ahora mi imagen!

SIEGMUND
Tú eres la imagen
que yo ocultaba dentro de mí.

SIEGLINDE
¡Oh, calla!
Déjame escuchar tu voz:
me parece haberla oído
siendo niña.
¡Mas, no! La oí recientemente,
mientras el bosque
me devolvía el eco de la mía.

SIEGMUND
¡Oh, dulcísimo sonido,
el que escucho!

SIEGLINDE
Me ilumina la llama de tus ojos:
así me miró
el anciano al saludarme;
cuando dio consuelo
a mi tristeza.
Por la mirada he visto
que eres hijo suyo
¡quisiera darte
su mismo nombre!
¿De verdad te llamas Wehwalt?

SIEGMUND
No me llamo así
desde que tú me amas:
¡ahora poseo
las más sublimes delicias!

SIEGLINDE
¿Y no puedes llamarte
Mensajero de la Paz?

SIEGMUND
Llámame como tú quieras
que me llame:
¡de ti tomaré mi nombre!

SIEGLINDE
¿Pero no llamaste Lobo a tu padre?

SIEGMUND
¡Un lobo era él
para los cobardes zorros!
Pero aquel a quien tan orgulloso
le brillaba el ojo
como a ti, nobilísima,
te brillan los tuyos,
se llamaba Wälse.

SIEGLINDE
Si era Wälse tu padre
y tú eres un welsungo,
él clavó
para ti su espada
en el tronco,
déjame llamarte
como quiera:
¡te llamaré Siegmund!

SIEGMUND
(se levanta de golpe y corre al
tronco del fresno)
¡Siegmund me llamo y Siegmund soy!
¡Testimónielo esta espada
que sin miedo cojo!
Wälse me prometió
que la encontraría
cuando la necesitara:
¡ahora la cojo!
Supremo sufrimiento
del amor sagrado,
extrema aflicción
del fuerte deseo
abrasa mi pecho
empujándome a luchar
hasta la muerte.
¡Notung! ¡Notung!
Así te llamo, espada.
¡Notung! ¡Notung!
¡Precioso acero!
¡Muestra de tu filo
los cortantes dientes!
¡Sal de tu vaina!

(arranca del tronco la espada con
un poderoso tirón y la muestra a
Sieglinde, embargada de asombro y
entusiasmo)

¡Estás viendo a Siegmund, mujer,
al weslungo!
Como dote nupcial
traigo esta espada.
Así pretende él
a la más divina de las mujeres,
de la casa del enemigo
así te rapta.
Lejos de aquí,
sígueme ahora,
vayamos donde ríe la primavera:
¡allí te protegerá Notung,
la espada,
aunque Siegmund
muera de amor por ti!
(la abraza con pasión
para llevarla a fuera)

SIEGLINDE
Si es Siegmund
el que veo,
yo soy Sieglinde,
que te desea:
¡a tu propia hermana
acabas de conquistar
con tu espada!

SIEGMUND
Novia y hermana eres
para el hermano:
¡florece así, pues,
sangre de los weslungos!


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