El Kalevala - cap VI

VI
EL HERRERO ILMARINEN


El viejo, el impasible Wainamoinen, enganchó su leonado corcel al trineo, a su hermoso trineo. Después tomó asiento y se puso en marcha.
Lleva gacha la cabeza, triste el corazón, ladeada la gorra. Porque, para salvar su vida, para librar su ca¬beza, ha prometido enviar al herrero Ilmarinen, el in¬mortal forjador, a la sombría tierra de Pohjola.
Ya se detiene el caballo en la linde de Kálevala. Wai¬namoinen asoma la cabeza y oye retumbar, en el in¬terior de la fragua, el martillo del herrero.
El viejo, el impasible Wainamoinen, se encaminó hacia allá. Ilmarinen, sin abandonar su trabajo, dijo al héroe: "Oh viejo Wainamoinen ¿dónde has perma¬necido tanto tiempo? ¿dónde has pasado tan larga ausencia?".
El viejo, el impasible Wainamoinen respondió: "He permanecido tanto tiempo, he dejado transcurrir tan larga ausencia en la sombría Pohjola".
Ilmarinen dijo: "Oh viejo Wainamoinen, oh runoya eterno ¿qué cuentas de tus viajes al retornar a tu país?".
El viejo Wainamoinen dijo: "Mucho traigo que contar. Hay en Pohjola una doncella que no está prome¬tida aún a ningún hombre, que aún no ha sentido ternura por ningún héroe. Media Pohjola celebra sus encantos, porque es maravillosamente bella.
"Ve tú, pues, oh Ilmarinen, oh forjador inmortal; ve tú a buscar a la doncella, a la virgen de las hermosas trenzas. Si eres capaz de forjar un Sampo de brillantes aspas, te será entregada en premio a tu trabajo".
Ilmarinen dijo: "¿Es decir, oh viejo Wainamoinen, que me has prometido a la sombría Pohjola como rescate de tu propia cabeza, como prenda de tu liberación? ¡No! mientras dure esta larga vida, mientras la luna alumbre el mundo con su antorcha de oro, no seré yo quien vaya a los ámbitos de Pohjola, a las regiones donde se devora a los hombres, donde los héroes son exterminados".
Entonces el viejo Wainamoinen levantó la voz y en¬tonó un canto de sortilegio. Invocó al violento viento, al torbellino de la tempestad, y le habló así: "Arrás¬trale, o viento, a tu navío; arrástrale, soplo de la pri¬mavera, a tu barca. ¡Y llévale rápidamente hasta la sombría Pohjola!"
El viento se desencadenó furioso, el aire se levantó en torbellino, y arrastró consigo al herrero, y lo llevó hacia la sombría Pohjola.
Madre Louhi, el ama de casa de Pohjola, la anciana sin dientes, encontró al herrero en el corral de su ca¬sa, y le dijo: "¿Qué hombre eres tú entre los hombres, qué héroe entre los héroes, tú que así llegas por los caminos del viento, con el aliento de la primavera, sin que los perros te hayan denunciado, sin que los colas lanudas hayan ladrado?"
Ilmarinen respondió: "Es que tampoco he venido yo a estas extrañas tierras, a estas desconocidas regio¬nes, para servir de pasto a los perros, para ser devo¬rado por los colas lanudas" .
El ama de casa de Pohjola interrogó de nuevo al viajero: "¿Has conocido acaso al herrero Ilmarinen, has oído hablar del hábil forjador? Hace tiempo que es deseado y esperado en Pohjola".
Ilmarinen respondió: "Conozco, en efecto, a ese he¬rrero, porque Ilmarinen soy yo mismo; yo soy el há¬bil forjador".
Madre Louhi entró en seguida en la casa y dijo: "¡Oh mi hija menor, la más querida de mis hijas: hora es de que te pongas tus hermosas vestiduras, tus más espléndidos adornos! ¡Orna tu cuello con un brillante collar, tu pecho con una radiante fíbula, tu frente con una diadema de flores! ¡Que tus mejillas se enciendan de púrpura, que todo tu cuerpo resplandezca! ¡Porque aquí está Ilmarinen, el herrero, el forjador inmortal! ¡Ha venido a forjar el Sampo de espléndida cubierta!"
La bella virgen de Pohjola, la gloria de la tierra, hon¬ra de las ondas, se puso sus más bellos vestidos, sus mejores joyas. Y se presentó en la cámara familiar, brillantes sus ojos, ornadas sus orejas, encendidas sus mejillas, bello su rostro. Los adornos de oro esmaltan su pecho, los adornos de plata, su cabeza.
Entonces el ama de Pohjola introdujo al forjador Ilmarinen en la casa. Lo regaló con diversos manjares, con abundante cerveza. Y cuando hubo saciado su hambre y su sed. le dijo: "¡Oh herrero Ilmarinen, oh forjador inmortal! ¿eres tú capaz de forjarme un Sam¬po de brillantes aspas, con el plumón del cisne, con la leche de una vaca estéril, con un grano de cebada y el copo de lana de una oveja preñada? Yo te daré a mi hija, a mi hermosa hija, en premio a tu trabajo".
Ilmarinen respondió: "Sin duda soy capaz de forjar el Sampo de espléndida rueda. Porque yo soy quien ha forjado la bóveda celeste, quien ha tachonado las cúpulas del aire, cuando nada en el mundo había sido comenzado, cuando no existía aún el más pequeño átomo".
E Ilmarinen salió para ir a forjar el Sampo de bri¬llantes aspas. Buscó en primer lugar una fragua y úti¬les de herrería; pero allí no había ni fragua, ni fuelle, ni lumbre, ni yunque, ni martillo, ni siquiera un man¬go de martillo.
Buscó un día y otro día; al tercer día encontró una losa multicolor, un denso bloque de piedra. Allí se de¬tuvo y encendió el fuego. Al día siguiente había dis¬puesto un fuelle. Al otro día ya la fragua estaba en marcha. Y llenó el hogar con las materias elementales. E hizo venir esclavos para soplar, hombres fuertes para trabajar.
Los esclavos soplaron sin descanso, los fuertes obre¬ros trabajaron durante tres días, durante tres noches de estío. Las piedras se hinchaban bajo sus talones, los bloques roqueros se recalentaban bajo sus pies. Los vientos se desencadenaron con furia, soplando del este y del oeste, del norte y del sur. La llama de la forja sale por las ventanas, centellean las chispas, el humo se eleva hasta el cielo en espesa nube.
Al final del día tercero Ilmarinen se inclinó sobre la hornilla, y vio que el Sampo había aparecido, que las brillantes aspas se habían formado.
Y empezó a trabajarlo con ardor, a martillarlo con fuerza, a labrarlo con arte. Por un lado era un molino de harina; por otro lado era un molino de sal; por el otro era un molino de oro.
El nuevo Sampo comenzó a dar vueltas y se puso a moler. Comenzó su trabajo al nacer el día: un cofre molió para ser comido, otro para ser vendido, y otro para ser guardado.
El ama de casa de Pohjola saltaba de alegría. Y co¬rrió con el Sampo hacia su casa. Lo ocultó en las en¬trañas de una roca de cobre, a una profundidad de nueve brazas, bajo nueve llaves. Enterró una de sus raíces en la tierra, otra en el agua y la tercera en la colina donde estaba construida su casa.
Entonces el herrero Ilmarinen reclamó a la donce¬lla: "Ahora la joven virgen me pertenece, pues he forjado el Sampo, el Sampo de espléndida cubierta". La hermosa doncella de Pohjola dijo: "¿Quién ha¬ría cantar al cuco el año próximo, quién haría gorjear a los pájaros de estío, si la paloma ha de marcharse, si el fruto de las entrañas de mi madre ha de partir, si el fruto en flor ha de desaparecer? El cuco huiría lejos, los pájaros de la alegría desertarían de las cum¬bres de mis colinas, de los hombros de esta cadena de montañas. ¡No! y aunque así no fuera, tampoco par¬tiré, no abandonaré mi vida de doncella".
El herrero Ilmarinen, el forjador inmortal, fue pre¬sa de una gran tristeza. Su corazón estaba oprimido, su cabeza baja, su gorra caída de lado. Reflexionaba en su interior, preguntándose cómo haría para aban¬donar la sombría Pohjola, para tornar a su casa, a su bien amado país.
Madre Louhi, le dijo: "¿Por qué estás triste, oh Ilma¬rinen? ¿Añoras tu antigua patria?".
Ilmarinen respondió: "Sí, suspiro por mi antigua pa¬tria; quisiera volver a ver mi casa, y morir allá y ser allá enterrado".
Madre Louhi sirvió al héroe de comer y beber. Des¬pués le hizo sentar en una barca, junto al timón or¬nado de cobre. E invocó al viento, al viento del norte, y le ordenó soplar fuertemente.
Así se lanzó el herrero Ilmarinen sobre el mar azul. Bogó un día y otro día; al tercer día llegó a su país, a su casa natal.
El viejo Wainamoinen le dijo: "¡Oh hermano Ilma¬rinen, oh herrero inmortal! ¿has forjado el nuevo Sam¬po, has tachonado las brillantes aspas?"
Ilmarinen respondió: "Sí, ya el nuevo Sampo ha em¬pezado a moler; la brillante rueda ha comenzado a dar vueltas: un cofre molió para ser comido, otro cofre molió para ser vendido; y un tercer cofre para ser guardado".

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